Muchas son las historias que se cuentan alrededor de la figura de Francisco Toledo, uno de los últimos artistas de su generación que además de producir obra, defendía distintas causas, promovía la cultura y utilizaba los medios que tenía a su alcance para darle voz a los que no la tienen.

Así, de manera independiente fundó espacios culturales, comedores comunitarios, movimientos para la preservación de las tradiciones indígenas y encabezó frentes ciudadanos en defensa de la ecología, como una de sus grandes luchas que fue contra el maíz transgénico, el cual consideraba un atentado contra uno de los ingredientes más importantes de la cultura e ideología nacional. Sus movimientos dieron frutos porque logró que no se instala un Mc Donald’s en el zócalo de Oaxaca o que Santo Domingo no se convirtiera en un estacionamiento.

Tampoco será posible olvidar los 42 cometas que voló en el andador turístico de Oaxaca, cada uno con el rostro de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Fue su forma de exigir justicia, porque dijo que si se les buscaba hasta por debajo de la tierra, también habría que buscarlos en los aires. Sus convicciones lo llevaron a fundar el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), promovió el Museo de Arte Contemporáneo de la misma ciudad, creó la biblioteca para ciegos Jorge Luis Borges, de libros en Braille y también la Fototeca Manuel Álvarez Bravo.

Si Oaxaca tiene todos esos centros culturales, es gracias al artista, porque su mérito fue establecer el puente entre las artes gráficas y las causas sociales, porque sacó el arte de las galerías y museos para llevarlas a los lugares donde la gente pudiera tener contacto con él.

La historia de Toledo va más allá de sus obras llenas de referencias a su cultura y a la naturaleza, porque se esforzó por construir infraestructura cultural para los habitantes de su ciudad, siempre disponible para toda la comunidad. Ojalá cada ciudad tuviera una figura como la de Toledo, un defensor de su patrimonio, un promotor de la cultura para seguir enriqueciendo la vida de quienes la habitan, o mejor aún, ojalá que no hiciera falta pelear por esas causas porque tenemos claro lo que hay que preservar.