¿Qué pasa con la ofensiva rusa en el Dombás?
18/05/2022
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

Desde fines del mes pasado comenzó una gran ofensiva rusa en los territorios conocidos como Dombás, una región geográfica, cultural, histórica y económica del oriente de Ucrania. Como sabemos, Rusia pretende la anexión de dichos territorios, por lo que, después de sufrir una derrota militar en el norte de Kiev, sus fuerzas militares se reordenaron para concentrar sus esfuerzos en el Dombás. El frente de batalla se extiende por unos 500 km, y puede ser que Rusia apunte ahora a crear un corredor terrestre entre la península de Crimea y el Dombás, dejando a Ucrania como un Estado prácticamente sin salida al mar. Algunos expertos consideran que, con esta ofensiva, comienza una fase nueva de la guerra, que quizá sea la definitiva. Sin embargo, es muy probable que estemos ante una larga guerra de desgaste, pues los rusos acumulan mucho material bélico, aunque les faltan soldados y moral de combate. Los ucranianos, por el contrario, carecen del material de guerra suficiente para emprender grandes contraofensivas, pero disponen de soldados con experiencia, bien adiestrados y con elevada moral de combate.

En el Dombás, las condiciones de lucha son diferentes a las que vimos en el norte de Ucrania, pues en el oriente del país hay grandes extensiones de terreno sin bosques, en los que los soldados ucranianos puedan esconderse; los campos son amplios y planos, lo que favorece al avance de los tanques rusos. Sin embargo, la doctrina y la práctica de los rusos en la guerra con tanques -enviarlos sin suficiente cobertura de infantería- puede seguir siendo fatal para su avance, pues acumulan ya pérdidas enormes en material y en hombres. A pesar de su superioridad numérica y en material bélico, el avance ruso es lento y en algunos lugares no sólo se ha detenido, sino que las tropas invasoras han tenido que retroceder. Sus pérdidas en el frente de batalla en el Mar Negro (en donde la marina ucraniana prácticamente ha desaparecido) son también dolorosas (para los rusos, por supuesto), pues además del crucero “Moscú”, hundido en abril pasado, han perdido también algunos botes de desembarco, patrulleros y, al parecer, incluso la fragata “Almirante Makarov”, de la clase “Grigorovich”. Aunque se carece hasta el momento de detalles más precisos, parece que esta fragata se encontraba cerca de la famosa “Isla de las serpientes”, cuando fue alcanzada por un misil anti buques ucraniano. Uno se pregunta, después de que en esa misma región fue hundido el “Moscú”, qué rayos hacía allí esa fragata, justo al alcance de los misiles ucranianos. Parece que los rusos no aprendieron que hay que mantenerse lejos del alcance de esos artilugios subsónicos. Si en verdad la “Makarov” fue hundida o inutilizada, ahora nada más le quedaría una sola fragata a la flota rusa en el Mar Negro, acompañada de una gran cantidad de unidades antiguas. Sin embargo, no hay evidencia independiente que confirme que, efectivamente, la “Makarov” se haya hundido. 

¿Qué pasa con los rusos y su armamento? Estoy seguro de que mis cuatro fieles y amables lectores me acompañan en la opinión de que los altos mandos rusos, enfrascados en una costosísima modernización de las fuerzas armadas rusas a partir de 2008 y, particularmente, después de la anexión de Crimea en 2014, estaban encantados con este proceso, embelesados con la cantidad de tanques, aviones y material bélico de todo tipo que Rusia produce día a día. Sin embargo, los problemas y defectos de este armamento supuestamente muy moderno aparecen de pronto al enfrentarse a condiciones reales de combate.

En primer lugar, parece que los rusos no están en condiciones de producir ciertos componentes, por ejemplo, misiles sofisticados, en número suficiente. Esto quiere decir, pongamos por caso, que los modernos aviones de combate deben portar misiles antiguos, de poca precisión, por lo que tienen que volar más bajo para que estas armas sean más o menos efectivas; pero eso pone a los cazas rusos al alcance de las armas antiaéreas ucranianas, incluso de las armas pequeñas, de corto alcance. Esto explica en parte el elevado número de aviones rusos abatidos y la incapacidad rusa para hacerse del control del espacio aéreo ucraniano, a pesar de su superioridad numérica sobre el adversario.

