Hemos sobrevivido a los primeros tres meses del 2019 y, acabado el segundo periodo de parciales de nuestra vida académica, parece ser un buen momento para aterrizar los pies en la triste realidad del absurdo cotidiano del vivir. Ustedes se preguntarán ¿por qué tan pesimista Roberto?  Al menos así lo veía el filósofo francés Albert Camus.

Famoso por su libro “El extranjero”, el filósofo  retrata una cruda realidad de la vida: no tiene sentido.

Empecemos analizando su “Mito de Sísifo”. Sísifo es un personaje de la mitología griega el cual es condenado a rotar cuesta arriba una pesada piedra. Cada vez que llega a lo alto de la montaña la piedra cae hasta el punto de partida. Así pues, Sísifo se ve envuelto en un tormento eterno: la cotidianidad. Todos los días hasta el final de las eternidades tiene que llevar la piedra sólo para que esta caiga de nuevo.

Podemos decir que actualmente muchos hombres viven este horrible tormento. La cotidianidad del trabajo, la absurda monotonía de una vida social sin sentido.  Claro está que muchos huyen, al menos creen que huyen, de esta condena eterna. Compras, salidas, impetuosos momentos de diversión en el antro, el alcohol, drogas (y la peor droga de todas: las mujeres) llevan al individuo a  pensar que viven en la “una vida auténtica” cuando en realidad no han comprendido ni siquiera el peor de sus castigos, existir.

El punto de partida para comprender a Camus es lo absurdo. Vivir, la existencia misma es absurda. No hay sentido en la vida. Muchas buscan alguno, se inventan dioses (el Estado, la religión, relaciones intrapersonales, el dinero, etc.) pero, al final sigue siendo un acto inútil. Por mucho que intentemos dar significado a la vida caemos en conclusiones erróneas. El sentido de la vida es no tener sentido.
 
El hombre le da sentido para no sentirse perdido ante un inmenso mar de dudas. Todo es inútil. Si acaso hay sentido en la vida es el que tú le puedas dar a ella. Es decir, la existencia precede a la esencia. Hay algo muy común en los filósofos existencialistas quienes postulan que, no hay una verdad intrínseca en el hombre, el hombre crea su propia verdad. De modo que, todo aquello que conocemos como ética, moral son tan solo invenciones necesarias para la vida en sociedad (más allá del bien y del mal diría Nietzsche).

Y no, no estoy deprimido ni me siento solo. Es viernes y aunque como diría Neruda “La noche está estrellada y ella no está conmigo” me siento tranquilo de encontrarle provecho a esta filosofía.

Sin duda el existencialismo invita a la auténtica reflexión ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿qué sentido tiene/le estoy dando?, ¿estoy contento con lo que vivo? Alguno dirá que si se tienen sombríos pensamientos mejor ir con un psicólogo. Sin duda, sería algo provechoso, sin embargo, también ir con un filósofo que confronte mi realidad traería buenos resultados. Qué mejor filósofo para tomar conciencia de mis acciones que Camus. Lean “El Extranjero” o “La Náusea” de Jean Paul Sartre.

Muchas veces pensamos que la Filosofía se  trata de estudiar conceptos difíciles de comprender, y pues sí, ¿acaso existe algo tan complejo como la vida misma?
Salgamos de nuestra burbuja de conformidad y volteemos a nosotros mismo. ¿Qué estoy haciendo con mi vida?