Apuntes sobre la música en la Semana Santa
25/04/2022
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

Estamos terminando la primera semana después del Domingo de Pascua. Hemos sido testigos de una vuelta a las procesiones y actos litúrgicos presenciales, después de dos años de pandemia. En estas ceremonias, como ya es tradición en las iglesias cristianas de diferentes denominaciones y en casi todos los países, la música es parte esencial de la liturgia. Las iglesias que tienen una tradición musical más rica y añeja son las ortodoxas, la católica, las luteranas y la anglicana. Las iglesias fundamentalistas, tales como los testigos de Jehová (sic.), los mormones, etc., si bien cultivan mucho la música, no poseen una tradición tan antigua en vista de que son más o menos recientes. En cuanto a nuestro país, a pesar de que tenemos una riquísima historia musical sacra en el virreinato (que es desconocida totalmente por la inmensa mayoría de los mexicanos), la práctica de la música sacra decayó de manera notable en el siglo XX, particularmente desde la segunda mitad, por lo que ahora, desafortunadamente, la música litúrgica es de un nivel sumamente deplorable.

Esto no debe ser visto como algo secundario, pues la música no solamente proporciona solemnidad a la palabra divina, sino que ayuda a la contemplación, a la comprensión de las realidades de fe, a la meditación y a dar gracias por lo recibido. Por eso, desde la Antigüedad tardía y la temprana Edad Media, se considera a la música litúrgica (como el antiguo canto romano, el canto hispano o el gregoriano), como un instrumento con tres funciones: es a la vez un medio para recibir la Palabra (“lectio”, mensaje de Dios a los fieles), sirve para meditar sobre ella (“meditatio”) y nos ayuda a orar (“oratio”, mensaje de los fieles a Dios). Actualmente, la música litúrgica se ha enriquecido con las aportaciones históricas de la Edad Media tardía (por ejemplo: la Escuela de París, en el siglo XIII, y el Ars Nova en el XIV), del Gran Renacimiento (como la música de Palestrina, Josquin, Orlando, Victoria, Morales, etc., en los siglos XV y XVI), del barroco (Vivaldi, Bach, Telemann, Händel), de los siglos XVIII y XIX (Mozart, Haydn), y en el XX tenemos por ejemplo a Arvo Pärt.  

Hoy hablaremos solamente de uno de los géneros más importantes de la música sacra para la Semana Santa: la “pasión”. Como género musical, la pasión se ha empleado para arropar con música los textos de la pasión y muerte de Jesús, siguiendo el relato de alguno de los cuatro evangelios canónicos. Esta representación musical del sufrimiento de Cristo hasta acabar en la cruz tiene sus orígenes en la Iglesia medieval. Así, una primera liturgia de la pasión la tenemos, ya muy consolidada, en el siglo V; al parecer, en un principio, un sacerdote era el encargado de recitar el texto seleccionado (mejor dicho, el texto era salmodiado, es decir, cantado primordialmente sobre una sola nota, con algunas fórmulas de entonación y sus correspondientes fórmulas cadenciales). A más tardar hacia el siglo XIII aparece la costumbre de repartir la lectura salmodiada del texto de la historia entre varias personas, generalmente de la siguiente manera:

Repercutio (nota sobre la que se entonaba el cántico)

Papel bíblico

Persona encargada

Fa

Vox Christi (bajo)

Sacerdote

Do

Vox evangelista (tenor)

Diácono

Fa

Soliloquia / Turbae (tenor)

Subdiácono

 

Hacia mediados del siglo XV, en el sur de Alemania, aparece por primera vez, hasta donde sabemos, una pasión con un coro a tres voces para la “turba” (soldados, discípulos, judíos, etc.), y hacia fines del mismo siglo se encuentra, en un manuscrito italiano, un papel diferenciado para mujeres y hombres. La práctica medieval exigía, en muchas localidades, la ejecución de los cuatro relatos de la pasión durante la Semana Santa, siguiendo a cada uno de los evangelistas, costumbre que hereda la Alemania luterana. Sin embargo, el mismo Martin Luther (1483-1546) termina por reducir la ejecución de estas pasiones a una sola, debido a que en esa época no había vacaciones y la gente no siempre tenía oportunidad de acudir a la iglesia varias horas diarias durante toda la Semana Santa. Es decir, los días en que no se trabajaba, dependiendo de las regiones, eran solamente el Viernes y el Sábado Santos, por lo que la ejecución de las pasiones se redujo a estos días o solamente al viernes.

