Decía Benjamin Franklin “o caminamos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”, y bueno, pudiéramos pensar que entre tantas marchas y movimientos sociales, estamos muy cerca de lograrlo, de no ser porque justamente no caminamos juntos.
De repente pareciera que hay muchas banderas, muchas causas, y ni un solo común denominador. Como dice el dicho, todos quieren llevar agua para su molino, que si se busca justicia, que si se busca eliminar el acoso, que si derrocar el patriarcado, que si legalizar el aborto, que si la libertad sexual, etcétera.
Caminamos sí juntos pero no revueltos, cada uno peleando por sus intereses fingiendo ser parte del colectivo, intentando solucionar todo con una marcha, con un paro, pintando espacios públicos, gritando consignas pero sin la intención cambiar nuestros hábitos y/o conductas.
Somos una sociedad reactiva y con causas pasajeras. El ejemplo más claro sucedió el pasado 19 de septiembre de 2017, a raíz del terremoto abrimos los ojos y salimos de nuestra zona de confort, dejamos a un lado el individualismo para empezar a pensar en el bienestar colectivo.
Funcionó por un rato, pero pronto todo volvió a la normalidad, terminó esa confianza en el vecino, esa solidaridad con el desprotegido, esa empatía con el de junto.
Hace una semana marchamos indignados por la muerte de nuestros compañeros, el domingo caminamos por los derechos de las mujeres, el lunes las mujeres se ausentaron no solo en la universidad, sino a lo largo y ancho del país para sensibilizar al sexo opuesto acerca del valor de las feminas en los distintos ámbitos de la vida social, mañana quizá la causa sea el medio ambiente o nos pondremos cualquier otra bandera señalando al que no se une a nuestra causa bajo la premisa de que yo estoy bien, los demás están mal.
Fue muy grato marchar a lado de muchos más, desconocidos, de diferentes banderas por una misma causa: justicia; fue hermoso también ver mujeres caminando para exigir se respete sus derechos, fue muy bueno también saber que el Día Sin Mujeres, los hombres (algunos) nos extrañaron y mostraron al día siguiente su cariño y respeto con una rosa, sin embargo no dejan de ser actos pasajeros.
Seamos sinceros, mañana al igual que pasó con la solidaridad que hubo en el temblor, se nos olvidará. Esa sed de justicia se apaciguará, la rivalidad entre universidades seguirá, las mujeres quizá olviden que se tienen las unas a las otras, los hombres continuarán con actitudes misóginas o violentas hacia sus compañeras y todo quedará en un #MegaMarcha, #NiUnAsesinatoMás, #8M, #DíaSinMujeres.
Una marcha, un paro, cualquier movimiento social, no sirve si no llega a la consciencia, si no nos hace cambiar de mentalidad, si no nos lleva a la acción.
Encontremos pues un común denominador, ese que siga vivo aunque la indignación decaiga, uno que nos una a mujeres, hombres, niños, ancianos, sin importar la causa que defendamos.
Luchemos por un mundo más humano, marchemos por todos y no solo por mí, exijamos desde lo colectivo y no desde la particularidad, mantengámonos en pie de lucha no porque fui agredido o porque alguien de mi círculo más cercano fue afectado, sino porque somos esa sociedad que sabe sacar lo mejor de sí en los peores momentos.
Seamos esa sociedad que México necesita y que solo brilla cuando se necesita a sí misma.