Este libro será el último del que hable y no porque el cuatrimestre esté a nada de terminar, sino porque es mi última semana siendo estudiante de UPAEP, y creo que la situación amerita que hable de un libro que me haya ayudado a descubrir qué es lo que quería a futuro y me ayudó a que yo fuera sincero conmigo mismo, pese a que fue un libro escrito por David Leavitt hace más de 30 años. La primera vez que escuché de este libro fue en una serie, una curiosidad me invadió y sentí el impulso de leerlo. No voy a negar que es muy difícil de encontrar en electrónico y ni hablar de físico, ya que la primera edición es de 1987.

Para no dar tanto rodeo con mi experiencia, daré una reseña de El lenguaje perdido de las grúas. Nos ubicaremos en el Nueva York de los años 80, donde conocemos a Rose y Owen Benjamin, un matrimonio que, tras varios años en vida conyugal, ha caído en la rutina y el aislamiento. Todos estos años de rutina cambian cuando Philip, el único hijo de los Benjamin decide revelar su mayor secreto a sus padres. No sólo se trata del estilo de vida de Philip, también las típicas visitas de Owen en día domingo, el recuerdo de infidelidades en el matrimonio y secretos.

Leavitt nos presenta la perspectiva no sólo de la familia Benjamin, sino también conocemos a Laura, quien, sin saberlo, ayudará a Owen, Eliot quien será punto clave en la dinámica familiar de lo Benjamin.

El libro trata desde una relación que se deja llevar por la pasión y no piensa en la posibilidad de una ruptura, y de cómo esta no afecta únicamente a los enamorados, sino al círculo de amigos. Una orden de desalojo que puede cambiar tu idea de un futuro asegurado y de cómo los prejuicios de la sociedad pueden afectar la vida amorosa.

Los Benjamin fueron por años una familia que vivía en rutina y parecían conocerse completamente, pero pareciera que lo hacían por Philip, ya que, al empezar sus estudios universitarios, Owen y Rose empezaron a distanciarse. Owen es profesor de una escuela de prestigio y desde que Philip decide confiar en ellos, pareciera que Owen se culpa por las decisiones de su hijo. Rose pareciera que la única solución que encuentra, es pensar que nunca pasó nada y seguir adelante con su vida, sin percatarse que las cosas han cambiado y cuando se da cuenta que los cambios invisibles son los más peligrosos, es cuando empieza a cuestionarse. Philip sólo es un chico que empieza a independizarse y conoce la amargura de una ruptura amorosa, pero se aferra a la idea que puede contar con su familia.

Sinceramente, este es un libro con el cual puedes sentirte identificado. No con los problemas de la familia, sino con los famosos secretos familiares y el famoso “qué dirán”.