La semana pasada no pude dormir bien porque la editora de este periódico me llamó para pedirme mi columna y la verdad yo no estaba bien para escribir, y a decir verdad, no se me ocurría un tema sobre el cual escribir. Repasando mucho los temas en mi cabeza, llegó un momento en el que dije “¡ya está! Voy a escribir sobre lo que estoy pasando ahorita: un mal momento”.

Todos hemos tenido esos días malos, ya sea por una pelea con la pareja, una mala nota en la escuela, que no me quedaron los jeans, los problemas en casa, me corrieron del trabajo”, por el cambio climático o simplemente por todas las anteriores; sin embargo, a pesar de todo ello, tratamos de buscar nuestra salida de escape, ya sea viendo una película, comiendo mucho (que es algo que me gusta hacer), salir a hacer ejercicio o incluso jugar con el gato (que tengo que admitirlo, son adorables).

El problema no es lo que hagamos, siempre y cuando sea sano, el problema es que no muchos usan el recurso del llorar ¡y deberían intentarlo!

A muchas y a muchos de nosotros (porque me incluyo) nos han hecho ver que llorar es algo malo, que te hace ver débil y que no se debe llorar por problemas pequeños y ese es ¡un gran error! Tan solo cuando éramos niños, cuando nos caíamos y nos raspábamos con las banquetas, nuestros padres nos decían “no llores, no pasa nada, eres fuerte” y no debió ser así, debieron dejar que nuestros sentimientos se expresaran y no reprimirlos. Pero bueno…lo pasado ya es pasado.

La consecuencia de reprimir esta emoción cuando ya somos “grandes” cae en dos aspectos: en el físico y el mental. Por el lado físico, puede llegar a causarnos colitis nerviosa, generarnos problemas cardiovasculares (a futuro) o provocarnos dolores musculares (específicamente en la espalda); por el lado mental, puede llegar a hacernos sentir más tristes (lo que a futuro se puede transformar en una depresión), estrés por el agotamiento mental o incluso generar irritabilidad.

Una verdad no dicha es que no solo lloras cuando te pasa una tragedia, ya que puedes llorar por una película, un poema, por una canción, por una foto o incluso por esta nota y lo mejor de todo es que ¡no está mal! Deja que salgan esas lágrimas de cocodrilo.

Quisiera dejarles una tarea para que la practiquen en estos días, déjense llorar si lo necesitan, experimenten lo liberador que es… y si por alguna razón, no te sientes mejor después de hacerlo, no dudes en acercarte con un profesional. Queda aclarar que no tiene nada de malo pedir ayuda y dejar que un especialista nos escuche. María, si estás leyendo esto, gracias por ser una gran psicóloga.
¡Ah, claro! Y por si se lo preguntaban. Sí, lloré esa noche y pude dormir como nunca. Además de que todo en mis siguientes días fluyó mejor.

Si quieren desahogarse o simplemente que alguien los lea pueden escribir a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. y pues nada…nos leemos en la próxima nota.