Acerca del ´error´ en la educación, en el estudiante y en el individuo
07/10/2021
Autor: Silvia Jazmín Amezquita Paisano

Quem não tenta, é verdade, não erra

Mas ganha quem erra tentando acertar.

-Anonimo.

Introducción.

 

Antes de comenzar, permíteme hacerte una pregunta: ¿Cuántas veces hasta el día de hoy como individuos nos hemos equivocado?. Es difícil contestar a ello ¿no es así?. A lo largo de nuestra vida, nos vemos envueltos en diversas situaciones que requieren de toma de decisiones; y a partir de estas sobrevienen un sin fin de posibilidades. Con el afán de resumirlas podemos determinar a la primera como ´acierto´ y a la segunda como ´error´. Con la primera posibilidad pareciera que no hay mayor conflicto, ya que las personas no se escandalizan cuando uno tiene la razón en algo, realiza una actividad en la que la sociedad se ve favorecida o dicha cuestión es de su agrado. Sin embargo, todo cambia cuando uno comete un error, ya que pareciese que es una decisión que no se debe realizar, se castiga y de esta sobrevienen varias implicaciones sociales.

Respecto a lo anteriormente mencionado, el problema que veo de primera mano, es que se nos ha enseñado desde los primeros años de educación que equivocarse, que errar es algo malo. El conflicto con esto, es que crecemos con cierto temor al error, a no querer equivocarse, y esto a la larga para el individuo se convierte en  frustración y en una latente posibilidad de no tomar riesgos.  Por estas razones, el interés principal de este texto es intentar convencer al lector de que el error puede funcionar como un tipo de herramienta para impulsar el conocimiento de uno mismo y del mundo. En este escrito, se abordará el tema de una educación sin valores, cómo es que esta aporta a que el error se convierta en un conflicto para la sociedad y una breve propuesta de cómo es posible descubrirnos a nosotros mismos a través del error.

 

Una educación sin valores

 

La educación en este siglo pareciese que se ve inmersa mayormente en la estandarización de estudiantes más que en los valores que estos puedan obtener en las aulas de estudio. Es pertinente comenzar a descubrir el por qué las instituciones educativas van perdiendo poco a poco este tipo de prácticas.

La primera razón que se otorga es que en las escuelas no se conoce el enfoque, los procesos y el impacto que se tienen que llevar a cabo en una educación de valores. Si bien, para una institución educativa es importante contar con un eslogan que promueva los valores en los estudiantes para que estos hagan del mundo un lugar mejor, los valores no se enseñan en la mayoría de aulas que se dan a lo largo de una jornada. ¿Acaso nos encontramos en la época de la desvirtud de los valores?. Según una encuesta realizada por parte del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (2017), orientada a padres de familia, alumnos, maestros y directivos;  para ellos, los valores se forman en la convivencia continua entre alumnos y maestros, con los ejemplos de actitudes y obedeciendo normas y reglas. Para este tipo de casos, la relación alumno - profesor es de mucha importancia, ya que los maestros son la primera fuente en el sistema educativo en la que un estudiante basará su aprendizaje. Por ello, el catedrático tiene que tener la agudeza para enseñar y ayudar a que el alumno crea en las virtudes de los valores y cómo estas pueden contribuir al estudiante a forjar su identidad. Como bien lo puntualizó William James: “donde se halla una tendencia a creer, hay una voluntad potencial a actuar” (1897).

 

De cómo temerle al error

 

Acaso alguna vez nos hemos preguntado ¿Por qué es qué le tememos tanto al error?. Tal vez la respuesta se encuentre en la constante afirmación de que errar en algo es “malo”. Dicha cuestión, se nos ha inculcado desde los primeros años de aprendizaje; por ejemplo, cuando éramos tan solo unos niños, nuestros padres al equivocarnos en una suma afirmaban que estábamos mal. Pero ¿acaso lo estábamos? o simplemente se trataba de que aún no se comprendía el proceso de una operación matemática. En todo caso, poco a poco fuimos educados para no equivocarnos, para que todo tuviese que ser exacto y a no tener el menor ápice de error. Aprendimos a no salirnos de las líneas del dibujo, a que nuestras operaciones fueran precisas, a que nuestros ensayos tuviesen un formato correcto, etc. Y sin duda, dichos métodos de educación tuvieron mucho éxito, porque ahora mismo sé cómo utilizar los signos de puntuación y usted el cómo leer este ensayo. El problema que surge a partir de la exigencia de que un individuo no cometa errores, es que este forja una identidad a partir del éxito y el acierto, en el que poco a poco se aleja de la sensibilización del error.

