El ocelote
05/03/2025
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Hoy no tengo ganas de hablar de Putin, ni de Trump, ni de política, ni de la denodada lucha de Morena contra el nepotismo, ni de políticos y electores irresponsables. Afortunadamente, sé que mis fieles y amables cuatro lectores me comprenderán, pues son personas sensibles, comprensivas y empáticas. En esta columna que perpetramos osadamente cada semana, hemos hablado en varias ocasiones de problemas del medio ambiente, así que ahora nos refugiaremos una vez más en esos temas.

Hace un par de días circuló en las redes sociales y en los medios de comunicación la noticia de que una señora presumió, valiéndose de una fotografía, que su “perrito” había matado a un “gatito” que se había metido en su casa, en “la casa equivocada”, según esta señora. Obviamente no podemos culpar al perro (parece un pitbull) por haber atacado al “gatito” (que resultó ser un ocelote), pero sí es lamentable la ignorancia y el tono triunfalista de la dueña del perro, vanagloriándose de la muerte del pequeño felino, al que exhibe en la foto de marras con un cordel atado al cuello. Como ya parece estar identificada esta persona, es probable que la PROFEPA tome cartas en el asunto. Esperemos que así sea. Por lo pronto, dedicaremos nuestra columna de hoy al ocelote, una especie que, efectivamente, y como casi todas las especies de animales silvestres en México, está en peligro de extinción.

La palabra “ocelote” proviene del náhuatl ocelotl; con ella se designaba, en los pueblos hablantes de esta lengua, tanto al jaguar (Panthera onca) como al ocelote (Leopardus pardalis pardalis anteriormente también Felis pardalis). Estos animales eran parte importantísima de la cosmogonía de los pueblos nahuas, por el tamaño, la peligrosidad y fiereza del jaguar, pues es el felino más grande de América. El ocelote es un mamífero carnívoro perteneciente a la familia Felidae, que originalmente se encontraba ampliamente distribuido en el continente americano, por lo que se conocen unas 10 variantes y dos subespecies, que abarcan una extensión geográfica desde Tejas hasta Argentina. Ya desde los años 70, el ocelote en México se encontraba en peligro crítico de extinción, como lo reporta Villa-Ramírez en 1978. Unos veinte años antes, Starker Leopold no hacía notar que hubiese una situación tan grave en las poblaciones de ocelotes en nuestro país, sino que hablaba de poblaciones ampliamente distribuidas en las zonas tropicales, desde el bosque lluvioso hasta los bosques tropicales caducifolios, incluyendo regiones semidesérticas, consignando incluso que en esos años escuchó de individuos avistados en Coahuila. Por eso podemos concluir que su número disminuyó significativamente a partir de las décadas de los 60 y los 70.

Si observamos las regiones geográficas que habita en América, veremos que su hábitat abarca desde la vegetación densa y de cobertura boscosa hasta regiones más secas, pero en general necesita zonas amplias para vivir. Lo encontramos en una gran variedad de ecosistemas, tales como manglares, pantanos costeros, praderas, pastizales, zonas de matorrales, etc., además de las zonas que hemos anotado arriba.

El ocelote es un felino manchado de tamaño mediano, más o menos del tamaño de un perro “cocker spaniel”. La primera de las subespecies (Leopardus pardalis pardalis), que es la que habita en México, se extiende originalmente desde Tejas hasta el sur de Costa Rica. Es ligeramente de menor tamaño que la subespecie sudamericana y la piel es de tonalidad más grisácea. La otra subespecie (Leopardus pardalis mitis) es la que encontramos en América del Sur, hasta el norte de Argentina; de tamaño ligeramente mayor que la subespecie norteamericana, la tonalidad de su piel es más amarillenta. Las manchas de la piel, en ambos casos, son de color café con el borde negro. Los ejemplares de la subespecie mexicana pesan unos 8 a quizá 10 kilogramos, con una longitud entre 70 y 90 cm de cabeza y cuerpo. Después del jaguar y del puma (Puma concolor), el ocelote es el tercer felino más grande de América.