Durante los siglos XVI y XVII, la pasión musical en los territorios alemanes luteranos conoció un impresionante desarrollo, por lo que surgieron varios tipos (“pasión responsorial”, “pasión tipo motete”, “pasión concertante”), que al final desembocaron en lo que se ha dado en llamar la “pasión oratoria” o “pasión oratórica”. En este nuevo tipo se hace ver la influencia de dos géneros típicos de la época barroca, provenientes ambos de la innovadora Italia: la ópera y el oratorio. En esta pasión oratoria encontramos corales para que los feligreses intervengan cantando, así como el acompañamiento de una orquesta más o menos nutrida y con bajo continuo; otros elementos importantes son el “aria” y pasajes para el coro con textos extrabíblicos, es decir, productos de la inspiración de diferentes poetas, como Barthold Heinrich Brockes (1680-1747) o Christian Friedrich Henrici (llamado Picander, 1700-1764). Un poeta que brilló en la Europa católica fue el famoso Pietro Trapassi, llamado Metastasio (1698-1782). También caracterizó a este tipo de pasión el empleo del “recitativo secco” (es decir, el texto es cantado / recitado por un solista y acompañado solamente de un instrumento de teclado y el violonchelo) y del “recitativo accompagnato” (es decir, un recitado menos libre y acompañado por el bajo continuo y otros instrumentos de la orquesta, generalmente las cuerdas). El primer tipo de recitativo se destinaba a los textos del evangelista y de algún otro personaje, mientras que el segundo era reservado generalmente para Cristo, quien era caracterizado por un bajo. 

En general, podemos decir que, en una pasión del tipo oratórico en la Alemania luterana, el texto que se presenta en los recitativos es extraído del evangelio en cuestión, en su traducción hecha por Martin Luther, mientras que los diferentes afectos que este texto despierta o debe despertar en el oyente son presentados por las arias o coros con letra no proveniente de la Sagrada Escritura. Esto hay que subrayarlo: las arias y los “ariosi” (un género que está a medio camino entre el recitativo y el aria) expresan los afectos, tales como la alegría, la desesperación, la tristeza, la admiración, etc., como por ejemplo ocurre en la hermosísima aria “Erbarme dich”, de la “Pasión según San Mateo”, de J. S. Bach (1685-1759), cuyo texto habla de las lágrimas que expresan el amargo arrepentimiento de Pedro (y del alma humana en general) después del pasaje en donde el apóstol negara cobardemente a Jesús tres veces.

Es así que en ambos géneros –arias y ariosos- se reflejan las emociones y la conciencia de los fieles, por lo que sirven como una especie de “guía religiosa” para entender el significado de las palabras de la Sagrada Escritura, tratando de crear una atmósfera de edificación cristiana. Esta relación entre hechos y afectos, entre la acción y la emoción explica la existencia de esta pareja de géneros, importantísima tanto en la ópera como en la pasión y en el oratorio: la conformada por el recitativo y el aria, ambos géneros de origen italiano.

De acuerdo a la esencia de las pasiones de la tradición musical luterana, la “Pasión según San Mateo” de Johann Sebastian Bach crea una atmósfera de tensiones y distensiones, de crudeza y de arrepentimiento, de arrobo y de esperanza, de zozobra y de fortaleza; nos conduce a la reflexión y a la meditación, nos ayuda en la oración y en el fortalecimiento de la fe. Nos permite, por medio de la música, sierva de la palabra, comprender y agradecer que, pese a todas nuestras debilidades y culpas, que llevaron a Jesús a la muerte en la cruz, estamos en manos de un Dios generoso, fuente inagotable de bondad.

La música litúrgica, en general, refuerza el mensaje de paz de un Dios que se sacrifica por los hombres y cuyo ejemplo nos debe mover a luchar por condiciones de vida más justas y pacíficas, pues mucho es lo que hemos recibido. Esta idea la vemos reflejada, por ejemplo, en el texto que encontramos en el número 15 (Coral) de la “Pasión según San Mateo” de Bach:

 

Erkenne mich, mein Hüter,

Mein Hirte, nimm mich an!

Von dir, Quell aller Güter,

Ist mir viel Gut’s getan.

 

“¡Reconóceme, guardián mío,

pastor mío, recíbeme!

De ti, fuente de todos los bienes,

mucho bien me ha sido dado.”