SOS Universitas
12/06/2025
Autor: Dr. David Sánchez Sánchez
Cargo: Director de la Facultad de Humanidades UPAEP

Hoy en TU HISTORIA UPAEP lanzamos un mensaje internacional.

No somos los primeros que, en una noche, tras una larga jornada, tomamos el brillo de una vela o de una computadora de alta generación con diez núcleos, para descifrar nuevos caminos del conocimiento sacrificando incluso el tiempo con nuestras familias. Se nos ha inculcado un amor a la verdad que pudo haber llegado por conocer Ítaca, pasado el Rubicón, puesto una huella en la luna o por haber sido testigo presencial de cómo un jefe de estación gritó "¡Viajeros al tren!".

La Universidad sigue siendo una estación con múltiples vías a todas y a ninguna parte. Tenemos universidades que mantienen el respeto a la tradición humanista pero que sus vías se trazan en círculos concéntricos o distorsionan sus raíles para aparentar ser quien no son. Tenemos estaciones tecnocientíficas donde los rieles parecer flotar fluorescentes y magnéticos atrayendo a los viajeros pese a ser ajenos al éxito del destino. Tenemos también estaciones mixtas donde se interrumpe el tránsito al descarrilar cada cierto número de viajes por la falta de conexión entre el humanismo y el avance científico del s.XXI.

¡Viajeros al tren! Nunca fueron tantos, a nivel mundial, los que han podido tener un billete para tan magnífico viaje, pero tampoco nunca han estado tan señalados como en nuestro presente sobre cierto aroma elitista de haber logrado dicho pasaje. Somos los responsables de que nuestro liderazgo social esté al servicio de que se generen más estaciones y más viajes, más destinos y más lugares desde donde partir. Si miramos a ambos lados de las vías, podemos ver muchos más rostros de familias humildes que por generaciones han luchado para donar un traje de pana, una maleta arañada, un pañuelo atando un pan, un beso y una flor de una madre que llora por una despedida. Si giramos la mirada más allá de la taquilla nos seguimos preguntando cómo hemos logrado estar ahí, a pocos minutos de iniciar un camino al conocimiento y la verdad, dejando atrás ser las manos que en los cristales de las librerías soñábamos con el olor de un libro.

¡Viajeros al tren! El olor de nuestra propia madre se comienza a inculturizar con el olor de la locomotora del conocimiento (nuestra disciplina de estudio); y el perfume resultante solo debería tener camino al éxito. En ese momento, tres banderas dejan de ser domadas por el viento para dar la salida al convoy, llevan varias palabras escritas: Estado, Mercado y Redes Sociales.

Es el momento de que el humo, que da potencia pero que en exceso sin medida y reflexión académica puede dañar (las materias de un mapa curricular) vuele al cielo. Nunca nadie estará conforme con el color de ese humo que bascula entre un arcoíris grisáceo desde el negro de una noche sin luna al blanco perla dependiendo del combustible (la IA, una buena biblioteca, un docente ejemplar, una familia responsable…); pero todos estaremos en acuerdo de que sin energía no habrá movimiento, sin estudio no habrá buena tracción y avance.

Al subir el primero de los peldaños a nuestro vagón (programa de estudios) cometemos el primer error, el creer que somos agentes pasivos del viaje por haber pasado por taquilla. Nos espera primera, segunda o tercera clase (según el prestigio de cada ciencia en cada década), pero ya todos los viajeros de ese tren tienen un lugar donde sentarse. Es la última llamada, ¡Viajeros al tren! El zapato reluciente contra el piso, la columna girada, la nariz en la ventana y solo el sentir que los frenos bajan su guardia iniciándose el movimiento nos hace temblar. Temblamos por lo desconocido (lo que vendrá), lloramos por lo que dejamos (lo que no hemos valorado hasta entonces) y suspiramos (dándonos fuerzas por quien somos en ese momento).

Nunca como hasta hoy esta estación llamada “Universidad” había podido unir a personas de tantas nacionalidades y realidades culturales. En los vagones de sus trenes se hablan varias lenguas, se escuchan plegarias de diferentes religiones o se implora silencio, se tiñen los rostros de fructíferos mestizajes y se comparten sonrisas con ojos nacidos de cunas muy diferentes; sin embargo, parece ser que somos los mismos viajeros, de los mismos trenes, de las mismas vías, de la misma estación que aquellos testigos de finales del s.XX. ¿En qué hemos cambiado? ¿Acaso no deberíamos haber progresado en 50 años en esta estación mundial llamada Universitas?

