La doctrina de superioridad aérea: el caso colombiano como ejemplo
03/06/2021
Autor: Dr. Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

Como mis cuatro fieles y amables lectores recordarán, en este espacio hemos tratado de vez en vez temas militares, que en México son generalmente poco tratados, comprendidos y discutidos. Hoy hablaremos del caso colombiano para ilustrar la importancia de la doctrina de superioridad aérea, cosa esencial para la defensa de un país. Trataremos de ligar este tema al caso mexicano, a partir de la discusión de lo que pasa en una nación más o menos similar a la nuestra.

Comenzaremos por definir qué es una doctrina militar: podemos decir que es un conjunto de principios fundamentales y de sus correspondientes tácticas, técnicas, procedimientos técnicos y símbolos, que se emplean para la conducción de las operaciones y mediante los cuales las fuerzas armadas en general o cada una en particular guían sus acciones para cumplir los objetivos nacionales. Es una guía de cómo pensar, preparar y ejecutar las operaciones y el entrenamiento; esto quiere decir que la doctrina debe adaptarse a las circunstancias concretas del momento y que sólo en pocas ocasiones será impositiva.

Una doctrina, por lo tanto, establece los principios, los valores rectores, las capacidades, tipos de misión y de operación de las fuerzas armadas en general y de cada una de ellas (marina, ejército y fuerza aérea) en particular. Podemos decir que la doctrina sirve para saber cómo pensar si no tenemos a un superior en el lugar; es una especie de “reglamento de trabajo” de una empresa o institución. Lo que caracteriza a una fuerza armada es su doctrina; es su razón de ser. Aquí está la explicación de por qué los militares de cada país se uniforman de cierta forma, por qué usan tales o cuales símbolos, cumplen determinadas tareas y no otras, poseen un lenguaje e incluso una tradición musical y de costumbres determinadas, por qué siguen ciertos procedimientos, etc.

Como la doctrina militar incluye los valores y principios de cada nación y Estado, es claro que deben compartirlos: así, las fuerzas armadas de un país democrático deben tener entre sus principios doctrinales la defensa de los derechos fundamentales de las personas y el compromiso con la democracia y el Estado de Derecho. Las fuerzas armadas constituidas formalmente precisan de una doctrina; si no la tuvieran, se trataría solamente de una horda de guerreros.

Un elemento esencial de la doctrina que sirve de guía a una fuerza aérea es su autonomía frente a las fuerzas navales y terrestres, lo cual no existe en México, como caso único en el mundo, pues la Fuerza Aérea Mexicana depende operativa y jerárquicamente de un militar de tierra: del Secretario de la Defensa Nacional. Este es un obstáculo gigantesco que urge remover y corregir, aunque lo más seguro es que el principal obstáculo sean los propios militares de tierra, acostumbrados ya durante años a tener a su servicio a la fuerza aérea y a gozar de los privilegios de tener prioridad en el gasto del presupuesto. Ciertamente, la doctrina es algo dinámico, por lo que, con los cambios en los campos social, científico-tecnológico, político y económico, es de esperarse una revisión en la doctrina. En ese contexto, los documentos doctrinarios deben revisarse periódicamente.

En el mundo actual, debido a las características operativas y tecnológicas de las fuerzas armadas, la superioridad aérea y el dominio del aire son más que un par de objetivos exclusivos del arma aérea: son considerados, política y militarmente, como un asunto del más alto interés nacional, tanto en tiempos de paz como en épocas de conflictos y de guerra. Menos en México, claro está.

La superioridad aérea, para la OTAN, es el grado de dominio en el aire que permite las operaciones amigas en tierra, mar y aire sin ningún tipo de interferencias por parte de las fuerzas enemigas. Un nivel más alto que la superioridad es donde encontramos a la supremacía aérea: la capacidad de negar al enemigo totalmente el acceso al aire. El nivel más bajo de control es la igualdad aérea: solamente se domina la zona controlada por los efectivos del ejército propio o amigo. En tiempos de paz, la superioridad aérea significa, por ejemplo, que se está en condiciones de actuar sin interferencias de adversarios de todo tipo, incluyendo a las organizaciones de la delincuencia organizada. Es decir: un Estado debe mantener una fuerza aérea capaz de negarle el uso del espacio aéreo a quienes lo pretenden emplear para actividades ilícitas. Como ya hemos visto en anteriores contribuciones, México está muy lejos de poder garantizar dicha soberanía de su espacio aéreo, particularmente frente a las bandas de narcotraficantes que constantemente violan sus fronteras aéreas. Las capacidades de detección son muy limitadas, pero las de intercepción son casi nulas.

En el caso de Colombia, desde hace varios años se ha venido estudiando el tema de la renovación de su importante flota de superioridad aérea. Hay que seleccionar y adquirir un nuevo avión o caza de combate que substituya a sus 22 aparatos de origen israelí IAI Kfir C10/12 COA. Hay que recordar, empero, que el equipamiento es importante pero no lo es todo: el aspecto de la capacitación del personal es esencial, de tal manera que no podemos olvidar que los pilotos de combate colombianos se encuentran entre los mejores del mundo, con un nivel de preparación equiparable al de los pilotos de la OTAN. Los aviones Kfir están actualizados con la tecnología más reciente, son muy seguros y efectivos, con un nivel de tecnología en aviación de combate de generación 4.5, con un excelente nivel en armas, mayor precisión en la adquisición del blanco, capacidad de guerra electrónica y casco inteligente, entre otras características.

Pero hay elementos y sistemas que ya no pueden ser actualizados o renovados (motores, sistemas hidráulicos y de combustible, etc.), además de que las refacciones se vuelven cada año más caras y difíciles de conseguir. Es por esto que, a pesar de que los Kfir son aviones más baratos y más antiguos que el F-16, cuesta más dinero mantener uno de ellos en el aire: una hora de vuelo de un Kfir cuesta alrededor de 16 000 dólares, mientras que un F-16 requiere la mitad.

El sistema integral de defensa aérea de Colombia bien podría servir de ejemplo para México, puesto que prácticamente ha logrado reducir al mínimo el uso de su espacio aéreo para actividades ilícitas. Esto se debe a que todo el sistema funciona como debe ser: radares de alerta temprana, comunicaciones modernas, seguras y estandarizadas, aeronaves de superioridad aérea, tripulaciones perfectamente entrenadas y centros de mando y control eficientes. Pero mientras la Fuerza Aérea de Colombia goza de autonomía frente a sus armas hermanas, la Fuerza Aérea Mexicana depende del Ejército y es en realidad un sistema de transporte aéreo y nada más. Mientras el sistema de defensa aérea integral de Colombia trabaja como un equipo sólido y bien formado, en México se destinan aviones de entrenamiento para cuidar la muy porosa frontera sur. Por eso aquí no podemos hablar de que exista una doctrina de superioridad aérea. Este es, sin duda, uno de los grandes retos de naturaleza militar más acuciantes en nuestro país hoy en día, mucho más trascendental que andar construyendo aeropuertos o presentando información pésimamente procesada sobre narcóticos en las “mañaneras”.


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