Antes de las vacaciones les platiqué del espacio personal y las diferencias culturales que existen para percibir de manera correcta actitudes de nuestros interlocutores, sobre todo cuando éstos, al igual que yo, son extranjeros. Por eso hoy quiero tocar un tema que considero es fundamental para entender las diferencias entre un mexicano y un alemán: la organización.
De manera personal, puedo decir que soy organizada, en un grado que muchos mexicanos ni siquiera podrían imaginar. Por ejemplo, en el último año de prepa, nos pidieron pensar en el futuro y lo que queríamos hacer con nuestra vida. En mi caso, desde tiempo atrás había decidido salir por unos meses a conocer el mundo, y aunque no sabía a dónde y por cuánto tiempo por la gran cantidad de opciones, diseñé una tabla que contenía: costos, aspectos interesantes, pros, contras, clima, etcétera.
Esa fue la primera de muchas y desde entonces he hecho tablas para elegir una carrera, una universidad, una agencia para mi año de au pair, un país, la UPAEP como mi universidad de intercambio, para planear vacaciones y varias veces para comparar empresas donde deseo hacer prácticas. ¡Ah!, también tengo una tabla para organizar los temas que leen en esta columna.
¿Y cómo son los mexicanos? Seguro que habrá uno que otro que haga sus tablas para tomar decisiones, pero en general, al menos lo he notado con mis compañeros de clase, hacen sus trabajos o proyectos el día de la fecha de entrega y los ve uno quejándose de que estuvo muy pesado o que no pudieron dormir, y aunque hay casos parecidos en Alemania, es seguro que uno no recibe tanta compasión como aquí y más bien podríamos obtener un “es culpa tuya si no aprendes a hacer tus trabajos con tiempo”.
No quiero parecer arrogante, pero tengo la impresión de que precisamente por esta organización que nos caracteriza a los alemanes, a mis compañeros les gusta tenernos en su equipo de trabajo pues confían en que resolveremos el problema debido a nuestro estrés por tener el control de la situación porque estamos a un día de la entrega y no tenemos definido ni siquiera el tema, ¿y qué pasa cuando se elige en el último momento? Resulta que un alemán podría decir: adiós, me voy. Abandono al equipo, la universidad, el país.
Ahora bien, hablando del trabajo en equipo, sé que a muchos les costará creer esto, pero los alemanes no somos inmunes, también podemos enfermarnos justo el día de la presentación, prometo que estamos trabajando en ello, pero aun no logramos controlar todo, aunque nos gustaría.
En fin, regresando al punto de que el alemán sobre analiza cada situación, estoy consciente de que no siempre es bueno. Yo personalmente admiro al mexicano, precisamente por ese aspecto relajado y despreocupado. Un claro ejemplo es al planear vacaciones, el mexicano va por la vida improvisando, en tanto el alemán previo a su viaje investiga todo: el clima, las evaluaciones de los restaurantes, el hotel, el transporte, todo. Una ocasión intenté hacerlo a la mexicana, me dije a mí misma, “no pasa nada, estando allí veo qué hacer”. No funcionó. Traté de convencerme a mí misma, pero no pude y terminé organizando el 80 por ciento y dejando libre el otro 20 por ciento.
Mi conclusión es que ser organizado no es malo. Hablando de ser puntual, es una virtud que muchos mexicanos quisieran tener —según escuché—, y quizá sea un don del que los alemanes exageramos como si fuera un ‘súper poder’ que nos da seguridad y confianza al tener todo perfectamente organizado. Precisamente por esta obsesión, nos ayuda pasar tiempo con los mexicanos porque nos enseñan que el mundo no se va a acabar si dejamos a último minuto la entrega de un proyecto, o si vamos a un restaurante sin haber investigado la carta o los costos, e incluso de ir a un viaje no planeado pues es posible que conozcamos a muchos mexicanos que con seguridad nos tenderán la mano.
Por: Paco rubín
Fermnín amaneció sin rostro.No tenía ojos ni nariz ni boca ni gestos ni oídos puesto que amaneció sin rostro.Alguien se lo había robado porque no estaba en la almohada ni pegado en el espejo de cuerpo entero ni en el reflejo del plato.Desde ese día, Fermín se volvió mentiroso y tramposo y estafador y ruin.Afortunadamente, no puede caérsele la cara de vergüenza.
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