Nueva Inglaterra 1630. Un granjero inglés que, en respuesta a la prohibición de la iglesia decide abandonar la plantación colonial donde habitaban él, su esposa y sus cinco hijos teniendo como destino un terreno colindante a un bosque amenazador.

A su llegada, cosas extrañas comienzan a ocurrir. Uno de los niños desaparece, los cultivos se malogran y los animales comienzan a tener comportamientos inusuales e inquietantes. Es evidente que hay un mal merodeando si no a esta familia, al bosque en sí mismo. Conforme la película y los sucesos avanzan la paranoia, sospechas y acusaciones entre los miembros de la familia se van haciendo más presentes. La lealtad, la fe y el amor de cada uno es puesto a prueba con cada minuto avanzado.

La película es un acierto total, pues todos sus aspectos impulsan la narración y logran sumergir de lleno al espectador. Sus actuaciones son impecables y el contexto elegido ayuda a evocar sensaciones de soledad, pesimismo, aislamiento e intranquilidad constante que, en los personajes logra difuminar las líneas entre lo racional, lo bueno, lo malo, lo inocente y lo perverso haciendo que poco a poco pierdan control de sí mismos y sean víctimas totales de su entorno.

Conviene aclarar que aunque la película no es lenta, sus acciones son sutiles por lo que mucha gente al estrenarse, sentía estar viendo más bien un drama histórico que una película de terror. Pero no es fortuito su éxito, creo más bien su magia se encuentra justo ahí; estamos acostumbrados al terror fácil el de screamers, persecución asesino-víctima, entre otros para recurrir a generar tensión.

Mientras que esta película -como el buen terror lo hace- incluso acabada su proyección logra ese dejo de intranquilidad, el de haber visto algo oscuro, algo que no debimos. Stephen King a su estreno puso en su cuenta de Twitter: “La bruja me asustó completamente. Es una película real, tensa, que provoca pensamientos pero a su vez es visceral.”

Sin más por el momento ¿te atreves a verla?