La difícil convivencia de israelíes y palestinos: una mirada histórica (2ª parte)
26/10/2023
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

La historia del actual Estado de Israel comienza el 14 de mayo de 1948, día en el que David Ben-Gurion, más tarde nombrado Primer Ministro -el primero en la historia del nuevo país-, proclamó el Estado de Israel. Ben-Gurion, a la sazón Presidente de la Agencia Judía para Palestina, proclamó desde el Museo de Arte de la ciudad de Tel-Aviv el nacimiento de Israel. Ese día, 14 de mayo, es recordado con júbilo por los judíos; los árabes, por el contrario, lo llaman “el día de la catástrofe” (“El Nakba”). A ello había precedido, en noviembre de 1947, la resolución 181 II de la Asamblea General de las Naciones Unidas, estableciendo que, en el Mandato Británico de Palestina, tendría lugar la fundación de dos Estados, uno judío y otro árabe, en tanto que el área metropolitana de Jerusalén quedaría bajo mandato internacional. En medio de acontecimientos violentos en esos territorios, en los que constantemente chocaban fuerzas árabes y judías, con frecuentes derramamientos de sangre, la ONU dispuso que el naciente Estado de Israel se asentaría sobre el 55% del territorio del Mandato británico, en tanto que el Estado árabe palestino lo haría sobre el 44% de dicho territorio. Como era de esperarse, los líderes palestinos y los países árabes vecinos rechazaron el acuerdo, mientras que los judíos la aceptaron.

La reacción de las naciones árabes no se hizo esperar: apenas un día después de la proclamación del Estado de Israel, las fuerzas armadas de Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak iniciaron el ataque e invadieron el país. Sin embargo, Israel se defendió y ganó esta primera guerra árabe-israelí; aprovechando su victoria, ocupó partes del territorio originalmente destinado a los palestinos. Además, aproximadamente la mitad de la población palestina fue expulsada; en contrapartida, se produjeron pogromos contra la minoría judía en los países árabes. Digamos aquí, en un breve paréntesis, que la palabra “pogromo” es de origen ruso (pogrom), y quiere decir “devastación”. Con este vocablo se quiere significar un proceso multitudinario de persecución, linchamiento, exterminio y expulsión de un grupo social en particular, ya sea por motivaciones étnicas, religiosas o de origen histórico. Generalmente, los pogromos van acompañados de la destrucción o robo de los bienes de los perseguidos. Generalmente se emplea esta palabra para referirse a las persecuciones contra la población judía, si bien también pudiera aplicarse a otros grupos. De hecho, parece ser que la primera vez que se empleó esta palabra, al menos en relación con los judíos, fue en 1881, en Rusia, después del asesinato del zar Alejandro II, ya que uno de los magnicidas era judío, por lo que la ira popular se desató con saña contra ese grupo étnico.

Como consecuencia de la guerra, los judíos conquistaron alrededor del 40 por ciento de las tierras destinadas a un Estado árabe-palestino en el plan de partición. Las líneas de armisticio de la primavera de 1949 aumentaron el territorio israelí de 14 100 a 20 700 kilómetros cuadrados, para desgracia de la causa palestina. Esta zona todavía hoy se considera el corazón de Israel. 750 000 árabes fueron expulsados ​​o huyeron de sus aldeas. Otros se quedaron y se hicieron israelíes. Los refugiados que huyeron al extranjero no fueron integrados por los países árabes vecinos, sino que fueron alojados permanentemente en campos de refugiados. Parece que la solidaridad árabe no llegaba tan lejos. Alrededor de un 40% de los refugiados permaneció en Cisjordania, territorio controlado por Jordania; un 26% huyó a la Franja de Gaza, anexada por Egipto, y el 14% al Líbano. Israel ya no permitió que los refugiados regresaran, lo cual posibilitó que los inmigrantes judíos fueran alojados en las aldeas abandonadas que no habían sido destruidas.

Ya desde 1948, las Naciones Unidas han exigido a Israel el derecho de retorno de los refugiados palestinos o una compensación por las propiedades confiscadas. Esta demanda de la ONU sigue sin cumplirse hasta el día de hoy y es uno de los principales puntos de discordia para resolver el conflicto palestino-israelí. Jordania retuvo el control de Cisjordania (Cisjordania), incluida Jerusalén Oriental, que anexó en 1950. La Franja de Gaza, ocupada por tropas egipcias, quedó bajo administración egipcia. Siria logró algunos avances en el frente del Golán. En 1949, Israel y sus Estados vecinos concluyeron acuerdos bilaterales de alto el fuego con la mediación de la ONU, que en principio confirmaron el resultado que se había obtenido en el campo de batalla. No hubo acuerdo de paz porque los Estados árabes se negaron a negociar directamente con Israel.

En 1956 tuvo lugar la crisis del Canal de Suez: Israel invadió la península del Sinaí y la Franja de Gaza; Francia y la Gran Bretaña, con ayuda militar israelí, desembarcaron en Egipto para defender sus intereses en el canal y la crisis se agravó. Como tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética condenaron los hechos, ambas naciones europeas, con el rabo entre las patas, desalojaron el Canal de Suez.Desde la crisis de Suez se sucedieron incidentes violentos en las diferentes fronteras del Estado de Israel. La Guerra de Junio (también llamada “Guerra de los Seis Días”) fue desencadenada por el bloqueo del Estrecho de Tirán a los barcos israelíes anunciado por Egipto el 22 de mayo de 1967. Las tropas egipcias fueron trasladadas al Sinaí. La guerra comenzó el 5 de junio de 1967 y terminó a los pocos días con una aplastante victoria israelí sobre Jordania, Siria y Egipto. Debido a la presión de Estados Unidos y de la Unión Soviética, el armisticio se firmó el 11 de junio de 1967.

