Por: Sharon

Tengo miedo de usar una falda, de usar un pantalón o un vestido. Tengo miedo de maquillarme y tengo miedo de hacer ejercicio. Tengo tanto miedo que cuando camino no dejo de sentir una opresión en el pecho y no dejó de voltear atrás cada 5 pasos. Saludo a las personas todos los días, ya no por educación, sino con la esperanza de que si un día me pasa algo me puedan ayudar.

¿En qué momento empecé a temer por mi vida? ¿En qué momento empecé a rezar? ¿En qué momento la empatía la tristeza y la angustia se han vuelto mi pan de cada día?

Veo las redes sociales llenas de noticias de muertes, asaltos, asesinatos, violaciones, secuestros, acosos y cada vez son más y siempre que los leo no puedo evitar paralizarme de miedo y pensar si eso me está pasando a mí o si me pasara mañana, en unos meses o en unos años.

Camino por la universidad y las calles y no puedo evitar pensar en que las bocanadas de aire que tomo en esos momentos pueden ser las últimas de mi vida que tome con libertad o simplemente las últimas de mi vida.

Pienso constantemente en mi familia, en si podré volver a verlos o ellos a mí, en mis amigos y compañeros. Me pregunto que si me llegase a pasar algo seré recordada y respetada. Me pregunto cuál sería la mejor forma de morir o la menos dolorosa.

He empezado a vivir con miedo. Son breves los momentos del día en que olvidó lo que pasa, en que me siento segura y aun así decido usar falda, decido usar pantalones, decidido maquillarme y hacer ejercicio, porque mi madre me dice que no puedo tener miedo a vivir que no puedo detener mi vida; y eso intento, lo intento siempre, pero sigo viviendo con miedo.

No sé cuántos jóvenes más de Puebla, de Veracruz, de Chiapas, de Nuevo León, de la Ciudad de México, del país entero se sientan como yo. La verdad es que podría decirle a otra persona que se sienta tranquila, segura, que nada le pasará; pero ni yo misma me siento así. ¿Cómo tranquilizar a alguien si tú también lo necesitas?

Hace unos meses yo no me sentía así, me sentía bien y en calma, pero ahora lo siento más real que nunca. Mis padres me preguntan cómo estoy, los más cercanos me dicen que me cuide, que no ande sola en las noches; mis profesores hablan con nosotros sobre lo que está pasando y recuerden a la Puebla de antes.

¿Quién más se pregunta si podrá cumplir sus sueños? ¿Si podrá poner orgulloso a sus padres? ¿Quién más se pregunta acerca del tiempo que tendrá para hacer lo que quiere hacer? porque la frase “vive tu vida que nunca sabes cuándo termina” nunca tuvo tanto más sentido.

Quiero sentirme a salvo, quiero sentirme libre y quiero sentirme bien. ¿Cuándo podrá ser eso?, ¿Cuándo ya no esté? ¿Cuándo me busquen por las calles? ¿Cuándo ya no contesté las llamadas o los mensajes? ¿Cuándo ya no pueda decir “presente” en el salón de clases? ¿O será cuando ya no pueda volver a respirar?, es decir, ¿cómo le explico a mis padres o a mí hermana que no voy a regresar?

Me estoy preparando para ayudar a las personas, a los animales, al planeta. Me preparo para devolverles a mis padres todo su esfuerzo y su sacrificio. Me preparo para poder hacer algo importante, para demostrarme a mí que puedo lograr muchas cosas. Vine aquí a cumplir mis sueños, no a que me los quiten.

Yo solo quiero ser feliz, quiero estudiar, terminar mi carrera, cumplir mis sueños; quiero amar, quiero divertirme, quiero viajar, quiero conocer, quiero ver a mi familia. Yo solo quiero tener la seguridad de que tendré mucho tiempo para hacerlo, yo solo quiero seguir viviendo.