El apapacho y el regaño del líder: ¿Cuándo aplicar cada uno?
28/02/2025
Autor: Mtro. Jaime Barrón Blanco
Cargo: Coach Taekwondo

Ser un entrenador formador y líder de un equipo deportivo trasciende el simple diseño de entrenamientos y la planificación de estrategias. Implica conocer a cada deportista como persona, entender sus emociones y saber cuándo es momento de exigir y cuándo de respaldar con un gesto de apoyo. En este delicado equilibrio radica el verdadero arte del entrenador formador: encontrar el momento adecuado para dar un regaño que ajuste o brindar un apapacho que dé seguridad.

En el día a día de la formación de estudiantes deportistas, enfrentamos diversos escenarios: momentos de frustración, dudas, falta de confianza o, por el contrario, exceso de confianza que puede llevar a la relajación o pérdida de enfoque. Aquí es donde el líder debe ser observador, empático y estratégico. No se trata de regañar por regañar ni de consolar sin motivo, sino de encontrar el momento preciso, ser asertivo y utilizar cada herramienta oportunamente para potenciar el crecimiento de la persona.

El regaño: una herramienta para el ajuste

"El regaño" no debe tomarse como algo negativo. Bien aplicado, no es un acto de enojo ni de imposición, sino un mecanismo para hacer ajustes cuando se detecta algo incorrecto, como falta de compromiso, disciplina o concentración. Un líder no puede permitirse ignorar los momentos en los que un atleta tiene algún cambio de conducta, cuando percibimos que algo ocurre, que no está rindiendo adecuadamente o que está adoptando actitudes perjudiciales para sí mismo o para el equipo. Sin embargo, el reto está en la forma de abordar la situación, pues de esto dependerá la percepción y respuesta de los estudiantes deportistas.

El regaño debe ser firme, pero con un propósito claro: hacer ver a la persona qué está fallando, cómo puede mejorar y ofrecerle acompañamiento. Si se hace desde el respeto y con intención de crecimiento, lejos de desmotivar, se convierte en un llamado a corregir y superarse. Es importante que el deportista entienda que la exigencia es por su propio bien y que el líder confía en su capacidad para mejorar.

El apapacho: el pilar de la seguridad emocional

Por otro lado, el abrazo, la palabra de aliento o el gesto de apoyo son igualmente necesarios e importantes. El deporte es una constante prueba de resiliencia, y hay momentos en los que un atleta se siente desmotivado, derrotado, frustrado o inseguro. En esos instantes, el líder debe estar presente para recordarles que no están solos, que el esfuerzo vale la pena y que un fracaso momentáneo no define su capacidad ni su valor. Un mal resultado no te define; la forma en que enfrentamos los retos marcará la diferencia. Como entrenador, con un abrazo quiero transmitir a mis competidores "confianza, seguridad, que sepan que me importan, que confío en ellos, que creo en ellos y que pase lo que pase, aquí estoy", porque si ganamos, ganamos todos, pero si caemos, entre todos nos ayudaremos a levantarnos.

El apapacho no significa ser condescendiente ni minimizar los errores, sino brindar la seguridad de que el proceso importa más que un resultado aislado. La confianza es la base del rendimiento, y cuando un atleta se siente respaldado, tiene mayor capacidad para enfrentar los retos con determinación.

La clave: la información, el equilibrio y la intuición

Determinar cuándo aplicar el regaño y cuándo el apapacho no es una ciencia exacta, sino un ejercicio continuo de observación y experiencia. Cada atleta es diferente, y obtener más información —acercarse a preguntar: ¿Qué ocurre? ¿Cómo te encuentras? ¿Qué está pasando?— permite identificar cuándo necesitan un empuje firme y cuándo requieren contención emocional.

Como líder, mi objetivo es brindar seguridad y confianza a mis deportistas. Al exigirles busco aportar a su formación y mejora, pero también sé que necesitan sentir que cuentan conmigo. Busco transmitirles confianza; al equilibrar la exigencia con el respaldo, mi objetivo es que crean en sí mismos y puedan dar ese extra que hace la diferencia en la competencia y en la vida.

El liderazgo en el deporte, como en cualquier ámbito, no es un manual con reglas fijas, sino una danza entre la exigencia y el apoyo. Un buen líder no solo forma atletas fuertes, sino que moldea personas seguras, resilientes y capaces de afrontar los desafíos con determinación y confianza.

Porque, al final, el verdadero éxito no solo está en ganar una medalla o un campeonato, sino en entender que la victoria está en el crecimiento integral del deportista.

No digo que sea fácil, pero vale la pena el esfuerzo.