En segundo lugar, los militares rusos, después de estar convencidos de su superioridad numérica y tecnológica, se dieron cuenta en Ucrania de que la alta tecnología occidental, en manos de soldados debidamente preparados como son los ucranianos, es verdaderamente letal, mucho muy superior a la rusa. Putin debe ahora buscar una salida elegante para “sacar al buey de la barranca”; lo malo es que él se metió a esa barranca sin que nadie lo impulsara a ello, confiando ciegamente en la superioridad de sus tropas. Por eso es el cambio de objetivos: ahora tendrá quizá que conformarse con una ganancia mínima, el Dombás, pero que le sirva para lavarse la cara ante el pueblo ruso.

Rusia ha desplegado en Ucrania oriental 78 batallones tácticos, es decir, unos 78 000 soldados, que se enfrentan a las tropas ucranianas más experimentadas, agrupadas en una especie de fuerzas de operación conjunta, con unos 30 000 a 40 000 efectivos, bien armados, altamente motivados y bien entrenados, y que conocen además el territorio mejor que los invasores. Los choques entre ambos ejércitos se presentan en general como duelos de artillería. El objetivo de los rusos es envolver a los ucranianos para cortarles los suministros de armas, combustible y alimentos. Si este objetivo se logra, las consecuencias para Ucrania serían terribles, porque perdería a sus mejores combatientes. Aunque las unidades rusas ya han comenzado con estas maniobras para aislar a los defensores ucranianos, no han avanzado mucho, y los pocos avances que han logrado han sido a costa de pérdidas muy considerables.

Un ejemplo de lo anterior ha sido el intento de uno de estos batallones rusos por pasar al otro lado del río Siwersky Donez, un afluente del río Don. Los invasores trataron hace unos días, en un par de ocasiones, de tender un pontón, pero fueron blanco de los disparos del batallón de artillería de la 17ª brigada de blindados del ejército ucraniano, que los atacó con obuses de 122 mm. Las fotografías satelitales muestran la destrucción total del pontón y los graves daños ocasionados a las tropas rusas, aunque no se sabe la magnitud de las pérdidas humanas. De todas formas, este batallón quedó ya fuera de combate, al perder más de 50 de sus vehículos.

Otro problema de los rusos es que, si bien ponen en acción de manera masiva su artillería, sus tropas avanzan después con suma lentitud, lo que permite a los ucranianos replegarse de manera ordenada. Es decir, los rusos no le sacan todo el jugo que debieran sacar a su superioridad numérica y de equipamiento. Además, parece que, después de la derrota en el norte, no se tomaron el tiempo suficiente para reagruparse en el sur y en el oriente con calma y cuidado, por lo que su ofensiva en estas regiones ha sido demasiado precipitada y sin la cantidad necesaria de soldados; por eso sus movimientos de infantería son lentos. Sus efectivos, además, son tropas adiestradas en tiempos de paz, por lo que no están acostumbradas a la rudeza de las campañas militares reales y a convivir con la pérdida constante de vidas a su alrededor.

Algunos analistas son de la idea de que los rusos necesitan ya una pausa para reagruparse y recuperarse de la campaña; y es precisamente en el verano cuando probablemente los ucranianos intensifiquen sus contraofensivas, que hasta ahora han sido medianamente exitosas. Ucrania depende, para el éxito de estos contragolpes, de tener suficientes soldados y de recibir el armamento adecuado desde Occidente. Si ese armamento es de origen soviético, lo pueden utilizar rápidamente, porque lo conocen, aunque no sea muy bueno. Si es más moderno, tardarán en capacitarse en su empleo, aunque, una vez que lo sepan manejar, sus efectos serán letales para los rusos.

Rusia podría enviar más soldados a Ucrania, pero para eso necesitaría proclamar una movilización general, que políticamente no es el discurso de Putin, quien habla solamente de una “Operación militar especial”. Si las cosas siguen como hasta ahora, rumbo a una guerra de desgaste, muy probablemente puedan los ucranianos imponerse. Esto depende también de que el desgaste no acabe minando los ánimos de los países democráticos para seguir apoyando a la sufrida Ucrania.