Cómo sobar el dolor de una humillación
13/07/2021
Autor: Isabel Ascención Medina
Cargo: Egresada Ciencias de la Comunicación

Quise darle un abrazo, pero obtuve su rechazo, ahora entiendo que se estaba protegiendo, yo no sabía lo que le pasaba, pero podía sentir su evidente tristeza, su enojo, su decepción y el dolor que le resto fuerza a su voz; apenas escaparon los sollozos, se limpió los ojos y me dijo: “a otra cosa mariposa”.

No supe que decir, era la primera vez que no sabía cómo más reaccionar, era mi amiga, una de mis cómplices de toda la vida - la llamaré Gardenia- y cuando empezó a comer sin control alguno se me escaparon todas las ideas, yo no conocía nada de heridas del alma por aquél entonces, pero hoy sé que no había otra cosa posible por hacer.

Apenas atine a estar ahí, en silencio, siendo cortés con su juego, con su resistencia. Y es que la humillación es una herida complicada, difícil de detectar, pero fácil de adoptar para quienes la padecen.

Sin embargo, no era la primera vez que me hablaba de cómo su mamá truncaba sus planes, sus objetivos, sus relaciones, etc. Gardenia en verdad sufría; se compró el guión donde ella no merecía elegir, porque para eso estaba mamá. El miedo más grande que tenía era a usar su libertad.

La parte confusa es que ella percibía amor detrás de los comportamientos de su madre, y muy probablemente sí que lo había y lo hay, pero en la búsqueda de una hija perfecta la terminó por invalidar, porque aquello que no ensalzaba su orgullo, simplemente no importaba.

Cabe señalar que la herida de la humillación es gestada principalmente por nuestra madre; que al final de cuentas su tarea es enseñarnos a comportarnos, quien nos indica lo correcto o no, lo propio o no, lo valioso o no, de la vida y de nosotros mismos.

Mi amiga deseaba ser fuerte, estar bien parada ante la vida para cumplir las exigencias heredadas, así que lo llevo al cuerpo, lo visible de esta herida: el sobrepeso, las curvas, las piernas rollizas, el cuello grueso, la espalda ancha. El mensaje inconsciente: a mayor grasa, mayor protección. Aunque en realidad lo que buscan era abarcar más, ser vistas por ellas mismas.

Gardenia con su rostro de ángel, empezó a abandonarse y a solo tener los comportamientos social y laboralmente bien vistos, pero para sus metas jugaba en cortito, siempre tenía la justificación perfecta para no hacer lo que ella deseaba hacer, hasta que un día simplemente olvido lo que la podía hacer feliz, era más importante complacer a su mamá.

La máscara de esta herida es el masoquismo, pero entendido como la incapacidad de conectar con el placer. Esto deriva en dos vertientes: están los que se auto controlan y dejan de disfrutar de sí mismos, de su cuerpo, de su sexualidad, de gustarse; o los que al sentir esta prohibición lo desean secretamente, viviendo ocultamente esto que sí disfrutan pero que podría ser mal visto por los demás.

Lo que siguiente en su actuar es el autocastigo, reforzando así el sentimiento de vergüenza y de culpa. Por ello el trabajo principal es con el perdón y la capacidad de soltar el enojo, ese que encerró dentro de sí mismo en su niñez y que no ha cesado de crecer y manifestarse, a veces en su contra, a veces contra los demás.

¿Cómo lo van a lograr? Poniendo sus necesidades en primer lugar; lo difícil no va a ser desobedecer a mamá, sino salir de ese espacio de tensión que la atrapó al vivir entre la vergüenza y la soberbia, a porque a pesar de quejarse constantemente de todo, no hay nada que ellos puedan cambiar, o hacer al respecto y esa es la razón que impera.

Esto obedece a que la forma que un humillado tiene para verse, para reafirmarse, es la queja. Desde su entendimiento decir lo que les desagrada es darse su lugar, pero aún no resuelven el puzzle, porque para ello se requiere acción.

Trabajar la relación con la madre, detener los comportamientos de humillación hacia los demás y develar los secretos vergonzosos que ella cree que le esconde a la familia, soltar el juicio y establecer límites, así como un protocolo de auto cuidado y auto perdón.

Si queremos ayudar a alguien así, es ofreciéndole nuestra escucha activa y poco a poco, esa persona nos permitirá otro tipo de intervención. Habrá enojo porque no les gustará oírlo, pero después les hará sentido la frase: “si tus amigos note dicen tu verdad, paga a tus enemigos para hacerlo”.

Lo que sí te puedo contar, es que necesitarás mucho amor para dar cuando esta persona despierte de su letargo emocional, le dolerá tan profundamente que buscará un refugio, unos brazos, una mirada, un apoyo, y luego ella misma se mirará al espejo y verá otra perspectiva de sí, la libertad de solo ser.