Los días anteriores han sido difíciles de digerir para todos. El lunes despertamos con la dolorosa noticia de nuestros compañeros asesinados, el martes la indignación ya se hacía presente, y para el miércoles, los estudiantes ya se habían organizado para hacerse escuchar no solo en nuestro campus, sino en otras facultades de la ciudad.
Se hizo ruido, mucho ruido, porque a diferencia de lo que se había registrado en la historia de esta ciudad, esta vez el movimiento no venía de alguien con dobles intenciones detrás, esta vez, el movimiento nació de la necesidad genuina de los estudiantes por pedir algo tan básico como que estudiar no nos cueste la vida; vino de universitarios cansados de la inseguridad y la falta de respuesta ante la oleada de violencia.
No faltó el que se dijo en contra, el que prefirió no opinar, el que se organizó con sus compañeros, el que hizo guardia en la entrada, el que pintó su cartel, el que no asistió a clases, el que fue indiferente, el que fue solidario, el que dijo “esas no son las formas”, el que preguntó que entonces cuáles eran. Por esos días también escuchamos promesas, muchas promesas; fuimos testigo del dolor de los padres de familia, gritamos en nombre de los que ya no están, y en medio de un campus lleno, como pocas veces, dijimos adiós con una rosa blanca y tres pupitres vacíos.
Lo que vino después ya nadie lo paraba, más universidades se unieron frenando sus actividades y llegando a las marchas que cruzaban la ciudad. Algunos preguntaron: “¿por qué en la escuela? si no eso no le afecta en nada al gobierno”, porque la universidad es el único lugar que tenemos, porque entre nuestros compañeros es donde hemos encontrado el apoyo, porque si no es aquí, donde nos han enseñado a cuestionar, escuchar y discutir ideas, ¿entonces dónde?
Las circunstancias en las que nos hemos unido también duelen. Nuestra mayor preocupación debería ser prepararnos, trabajar en un proyecto de investigación, aplicar a una beca, unirnos a un grupo estudiantil… sin embargo, aquí estamos, saliendo a pedir algo tan absurdo como que nos dejen vivir sin el miedo de un día ya no regresar a casa. Sinceramente pienso que toda es indignación también demuestra que hay otro país posible.
Todos somos imprescindibles, pero hoy hablo de los estudiantes porque si no son ellos quienes se preparan para el futuro, ¿entonces quién? Nadie que esté en otro momento de su vida tiene la misma hambre y convicción que nosotros tenemos para cambiar el mundo. Por eso las noticias son tan dolorosas, porque cuando se pierde una de estas vidas, también se pierde una oportunidad, se pierden sueños, se pierde la esperanza del cambio que tanto buscamos.
A este pronunciamiento le queda mucho camino todavía, no va a faltar quien se quiera colgar de él, quien lo quiera desacreditar, pero este movimiento es de nosotros, tal y como lo hemos visto en los días pasados: solidario, organizado, genuino. Así que, como escuché hace unos días al llegar a la escuela: disculpen las molestias, pero nos están matando.
Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación InternaGrecia Juárez Ojeda, DirectoraCristhian Adal García Hernández, Subdirector, Jefe de InformaciónJesús Del Pozo Sotomayor, Jefe de FotografíaEric Contreras Santos, Jefe de Fotografía DeportivaArlette Sánchez Santos, Editora
ReporterosDafne Ixchel Agüero Medina, Jefa de Sección/CulturaGibsy Sagrario Gonzalez Garcia, Reportera de Proyectos de Impacto Social
OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
Diseño y Edición GráficaMa. Fernanda Bretón Vega, CoordinadoraMayra Renne Beltrán Garay, Jefa de DiseñoAmanda Jimenez Cardenas, Jefa de DiseñoMaria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de DiseñoAzalea Hernandez Morales, DiseñadorAzalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores
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