El rearme de un país pacifista: Japón
08/02/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Después de la Segunda Guerra Mundial, que para Japón terminó en un verdadero desastre, la nueva Constitución que rige desde entonces al país fue redactada por un equipo estadounidense, se dice que en una semana; fue proclamada en 1946 y entró en vigor en mayo de 1947. Desde entonces, dicho documento no ha sido reformado en ninguna ocasión. Su célebre Artículo 9 expresa que el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra, a la amenaza y al uso de la fuerza; es el único país del mundo que tiene, por norma constitucional, la renuncia a la guerra. Por lo tanto, Japón se rehúsa, de acuerdo a este ordenamiento jurídico, a mantener fuerzas armadas en todo tiempo. Esta orientación constitucional pacifista se basaba en la convicción de que, en caso de emergencia, los Estados Unidos asumirían la defensa de Japón. En efecto: los victoriosos estadounidenses ocuparon las islas niponas durante 7 años y garantizaban la defensa del territorio insular. Aún después de esta ocupación, Estados Unidos, en común acuerdo con Japón, mantiene en dicho país 130 bases militares, que son parte esencial de la estructura de defensa del poderoso país norteamericano y, por supuesto, también de Japón. Esta presencia militar hace que el estado insular sea denominado “el más grande portaaviones estadounidense”; no hay ningún otro país en el mundo en donde estén estacionados más militares de Estados Unidos que en la tierra del sol naciente.

Sin embargo, el Japón actual sí tiene fuerzas militares de facto desde 1954, a las que denomina “Fuerzas de Autodefensa” (FAD), a pesar de que las fuerzas armadas estadounidenses siguen estando presentes en ese país. Esto se debe a que todo Estado tiene derecho a la existencia y a defenderse de agresiones externas, por lo que incluso países que oficialmente no tienen fuerzas armadas, como Panamá o Costa Rica, tienen fuerzas policiales con funciones de protección de fronteras y de supervisión de la soberanía estatal en los espacios aéreo y marítimo. Así que, tomando en cuenta el explosivo contexto geopolítico en el que está situado Japón (con vecinos muy amenazantes, como Rusia, Corea del Norte y la República Popular China), es entendible que el país del sol naciente se vea obligado a mantener fuerzas armadas, aunque se denominen con el eufemismo de “autodefensa” y se prescinda oficialmente de términos como “militar”, “fuerza aérea”, etc. Esto es una muestra de que el texto constitucional y la realidad constitucional no van siempre en el mismo sentido.

Así que, si comparamos al Japón de la posguerra, que solamente contaba con fuerzas policiales, con el país actual, con unas FAD sumamente potentes, nos daremos cuenta de cómo han cambiado las cosas. Estas FAD no solamente se consideran como unas de las fuerzas armadas más poderosas de la región, sino del mundo entero: 200 000 hombres, más de 50 buques de guerra, inclusive cuatro portahelicópteros y más de 300 aviones de combate. El desarrollo militar japonés no solamente descansa en el número, sino también en la calidad de su equipamiento electrónico, enfocado particularmente en la defensa ante amenazas provenientes de submarinos y misiles enemigos. Si descontamos el potencial nuclear chino, las capacidades técnicas y tecnológicas japonesas hacen de sus FAD las mejor dotadas de Asia.

Hay que anotar que estos cambios conceptuales y estratégicos de la capacidad militar japonesa no han discurrido libres de críticas y temores tanto fuera del país como dentro de sus fronteras. Hacia afuera, esta desconfianza es comprensible, pues todos sus vecinos ya se han visto confrontados, en la historia reciente, con lo que significa el militarismo japonés y su expansión. Hacia adentro, muchos actores políticos y muchas personas no ven con buenos ojos la creciente inversión en fuerzas militares, pues aún se recuerdan los estragos y la destrucción que acarreó la Segunda Guerra Mundial, desatada en el Pacífico precisamente por el expansionismo imperialista nipón. Es por eso que el pueblo japonés se caracteriza, entre otras cosas, por un profundo rechazo a la guerra.

Muchos japoneses ven a su país como un bastión del pacifismo, pero esta situación se comenzó a tambalear debido a la invasión rusa a Ucrania. El temor japonés no se debe, empero, a lo que Rusia pueda emprender, sino a lo que China pueda atreverse a hacer, por ejemplo, si se decide a invadir a Taiwán. El gobierno japonés ve con preocupación que la situación de su seguridad nacional se deteriora rápidamente, por lo que ya se habla incluso de un tema que era tabú hasta hace un par de años: la necesidad de prepararse para, en caso necesario, atacar bases militares enemigas. Así que, en lugar de un país comprometido solamente con su autodefensa, ahora tenemos a un Estado que busca desarrollar sus capacidades de asestar un contragolpe en caso de ser atacado.