William James, en La voluntad de creer nos dice que cuando emitimos una opinión, obedecemos a conocer la verdad y debemos evitar el error. Respecto a estas dos afirmaciones, asegura James, que o bien uno dirige la investigación a la propiedad de la verdad evitando al error; o por el otro lado, ante el temor de éste, otorgamos la verdad a la suerte. Esta última implicación se debe a la exhortación de Clifford acerca del error:

 “Guardad las puertas de vuestra inteligencia para cuanto no posea la evidencia suficiente; así evitaréis el terrible riesgo de cobijar el engaño. Mas ¿no ha de parecernos éste insignificante, si bien se mira, ante la probable adquisición de un conocimiento real? ¿Y no será afrontable el temor al engaño ante la esperanza de en algún tiempo poder vislumbrar la verdad?”

 

Para James, esta cuestión no es admisible, bajo el argumento de que los sentimientos que impulsan nuestro deber hacia la verdad y el error son una expresión de nuestra vida pasional. La molestia principal ante esto, pareciese ser la preferencia de quedarse sin creer nada por el temor a ser engañado. Si bien, es cierto que el error y el ser engañado son constantes temores en el individuo, estos no tendrían por qué gobernarnos hacia una parcialidad de hechos y toma de decisiones. 

 

De cómo descubrirse a través del error

 

Como se ha mencionado anteriormente, el error ha representado aquello en nuestras vidas que se tiene que evitar y no pensar en cometerse bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, muchas veces ignoramos la importancia que el error puede traer para con el individuo.

En primer lugar, cabe mencionar que el error puede convertirse en un potencial valor individual generador de un autodescubrimiento; sin embargo, el primer paso es tener la capacidad de poder diferenciar cuando una persona se encuentra en un proceso de aprendizaje y cuando se requiere mayor rigurosidad con el error.  Martín López Calva, en su ensayo titulado Vivir en el pantano: Un ensayo contra la educación en valores,  menciona una analogía de volar sobre el pantano. Él afirma que este vuelo remite a la idea de mantener una pureza en un mundo sucio, lleno de incertidumbres  y repleto de males. En su contrariedad, estar en el pantano es algo que las aves no quieren y evitan a toda costa. La parte interesante de esta analogía es que, se considera el proceso de aprendizaje como aquel entrenamiento al volar, y que indudablemente se tiene esa incertidumbre de que el ave pueda manchar o no, su plumaje.

Retomando a James, este también afirmaba que los errores no son consecuencias irremediables y que indudablemente a lo largo de nuestra vida cometeremos un millón de errores, tropezaremos con la misma o diferentes piedras a lo largo del camino y lo mejor  es aprender a “aligerar el corazón de tan irritable nerviosismo” (1897). No cabe duda, que respecto a cada error que cometamos, vendrá un aprendizaje y una experiencia significativa para cada individuo, y esta se puede interpretar de diferentes formas para cada uno. Es así, el cómo poco a poco nos vamos descubriendo a nosotros mismos, ya que ¿qué otra persona se puede equivocar del único modo en el que nosotros sabemos errar?. A partir del error sobrevienen miles de interpretaciones, y a pesar de que estamos acostumbrados a castigar al error, no está de más otorgarle el valor que este tiene.

A lo largo de estos párrafos, hemos descubierto que el sistema educativo y la relación entre alumno y profesor es imperante para que los valores se promuevan y el temor al error pueda ir disminuyendo gradualmente. Del mismo modo, es importante que no se olvide que cuando un individuo cree, hay una voluntad potencial a actuar.  Por otra parte, se concluyó que el constante sometimiento a la perfección y a la evasión del error puede ser frustrante y debido a que nuestra naturaleza humana nos dicta a equivocarnos en diferentes aspectos de nuestra vida, es una mejor opción tomar al error como una posible fuente de aprendizaje tanto del comportamiento propio, así como del mundo o el tema a estudiar. De este modo, se espera que el principal cometido se cumpliera, haciendo al lector reflexionar acerca de los valores que tiene el error y aligerar un poco la carga de pensamientos negativos hacia la propia persona.

 

A veces, sólo basta atreverse a mancharse el plumaje con un error.

  

BIBLIOGRAFÍA.