De las pocas veces que he discutido sobre esto, he recibido el va y ven de argumentos acerca de la necesidad o no de conocer la vida del autor para entender su obra. Quizá, entre el mito, la persona y la obra exista un abismo creado por los lectores, discípulos y chismes de la farándula académica.

Podemos decir varios ejemplos, grandes literatos con escándalos amorosos, grandes filósofos con obscuras relaciones con el poder. Diría mi abuela “todos tenemos cola que nos pisen” pero, más allá de tener cola o rabo que pisar, están estas dos posturas, ambas muy válidas y necesarias para la investigación

Intentar ser objetivos con la obra del autor. El conocimiento, la verdad misma se manifiesta venga de quién venga. Siendo así, no importa conocer los trapitos sucios del autor, basta con estudiar y difundir su filosofía. Sin embargo, no debemos rechazar la idea de poner en contexto filósofo-autor-libros y tiempo. Tener en cuenta este acervo nos ayudará no solamente a disfrutar de mejor manera la lectura, será también un medio de reflexión pues, pensamiento y tiempo no están aislados. Pareciera que la relación que existe es mucho más compleja. ¿Qué cambia el rumbo de la historia? Los hechos o los pensamientos, mejor dicho ¿Primero es la idea y después el tiempo? ¿El tiempo, la época impone una forma de pensar o es la forma de pensar la que da origen a la época?

Hemos escuchado muchas demandas acerca de nuestra época: consumismo, liviandad, antivalores, decadencia, crisis y sobre todo, una sociedad líquida. ¿Qué pensamos en este tiempo? ¿Somos lo que dicen que somos?