Para el gobierno japonés, está claro que la paz solamente puede ser garantizada si se mantiene un equilibrio frente a posibles agresores. No se puede pensar que un país no será atacado si carece de fuerzas armadas poderosas: al contrario. Es por eso que el ejemplo de Ucrania ha encendido los focos rojos en Japón y ha fortalecido los esfuerzos de defensa en Taiwán. Es por eso que Japón planea aumentar su presupuesto de defensa hacia 2027 en un 60%. Esto significa que Japón se convertirá en la tercera potencia militar del mundo, después de Estados Unidos y China.

La importancia militar de Japón para Estados Unidos y sus aliados es indudable: la cadena de islas en torno a Okinawa forma, en dirección a Taiwán, una primera línea de defensa frente a China, pues se extiende desde el sur de Japón, hacia Taiwán, las Filipinas e Indonesia, todos países aliados. A ellos hay que sumar a Corea del Sur, que, aunque aliado de Estados Unidos, tiene una difícil relación histórica con Japón. El conflicto de Occidente con China, que se lleva a cabo en diversos niveles (militar, comercial, político, cultural), y que sin duda es el gran conflicto de este siglo XXI, exige que estos países aliados aporten su potencia militar para apoyar a los Estados Unidos. Desde el otro lado de la cancha, el gobierno chino ve a esta etapa de confrontación con Occidente una especie de “segunda parte” de la Guerra Fría: la primera parte fue de Estados Unidos contra Rusia, en esta segunda parte es contra China.

En diciembre de 2022, el Primer Ministro japonés Fumio Kishida dio a conocer la nueva estrategia de seguridad nacional del Japón. Esta nueva concepción parte del convencimiento de que los medios de autodefensa no son ya suficientes para el país. Para cambiar radicalmente esta realidad, el gobernante anunció grandes inversiones en las FAD para el periodo 2022-2027: alrededor de 300 mil millones de dólares, lo que significa que los gastos para la defensa pasarán de representar el 1% del PIB al 2%. El hecho de que se adquieran 400 misiles Tomahawk significa que la política y la estrategia de defensa ya no se basan solamente en la defensa propia, pues estos misiles son de ataque.

Ciertamente, los expertos ya veían venir un cambio en el pensamiento estratégico japonés desde hace unos años, en vista de la fortaleza militar creciente de China, de sus amenazas para “recuperar” a Taiwán (incluso por medio de la fuerza) y de los experimentos con cohetes de Corea del Norte; pero fue la infame invasión rusa a Ucrania la que acabó por derribar los pocos obstáculos que había en el gobierno, en el pueblo y en las FAD para realizar estos cambios fundamentales en la concepción y en la estrategia de defensa en Japón. La aventura militar de Putin en Ucrania hizo ver a los académicos, a los políticos y a los estrategas la enorme necesidad de estar preparados para lo imprevisible, e incluso los ciudadanos ven ahora las cosas de manera diferente, de tal manera que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de la población está ahora a favor de aumentar las capacidades militares del país. Esto es verdaderamente inaudito en Japón. Un “logro” más de Putin.  

Kishida terminó su presentación de diciembre de 2022 con una imagen de la bandera ucraniana, y afirmó que la región de Asia oriental podría convertirse en la futura Ucrania. El General Joel Vowell, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Japón, ha dicho que sus colegas japoneses ven en Japón un símil de Polonia, las Filipinas algo así como Rumania, Taiwán sería Ucrania y China juega el papel de Rusia.

Sin embargo, el aumento en el presupuesto de defensa no hará cambiar por sí mismo la mentalidad de la población, pues una cosa es estar de acuerdo con ese aumento y otra muy distinta el aceptar ingresar a las FAD, ya que la animadversión frente a la guerra es aún muy evidente. Si a eso le agregamos la bajísima tasa de nacimientos en el país, a diferencia de China, que cuenta con una población numerosísima, el panorama es poco alentador. Recordemos que, en Ucrania, ese factor poblacional es crucial para poder sostener la defensa del país, pero frente a los de 36 millones de ucranianos, el criminal invasor cuenta con casi 145 millones de rusos.