Como resultado, Israel ocupó Cisjordania, Jerusalén Este, los Altos del Golán y la Franja de Gaza. Ahora el territorio de Israel era tres veces más grande que antes. Cientos de miles de palestinos huyeron una vez más a países vecinos. La victoria, sin embargo, exacerbó el problema palestino para Israel, pues muchos palestinos quedaron ahora bajo la ocupación y la administración militar israelí en Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza. En noviembre de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 242. Incluye la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967 y una solución justa al problema de los refugiados. Israel parecía dispuesto a un intercambio: la devolución de los territorios a cambio del reconocimiento de Israel y la paz, pero los miembros de la Liga Árabe se negaron. Indirectamente, la resolución significó un reconocimiento de los hechos de la división de tierras creada por los israelíes desde 1947. Ha sido la base de todas las negociaciones de paz desde entonces.

Hay que anotar, después de estos enfrentamientos bélicos, la guerra del Yom-Kipur (1973), que Israel ganó en contra nuevamente de Siria y Egipto. En 1979, por iniciativa del presidente egipcio Anwar el-Sadat, se puso en marcha un proceso de paz y se firmó el tratado egipcio-israelí que, entre otras cosas, regulaba la devolución del Sinaí en 1982. El tratado de paz fue firmado el 26 de marzo de 1979 en Washington por el primer ministro de Israel, Menachem Begin, y Anwar el-Sadat, lo que condujo a la normalización de las relaciones entre ambas naciones. Luego siguió la guerra en el Líbano (1982-1983), que provocó, por diferentes acontecimientos, que el prestigio de Israel se viera perjudicado ante los ojos de muchas personas en el mundo. En las últimas décadas hemos asistido a insurrecciones de los palestinos (“intifadas”), al proceso de paz en Oslo (desde 1993) y a la instauración de una Autoridad Nacional Palestina, un ente administrativo autónomo que gobierna desde 1994 en Gaza y en parte de Cisjordania. Desde 2013 se conoce oficialmente como Estado de Palestina. Hamas controla, desde 1997, dicha Franja, después de que Israel se retirara de ella en 2005 y que Hamas ganara las elecciones parlamentarias de 2006.

Para terminar, hagamos un breve análisis de la relación de fuerzas entre los contendientes. Las fuerzas armadas israelíes (Israel Defense Forces, IDF) están consideradas entre las más poderosas del mundo. Pese a que el país sólo cuenta con 9 367 000 habitantes (número 97 del mundo), sus fuerzas armadas disponen de 173 000 soldados activos (de los cuales un 30% está conformado por mujeres), y una reserva de entre 360 000 a 465 000 efectivos que pueden ser movilizados rápidamente y sin obstáculos burocráticos. El poder de fuego de sus fuerzas armadas las coloca en el número 18 del mundo. Tan sólo su ejército cuenta con alrededor de 2 200 tanques y su fuerza aérea, una de las más poderosas del planeta, basa su poder de fuego en más de 300 aviones de combate. A esto hay que agregar su enorme poderío basado en cohetes y misiles, y en el hecho de que dispone muy seguramente de bombas atómicas. Se calcula que Israel cuenta con unas 200 cabezas nucleares, que pueden ser disparadas por medio de misiles, aviones y submarinos.

Frente a este enorme poderío militar, los terroristas de Hamas no están mancos: aunque se calcula que son solamente 50 000, no hay que olvidar que conocen su territorio perfectamente, que además utilizan sin miramientos a su propia población civil como escudo, que disponen de cohetes y algunas armas modernas, que pelean con una enorme dosis de fanatismo y convicción, y que, como defensores ante una posible incursión militar israelí por tierra, pelearán con ventajas. Una ofensiva militar israelí en el territorio de Gaza, es decir, en un espacio muy densamente poblado, con muchísimas construcciones, túneles y ruinas que ofrecen resguardo a los defensores, reclamará una enorme cuota de sangre en ambos bandos. Los combates urbanos suelen ser muy difíciles y cruentos, pero quien más sufrirá será sin duda la población civil, apoye o no a los movimientos terroristas. Esta diferenciación, empero, no parece importarle mucho a Netanyahu.   

En cuanto a la organización terrorista libanesa “Hisbolah” o “Hezbollah” (en árabe “partido de Dios”), aliada de Hamas y acérrima enemiga de Israel, tiene un importante arsenal mucho más poderoso y variado que su contraparte palestina. Por ello está violando la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, que a su vez no es reconocida por el Líbano. Hezbollah, como organización predominantemente chiita, está abiertamente financiada por Irán y está equipada con armas de origen iraní, ruso y chino (misiles, cohetes, sistemas de artillería de diferentes tipos, bombas de racimo, etc.). En la mayoría de los casos, estas armas llegan al Líbano a través de la frontera siria, a veces también por mar y, ocasionalmente, a través de Turquía. Para ello, recibe oficialmente donaciones de estados musulmanes suníes, aunque extraoficialmente estos se encuentran en una “guerra fría religiosa” con Irán. El objetivo de estas donaciones es distraer y debilitar al “enemigo común”, es decir, a Israel, al plantear una amenaza permanente desde el norte, que ata a una parte considerable de la atención y de los recursos de las fuerzas armadas israelíes. Hoy en día, una importante fuente de ingresos para Hezbolá es el contrabando internacional (de armas, de cocaína, etc.), para el que la organización terrorista utiliza, entre otros medios, sus contactos de larga data con grupos de inmigrantes musulmanes. Hezbolá ha asumido un papel criminal que antes sólo pertenecía a la mafia. Para generar dinero se utilizan todas las opciones delictivas; el contrabando de diamantes, drogas y cigarrillos también es una de las prácticas habituales de la organización.