No sé ustedes, pero yo empiezo a hartarme de que cada semana se anuncie un live action de Disney. ¿Es que acaso ya no quedan historias originales que contar? No tengo nada en contra de los live action en sí, pero creo que a Disney ya se le pasó la mano. Aunque son una oportunidad para que las nuevas generaciones gocen de los clásicos con efectos especiales que no eran posibles para la animación en la época en que se hicieron y que, además ayudan a reforzar el tema de la diversidad o se incluyen mensajes nuevos y positivos en sus películas, Disney ha dejado atrás las palabras innovación y creatividad.

Aunque para ser sinceros, Disney nunca se ha caracterizado por ser la industria más original, pues las películas que le dieron el éxito que la convirtió en la gigante que es hoy fueron historias escritas mucho tiempo atrás. Empezó a tener contenido nuevo cuando adquirió Pixar, la compañía responsable por Toy Story, Los Increíbles, Monsters Inc., Wall-E y muchas otras.

La verdad es que Disney ya no tiene que esforzarse y los sueños pasan a un segundo plano para concentrarse en las ganancias. Desde la adquisición de Marvel, Lucasfilm y ahora FOX, Disney puede seguir con lo que ha hecho desde un principio y tomar las historias ya creadas para ponerle cuantos efectos especiales sean posibles, modificar las historias a su antojo para que las películas se sigan vendiendo como pan caliente y continuar creciendo económicamente para, sin duda alguna, seguir comprando más estudios en el futuro.

Pero esto no es nuevo. Disney ha sacado provecho de su posición y poder para vender su contenido como original sin tener que preocuparse por el plagio. El caso más conocido es el de Kimba, el león blanco, un manga creado por Osamu Tesuka que luego pasaría a ser un anime. Su primera emisión fue en 1965 y gozó de enorme popularidad en Japón, Australia y Estados Unidos. Tras el estreno de El Rey León en Estados Unidos, se desató la controversia. Los fans exigían que Disney reconociera el evidente plagio de personajes e incluso de algunas escenas. Fred Ladd, uno de los principales ejecutivos del anime llegó a llamar a Disney descarado. Sin embargo, para ese entonces Disney ya era un gigante y Mushi Productions, un estudio modesto en comparación, decidió no proceder con demandas, pues sabían que no contaban con los recursos para enfrentarse a Disney sin arriesgar la compañía entera.

Su más reciente controversia, en la que sorprendentemente muchas personas se pusieron del lado de Disney, fue el futuro del personaje de Spiderman en el Universo Cinematográfico de Marvel. Los derechos del personaje le pertenecen a Sony, pero se llegó a un acuerdo para que Marvel pudiera incluirlo en sus películas. El trato tenía fecha de expiración y en todas las películas en solitario de Spiderman (Homecoming y Far From Home) los costos y la mayor parte de las ganancias fueron completamente para Sony. Sin embargo, Marvel le dio un papel protagónico de mucho peso al personaje y decidió que quería modificar el trato. No sólo quería seguir usando a Spiderman, sino que quería hasta el 50% de las ganancias aunque no tuviera que ver en otra cosa que el guión. Obviamente Sony lo rechazó, pero Disney ha mostrado ser capaz de brincar esos obstáculos con anterioridad.

Dependiendo de cómo te sientas sobre los monopolios y el futuro de la animación, puede que ni los live action ni las adquisiciones de Disney te molesten, pero si no es así, lo mejor sería que empezáramos a exigirle al gigante de la animación contenido original. Son pocos los estudios que tienen los recursos para producir animación de calidad como Disney y todavía menos los que cuentan con sustanciosos cheques para la publicidad y distribución del contenido. Pensemos en eso antes de suscribirnos a Disney+ el próximo año.