Ángel Raúl Sabinas Roldán
La novena película de Quentin Tarantino, Había una vez en Hollywood, ha llegado a cines de todo el mundo. Tarantino siempre se ha caracterizado por ser un director que prefiere una acción rápida y una impecable construcción en las historias que narra. Los espectadores tienen la sensación de que el tiempo transcurre sin interrupciones y que una anécdota se encadena a otra de forma veloz. También, por supuesto, el director norteamericano prefiere la violencia explícita y la música como un personaje más de sus obras. Había una vez en Hollywood repite algunas de estas obsesiones pero también busca nuevos caminos.
La película nos cuenta la historia de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) que tiene un problema en su carrera artística: él es un actor de la televisión que, con el avance del tiempo, se da cuenta de que se está quedando atrás, perdiendo papeles o simplemente no le va bien a los shows que protagoniza. Por suerte tiene como acompañante a Cliff Bud (Brad Pitt), su doble de riesgo y su mejor amigo. Rick Dalton vive en una casa en Hollywood Hills, en la calle Cielo Drive. En ese lugar ocurrieron varios asesinatos protagonizados por la familia Manson, muy famosos en aquella época (finales de los años 60). Tarantino utiliza este elemento para crear una pequeña subtrama con Sharon Tate (Margot Robbie), actriz de cine y una de las víctimas más famosas de Manson y sus cómplices.
Como fan del cine –principalmente de la cine-fotografía– considero esta película espectacular por la atmósfera que recrea. Si bien, a diferencia de, por ejemplo, Pulp Fiction (1994), que no tiene largas escenas sin diálogos y en donde cada escena genera un nuevo avance en la historia, en Había una vez en en Hollywood se privilegian largas escenas de viaje. Tarantino reconstruye la ciudad de Los Ángeles de finales de los sesenta a través de los pasajes que ocurren en los autos y no sustenta el interés narrativo en los diálogos. Gracias a esto la ciudad que vemos en pantalla se convierte en un personaje más de la película. El director entiende que esta apuesta hace que el espectador entienda que una buena película es más que una anécdota; puede ser el reflejo de una época.
Había una vez en Hollywood es una gran película porque, también, funciona como un cuento de hadas. Es un recuerdo de un tiempo que ya no volverá. Uno de los aportes de esta obra es enseñarnos que el cine comercial es algo más que acción. Recomiendo mucho darle una oportunidad. La fotografía, la dirección y ambientación valen la pena.
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