Dice el dicho que “quien con Lobos anda, a aullar se enseña”. Esta frase, quizá sea la que más representa los últimos días en que estudiantes de la BUAP y la UPAEP unieron fuerzas para exigir justicia por la muerte de sus compañeros y mostrar su descontento por el malestar social que ha provocado la inseguridad y la violencia que se vive.

Dejando a un lado colores, ideologías y partidos, estos jóvenes, han puesto el ejemplo, de que sí se puede manifestar pacífica y organizadamente. Que no hay necesidad de violentar monumentos, ni tampoco agredir a quienes consideran pasivos por el hecho de no sumarse a su causa.

Reza una máxima: “el respeto al derecho ajeno, es la paz”, y justo es lo que ha imperado en este grito de justicia. Vimos a jóvenes marchando pero también vimos ciudadanos responsables que en medio de sus demandas, cedían el paso a personas mayores o hacían fluir el tráfico para que la sociedad no los tachara de “revoltosos” sin causa.

También fuimos testigos de cómo las familias se solidarizan con los jóvenes al proporcionarles algunos alimentos que incluso son preparados al momento a un lado de sus casas de campaña.

Esta vez los estudiantes han impreso un sello y es el de “ya no callar”. Basta de callar, basta de confiar en que en algún momento, mágicamente todo será como hace 15 o 20 años atrás, en que aún se podía salir a jugar a la calle, a divertirse con tus amigos, ir de fiesta a altas horas de la noche sin la necesidad de extremar precauciones.

Basta de creer que las autoridades saben hacer su chamba. Es momento de exigir que estas vidas que fueron arrebatadas, sean las últimas. Se ha normalizado el amanecer con notas amarillas en los periódicos: un asesinato, un cuerpo encontrado en la barranca, uno más violentado, un niño desaparecido, una mujer ultrajada, un decapitado, un asalto en carretera, una balacera y podemos seguir enumerando los casos.

Los jóvenes han iniciado un movimiento que esperamos, tengan los mejores resultados, no es justo vivir encerrados en las casas mientras los delincuentes entran y salen de la cárcel cuando se les da la gana, porque no existe un sistema de impartición de justicia que garantice justo eso: justicia.

Vivimos con miedo, vivimos con la eterna incógnita de saber si llegaremos con bien a nuestra casa, si el loco que se nos atravesó en la carretera no nos cerrará el paso metros más adelante para apuntarnos con su pistola, con el temor de si la persona que va detrás de nosotros caminando intenta hacernos algo o simplemente va en la misma dirección que nosotros.

Debemos recuperar los espacios, y si para ello se debe marchar, se marcha y si se debe alzar la voz, se alza. #NiUnAsesinatoMás.