México en el escenario internacional
24/11/2021
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

En estos tiempos de confrontación económica y política entre la República Popular China y los Estados Unidos de América, que incluso raya en lo militar en el tema del asedio de China a Taiwán, muchos se preguntan con cuál de estos bandos se alineará México y si estará dispuesto el gobierno actual (y los que le sigan) a aprovechar esta coyuntura y reforzar los vínculos políticos, económicos y de seguridad con los vecinos del norte o si, por el contrario, volteará los ojos hacia China. También puede ocurrir, por supuesto, en vista sobre todo de que al Presidente López no le interesa la política exterior, que no se incline ni por uno ni por otro o que no sepa qué hacer.

Esto es particularmente delicado debido a que el mundo se encuentra en un momento de desconcentración y dispersión del poder, pues todo apunta a que estamos en una etapa de transición hacia una nueva reconfiguración del orden mundial, por lo que la competencia entre los diversos actores del sistema internacional se está intensificando. Así, vemos un protagonismo mayor (en algunos casos incluso podemos hablar de agresividad) en países fuera del ámbito físico europeo occidental como Rusia, India, Australia, Japón, Irán, Israel, Turquía o Brasil. La colaboración entre países tales como China, Rusia, Siria e Irak es vista con preocupación por las naciones occidentales, así como las intentonas de China y Rusia por poner un pie en Latinoamérica, como en Venezuela, si bien esto último no es de la misma magnitud que los escenarios en el Medio Oriente.

Desde hace algunos años es notoria la decadencia en el papel de liderazgo que ejercían los Estados Unidos, cuya caída se ha acelerado particularmente desde la administración de Donald Trump. Este país ha perdido presencia y prestigio como líder mundial, y parece que su poder material también está declinando. Esta situación la están aprovechando algunos países emergentes, algunos de los cuales se están atreviendo a poner en duda el liderazgo estadounidense y a buscar un camino propio, llegando incluso a retar a los Estados Unidos, como lo acaba de hacer China hace unos días por el litigio sobre Taiwán. Como afirmó hace unos años Schweller, el sistema mundial se encuentra en medio de una etapa de “deslegitimación” de la potencia hegemónica mundial y de desconcentración del poder.

La etapa de la deslegitimación puede entenderse porque hay un proceso de desgaste en el liderazgo de los Estados Unidos, cuyo poder parece encontrarse en un proceso cuesta abajo. Por eso es que dicho autor explica la dinámica del orden mundial a partir de cinco fases: 1) en esta primera fase, hay un orden estable y consolidado; 2) en la segunda, se empieza a presentar una desconcentración del poder y una deslegitimación del poder hegemónico; 3) después, empieza a conformarse una serie de alianzas de Estados emergentes; 4) en la cuarta fase, estallan crisis, conflictos y guerras para hacerse con la hegemonía; 5) tiene lugar un sistema nuevo y renovado.

Dado que los Estados buscan su propio beneficio a nivel internacional, pueden desarrollar diferentes tipos de comportamiento de acuerdo a la etapa en la que estemos. Habrá algunos que estén conformes con la situación imperante y por eso se hayan alineado con el país hegemónico, mientras que habrá otros que estén inconformes con la situación actual. Así, habrá países que funcionarán sosteniendo al status quo (“supporters”), mientras que otros, los “saboteadores” (“spoilers”), desafiarán al “hegemón” de manera abierta; otros, por su parte, los “evasores” (“shirkers”), aunque se muestren conformes con la situación actual, no están dispuestos a asumir los costos, dejando que estos caigan en la potencia hegemónica.

Cada Estado debe establecer sus propias estrategias con el fin de mantener o de acrecentar su poder y su posición en el escenario mundial. Si observamos, en este sentido, lo que hacen algunos países latinoamericanos como Chile, Brasil o Colombia, vemos que buscan precisamente, por medio de diversos medios (entre ellos, el de la presencia militar más allá de las fronteras físicas), fortalecer el papel que juegan internacionalmente. México, por el contrario, con un Presidente que no da importancia a la política internacional y que en los escenarios mundiales pronuncia el mismo discurso que en las conferencias matutinas, se caracteriza por una política muy desdibujada, como bien señala mi colega, el Dr. Derzu Ramírez: sin objetivos claros, sin caminos precisos, sin ideas y estrategias factibles, fiel a la premisa de que la mejor política exterior es la política interior.

