Ayer martes, el máximo órgano judicial estadounidense escuchó los argumentos de los promotores y detractores del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), impulsado en 2012 por Barack Obama, llegue a su fin a petición del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.Dicha asistencia, que tuvo como finalidad evitar la deportación masiva de más de 700 mil personas que llegaron al país del norte de manera ilegal siendo niños, ha sido señalada por Donald Trump, como un error de su antecesor pues dijo no tenía autoridad para adoptarlo. Cabe destacar que entre los beneficios, DACA contempla la posibilidad de que las personas indocumentadas obtengan permisos de trabajo de manera legal, licencias de conducir, acceso a educación superior y programas de capacitación laboral. Aunque el programa en sí, no era un permiso permanente de residencia pues debía renovarse cada dos años, ha provocado división de ideas pues algunos aseguran es un premio para quienes cuentan con antecedentes penales, no obstante, hay quienes están a favor, como la Universidad de Standford, la Universidad de California, así como otras organizaciones civiles que ven como injusta la postura del gobierno de Estados Unidos de ver como criminales a los inmigrantes. De hecho ayer que se estaba tratando el tema en la Suprema Corte de Estados Unidos, el Presidente de esa nación lanzó un twitt con su característico humor en el que señalaba “muchas de las personas en DACA han dejado de ser jóvenes, están lejos de ser ‘ángeles’. Algunos son muy difíciles, criminales endurecidos (…)”. Podemos juzgar su postura, podremos estar a favor o en contra, podemos tentarnos el corazón por que el futuro es incierto para toda aquella gente que dejó a sus familias por buscar un mejor nivel de vida, no obstante, creo que sí deben ser ellos, y no me refiero al Presidente, sino a la sociedad estadounidense, los que decidan si les beneficia o les afecta la presencia de inmigrantes. Una situación parecida es la que ha pasado en México con las caravanas de los países del sur que en su intento por pasar a los Estados Unidos se han establecido en el país. No dudo que haya gente de buena voluntad, por así decirlo, tampoco dudo que tengan el deseo de buscar un mejor futuro para los suyos, pero el Presidente López Obrador tomó la decisión de ofrecerles asilo, incluso planteó la posibilidad de insertarlos en el ámbito laboral, y es aquí donde la situación causó mucho revuelo, porque justamente no estamos en las mejores condiciones económicas como para ofrecer aquello de lo que carecemos los locales. Es decir, cómo propones crear empleos para los migrantes cuando ni siquiera puedes darle calidad de vida a tu gente. Ese no es el caso de los Estados Unidos, como primer potencia es muy difícil que la gente no encuentre empleo, de hecho es por eso la tierra prometida de todos los países de Centroamérica y Sudamérica. Pero tampoco llega a tanto como para quitarles el empleo, en primera porque hay una gran brecha en cuanto a nivel educativo y en segunda porque como ya lo dijo nuestro querido ex presidente Vicente Fox, allá los mexicanos hacen el trabajo que ni la gente de color quiere hacer.Los migrantes van a partirse el lomo y trabajan de sol a sol, y claro hay quienes sí se dedican a violentar las leyes, pero creo realmente debería analizarse si en verdad somos un gran problema como sociedad migrante y si hay una mayor población de migrantes buenos que malos, creo que en vez de empezar una deportación masiva, una cacería de brujas o invertir en un muro que ya se vio que tampoco es obstáculo para los migrantes, el presidente del país vecino debería pensar en cómo explotar a la gente que ya fue educada, que tiene permiso para trabajar legalmente y así aprovechar el recurso económico que ya se invirtió en ellos.
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