En primer lugar, un gato debe ser llevado por su propietario al veterinario, ya sea por un chequeo rutinario, una vacuna, se encuentra enfermo o sufrió algún accidente y requiere atención médica inmediata.

Nuestra mascota no siempre se salva de contraer alguna enfermedad y por ello, es conveniente desparasitarla y vacunarla, de manera que su sistema inmunológico genere anticuerpos que la protejan. El calendario de vacunación depende de la edad, estilo de vida y localización geográfica del gato.

Con respecto a su alimentación, este amiguito al ser carnívoro necesita proteínas para un crecimiento y un tono muscular saludable; los ácidos grasos le permitirán mantener la salud de la piel, el pelaje, el sistema reproductor y el metabolismo; las vitaminas le ayudarán a su visión, crecimiento óseo y sistema inmunológico; finalmente, los carbohidratos le suministrarán energía.

Toma en cuenta que a los gatos no se les tiene que bañar frecuentemente, pero cada vez que lo hagas recuerda hablarles tranquilamente y empieza mojándoles las patas y luego el resto del cuerpo, para posteriormente, enjabonarlo, enjuagarlo y secarlo con cuidado. Cuando laves su cara emplea un paño con agua.

Para los gatos es muy importante jugar y divertirse, puesto que siempre les gusta tener algo que arañar, jalar o morder, lo adecuado sería proporcionarle un juguete como una pelota, caña de pescar, bola de estambre, un láser o un afilador alto y conformado por varios niveles y escondites.

Por último, si estás pensando en adoptar a un perro y un gato, se recomienda que ambos se críen desde pequeños, ya que se considerarían hermanos. Durante los primeros días, déjalos en habitaciones diferentes e intercámbiales objetos para que se acostumbren al olor del otro.

Luego de una semana de separación, puedes permitir que el gato y el canino se vean mutuamente, pero evita acercamientos agresivos. Si esto resulta exitoso, intenta incrementar el tiempo de interacción, hasta que su conducta sea más estable para reunirlos.