La hermosura de la piel del ocelote ha sido en gran medida su perdición, pues durante muchos años se le ha cazado indiscriminadamente para apoderarse de la piel. Se trata, en general, de un animal de gran belleza, con unas orejas grandes (y un agudo sentido auditivo), con ojos igualmente de gran tamaño (y un sentido privilegiado de la vista). En las patas anteriores, los ocelotes tienen cinco dedos, con garras largas, muy afiladas y retráctiles. Las patas traseras tienen cuatro dedos.

El ocelote es un animal generalmente nocturno; de día suelen descansar en las ramas altas de los árboles, bajando por la noche para cazar. De naturaleza solitaria, a veces se les encuentra en parejas de hembra y macho. Pueden cazar tanto en el suelo como en los árboles, prefiriendo animales y aves de tamaño pequeño y mediano de hasta un kilogramo de peso: roedores, conejos, liebres, iguanas, aves, monos, tlacuaches, reptiles, murciélagos, ranas y peces, por ejemplo. El célebre naturalista Miguel Álvarez del Toro escuchó que en Veracruz algunos ocelotes cazaban animales del tamaño de un venado temazate (Mazama temama). Aunque se trate de un mamífero pequeño, es un animal fuerte y decidido. Algunos autores de mediados del siglo XX referían que era costumbre, en muchos lugares de México, beber la sangre aún caliente de los felinos cazados -entre ellos, el ocelote-, además de que se atribuía a la carne la propiedad de proporcionar a quien la comiese mucho vigor, salud y fuerza. Ignoro qué tanto sobrevivan estas creencias en nuestros días.

Si bien en México el ocelote está en agudo peligro de extinción, su situación en el resto de las regiones en donde vive varía de un lugar a otro, aunque en general su número en América está decreciendo. Además del comercio ilegal de especies y de pieles, la destrucción y fragmentación de su hábitat es una causa muy importante de la desaparición de este hermosísimo animal, junto con la desaparición de muchas de sus presas. No hay que olvidar a la cacería furtiva, tanto para hacerse de la piel y de los colmillos como para evitar que cause algún destrozo en las especies de corral. En su ecosistema natural, el ocelote es presa de mamíferos más grandes, como el puma y el jaguar. Hay otros animales que también hacen presa de él: boas, en Sudamérica, y diferentes tipos de águilas en todo el continente.

En la actualidad, podemos encontrar individuos de esta especie desde Sonora y Tamaulipas hasta el Istmo de Tehuantepec, y de ahí hacia el este de Chiapas y la Península de Yucatán. En nuestro país se han identificado algunas regiones prioritarias para la conservación del ocelote: la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala en la costa de Jalisco; la región de Los Chimalapas, en Oaxaca; la Selva Lacandona, El Triunfo, El Ocote y La Sepultura, en Chiapas; Calakmul, en Campeche; y Sian Ka’an, en Quintana Roo.

El ocelote es una de las seis especies de felinos que originalmente encontramos en México, lista que incluye al jaguar, al puma, al jaguarundi (Herpailurus yagouaroundi), al tigrillo (Leopardus wiedii), y al gato montés o lince rojo (Lynx rufus). Este último disputa al ocelote el tercer lugar en tamaño entre los felinos y es la menos conocida y estudiada de estas especies, en parte debido a sus hábitos bastante elusivos.

Creo que es muy importante para todos conocer más sobre las especies vivas que aún encontramos en nuestro país, que en alguna época se significó por la gran riqueza de sus recursos bióticos, pero que ahora se destaca tristemente por la rapidez con la que los está haciendo desaparecer. En alguna colaboración próxima hablaremos de las especies animales mexicanas ya extintas. Lo haremos acompañados de un buen mezcal, para enfrentar con más fuerza y resignación tan tristes noticias.