Con estas ideas un tanto “rancheras” o “parroquiales”, como dirían Almond y Verba, no es posible insertarse ágil y fructíferamente en la política internacional. Para sorpresa (agradable) de quien perpetra estas líneas –y quizá también de mis cuatro fieles y amables lectores-, el Presidente López se pronunció ayer en Washington por una mayor presencia y vigor de Norteamérica en el mundo, particularmente frente a China. Su discurso no fue improvisado y, aunque pudo ser mejor, fue excelente en parámetros del Presidente, lo cual ya es decir mucho. Esa idea de hacer un bloque más sólido en América del Norte me parece correcta, pero el problema estará en pasar del dicho al hecho, pues dicho bloque no solamente debe reducirse a lo económico, sino que debe también compartir ciertos valores, como los de la democracia. ¿Cómo podemos imaginarnos que se pueda fortalecer a nuestra región, si seguimos caminos diferentes en materia de políticas de medio ambiente? ¿Y si nos mostramos tibios frente a la abierta violación a los derechos humanos en Nicaragua, Venezuela o Cuba? ¿Y si aquí en México pisoteamos la dignidad y los derechos de los inmigrantes con total impunidad?

Con todos sus defectos, debemos reconocer que los Estados Unidos siguen siendo una democracia consolidada, con pesos y contrapesos internos, mientras que muchas de las potencias que buscan ascender, como China o Rusia, están muy lejos no solamente de defender los valores de la democracia, sino que ni siquiera lo pretenden; carecen por completo, además, de pesos y contrapesos internos y muestran un interés sumamente escaso –mejor dicho: nulo- por la defensa de los derechos humanos y por las libertades que caracterizan a los países occidentales.   

Por otro lado, si la política interior mexicana sigue su curso de acabar con espacios para la sociedad civil, de desarticular al árbitro electoral –dueño de un bien ganado prestigio a nivel internacional-, de lograr someter a los poderes Legislativo y Judicial, de utilizar a la justicia como instrumento de sometimiento político –en lo que se han mostrado muy útiles para el sistema Alejandro Gerz Manero y el recientemente defenestrado Santiago Nieto-, nos pareceremos cada vez más a un régimen autoritario que a uno democrático. Si nos alejamos de las metas globales en materia de medio ambiente –por muy modestas e insuficientes que sean- y le damos la espalda a las energías alternativas para preferir a las fósiles, no solamente estaremos yendo en dirección contraria a la de nuestros dos vecinos del norte, sino que podremos poner en riesgo la integración económica con tan importantes socios y nos alejaremos de otros también muy importantes, como los países de la Unión Europea.

Si Canadá y Estados Unidos apuestan por la economía de mercado, con competencia e integración regional, ¿cómo justificar la tendencia centralizadora y estatista del Presidente mexicano? Si ellos apuestan por la libre competencia también en materia democrática –aunque sea, repetimos, con el virus de Trump causando daños todavía-, ¿cómo justificar la demolición del INE y la falta de cultura política democrática en el Presidente López y en sus adoradores? Si en nuestros vecinos se busca privilegiar el Estado de derecho, ¿cómo explicar una iniciativa de ley como la que se está discutiendo en materia eléctrica, que es un atentado contra derechos elementales? ¿Y cómo pondremos en práctica un alejamiento comercial con China? ¿Ya hay una estrategia al respecto? ¿Se ha configurado ya una estrategia para aprovechar el conflicto comercial entre ese país y los Estados Unidos y fortalecernos económica y comercialmente como país?

En fin, ahora viene el decisivo paso de transitar de las fotos bonitas y las declaraciones diplomáticas amables y color de rosa a la rudeza de la vida cotidiana, porque el mundo sigue girando y avanza hacia adelante, no hacia atrás, como tanto le gustaría al Presidente mexicano.