Cuando perder te enseña más que ganar
19/06/2025
Autor: Mtro. Jaime Barrón Blanco
Cargo: Coach Taekwondo

Hay derrotas que duelen. Que pesan en el corazón y nos hacen cuestionar todo lo que hicimos antes de llegar ahí. Pero también hay derrotas que nos transforman. Que nos revelan quiénes somos realmente cuando las luces se apagan y el ruido se desvanece.

Una de las frases que más me ha marcado la escuché en una película de Batman. El padre de Bruce Wayne le pregunta: “¿Bruce, para qué caemos?” Y la respuesta fue simple, pero profunda: “Para aprender a levantarnos.” Con el tiempo entendí que esa caída, simbólica o real, es parte esencial del camino. No se trata de evitarla, sino de aprender a levantarse con humildad, con carácter y con coraje.

Perder nos enfrenta con nosotros mismos. Nos obliga a mirar nuestras fallas, pero también a reconocer nuestras verdaderas fortalezas. Nos enseña que hacer las cosas bien, entrenar con disciplina, cuidar nuestra alimentación, dormir bien, mantener el enfoque, hacer todo “como debe ser”, no garantiza el éxito… pero sí aumenta nuestras probabilidades de lograrlo. Y, aún así, hay ocasiones en las que damos el 100%, y el resultado no llega. En esos momentos también hay que tener la grandeza de reconocer que nuestro competidor nos superó. Y eso también es parte de crecer.

Como entrenador, cuando mis atletas salen del área tras un combate o una ejecución de un poomsae que no salió como esperaba, siempre les pregunto: “¿Diste todo en el área?” Y cuando me miran a los ojos y me dicen: “Sí, coach, di todo,” entonces les digo con el corazón en la mano: “Ten tu cabeza en alto, campeona o campeón. Porque diste todo.”

¿Qué sigue después? Hacer un análisis, buscar áreas de oportunidad, ajustar, aprender... y volverlo a intentar. Porque esos momentos nos marcan, nos forman, nos enseñan. Créanme que como competidor, ahora también como coach y como persona, he vivido muchas derrotas. No se trata de negar la tristeza, ni de disfrazarla con falsas motivaciones. Se trata de vivirla, pero sin quedarnos estancados. Porque de cada una de ellas hemos aprendido, nos hemos levantado con más fortaleza, con más experiencia, y con un propósito más claro.

Mi abuelito solía decirme: “No se vale perder antes de haberlo intentado. Campeón, te podrán ganar o te podrás haber equivocado, pero siempre intentándolo y dando lo mejor de ti.” Y esa es una frase que he llevado a mi día a día, y que hoy busco transmitir a mi equipo. Un mal día, un mal evento, una derrota... no nos definen. Lo que realmente nos define es cómo actuamos después de ese momento.

Ahí radica uno de los grandes aprendizajes de la derrota: reconocer que no todo depende de nosotros, pero que sí podemos controlar nuestra actitud, nuestra entrega y nuestra capacidad de volver a intentarlo.

Hay una frase que resume perfectamente este equilibrio emocional: “Que las victorias no se te suban a la cabeza y que las derrotas no se te claven en el corazón.” Ni una ni otra nos define por completo. Ganar no nos hace invencibles, y perder no nos hace menos valiosos. Ambas son parte del juego, de la vida, del crecimiento.

Otra lección que aprendí gracias a las derrotas fue a pedir ayuda. Porque entendí que pedir ayuda no es señal de debilidad. Es un acto de valentía. Es reconocer que queremos crecer, mejorar, y no rendirnos. Las derrotas me enseñaron que no siempre podemos solos, y que sumar a quienes nos rodean, nos hace más fuertes.

Hoy puedo decir que perder, aunque nadie lo desea, puede enseñarnos más que ganar. Porque en la victoria celebramos, pero en la derrota reflexionamos. Porque cuando se pierde con entrega, con dignidad y con esfuerzo real, también se gana algo invaluable: carácter, aprendizaje y resiliencia.

Así que, si un día te toca caer, levántate con la frente en alto. Analiza, mejora, pide ayuda si es necesario… y vuelve a intentarlo. Porque ese, quizá, sea el verdadero significado de la palabra campeón.

No digo que sea fácil, pero vale la pena el esfuerzo.