Antes de oír que hemos llegado al destino llamado Utopía, Revolución, Tecnócrata, Marketing, Tradición… paremos un momento el tren no para quemarlo sino para amarlo y analizarlo. Al frente tenemos la estación “Universidad”, el humo (la energía) en nuestro rostro, el sonido está mezclado en los sentidos con la emoción, los rieles (programas de estudios) firmes y bien diseñados… no debemos esperar un milenio para entender que estamos en tiempo de evitar que descarrilemos para siempre y que la Universitas llegue a su extinción.

No necesitamos mil héroes de la paideia griega arcaica, necesitamos de miles millones de personas como tú que se llenen de gozo en la búsqueda de la verdad. No vale todo, ni todos valemos para todo. Soy incapaz de liderar esta máquina, pero aún como pluma de ave sin nuestra lucha conjunta todo irá al barranco:

la convicción de que esto es posible, de que el amor a la verdad es más fuerte que la voluntad de poder, representa la señal de identidad de los pocos auténticos universitarios que en el mundo quedan” (Alejandro Llano, Repensar la Universidad. La Universidad ante lo nuevo, 2003).

Toda sociedad ha sido una sociedad del conocimiento, en su rango y dimensiones, pero del conocimiento. ¿Y si es hora de repensar una nueva estación, un nuevo concepto de la Universitas? El destino más claro sigue siendo la búsqueda de la Belleza, Verdad y Bien; el crear corrientes de pensamiento y formar líderes que transformen a la sociedad, en la búsqueda de la verdad, integrando fe, ciencia y vida (UPAEP. Misión 2033). Pero ya no tenemos por límite el cruzar bosques, desiertos o mares… ¿Y si el horizonte fueran las propias estrellas? Ya no serviría nuestra querida y vieja estación de tren, que, sin dejar de ser funcional, con sus diferentes vías y propuestas, quedaría como muestra de lo que fuimos y ya no tanto de lo que somos. Debemos ser esa “comunidad que inspira y motiva la vivencia del humanismo cristiano en México y el mundo, haciendo posible, atractiva y pertinente la vinculación de la fe y la razón” (UPAEP. Visión 2033).

Desde hoy el protocolo sería quizás el mismo, lo cual nos une para siempre con nuestras raíces: el caminar a la puerta de embarque, compartir emociones con los compañeros de viaje, dejarse inspirar por quienes ya hicieron similares viajes en otros contextos y situaciones, sentir flores en el vientre ante lo desconocido y lágrimas en las despedidas o sentirnos pluma de ave pero con sueños humildes de grandeza… Debemos dejar atrás lo prescindible para aferrarnos a la imprescindible búsqueda de la verdad. Los que puedan tener algún tipo de temor a este nuevo viaje puede llegarles por el ímpetu adoptado de que todo lo nuevo ya ha llegado y por tanto nada nuevo puede llegar o que todo se repite, aunque este argumento ya viene de textos antiguos como el dicho latino "nihil novum sub sole" (no hay nada nuevo bajo el sol).

Si para algunos el último horizonte es la nada y para otros llegar a esa nada es la auténtica libertad, hoy más que nunca debemos expresar: SOS Universidad, "Save Our Souls" (Salvad nuestras almas).Deberíamos cambiar de estación, renovar la Universitas, y que nuestras mentes estén preparadas para surcar un nuevo milenio donde el nuevo horizonte (el nuevo humanismo), sin menospreciar el tener los pies en la tierra (el humanismo tradicional), sean ya las estrellas de un Universo que evoca vida, fe, amor y creación dejando atrás el individualismo de la supervivencia frente a ser nuevos argonautas y astronautas en comunidad de un nuevo milenio por el que navegar en la búsqueda del conocimiento. El surgimiento de lo nuevo, también es el hoy:

… el futuro de nuestra civilización depende en buena parte de que la Universidad no pierda su esencial vinculación con el tipo de conocimientos que afectan más profundamente a la persona humana. La Universidad -y con ella la humanidad entera- se juega su destino en el tratamiento que conceda a los saberes humanísticos” (Alejandro Llano, Repensar la Universidad. La Universidad ante lo nuevo, 2003).

Sigamos la lucha al infinito y más allá.