El crudo y veraz retrato de cómo una juventud oprimida y succionada por un ambiente de pobreza, violencia intrafamiliar e intolerancia, busca desesperadamente una forma de escapar y sobresalir en un mundo que parece tenerlo todo en su contra.
Bajo la dirección de Gael García Bernal, esta cinta pone el dedo en un renglón poco explorado de la sociedad mexicana, pues se desarrolla en el barrio de San Gregorio de Atlapulco, en Xochimilco, de donde surge el gentilicio, título de la película, que a su vez funge como sinónimo de “necio” o “terco”. Cuenta la historia del Moloteco y el Cagalera, dos jóvenes que emprenderán una búsqueda para cambiar su destino y llegar a cumplir sus aspiraciones y metas.
El ojo que caracteriza a esta película es uno muy perspicaz, pues Xochimilco se vuelve un cosmos per se, uno entrañable y definido hasta el más pequeño detalle. Y pese a que la película es una ficción, sus bases no lo son, pues se ve reflejado en ella un estudio minucioso de cada una de las múltiples aristas que conforman la realidad mexicana.
Es una película que aborda un camino difícil: abre un espacio de reflexión sobre los cimientos de nuestra sociedad, y aunque para muchos, el cine se vuelve este momento donde uno puede desconectarse de su alrededor; éste filme está hecho para todo lo contrario; para conectarnos los unos con los otros y recordarnos el hecho de que, aunque no sea nuestra realidad directa, lo planteado en Chicuarotes, pasa y en una base constante, pues sus protagonistas no son casos aislados, sino un conglomerado de situaciones que se viven día a día en nuestro país.
Aunque su temática principal es regida por un aire un tanto oscuro y desolado, Chicuarotes está muy bien dotada del elemento humorístico y ligero en ciertos momentos que hacen que su apreciación sea más llevadera.
Pese a que para muchos el final podría dejar más que desear, ya que abre una pregunta que no cierra, pues no ofrece respuesta alguna, es una forma de recordarnos que cada quien desde su trinchera puede ayudar a construir un mundo mejor.
Este filme de autoría nacional, aunado a otras películas del año en curso, también es prueba de que México es capaz de mucho más que solo dar refritos de comedias románticas americanas, que es capaz de ponernos la piel de gallina y demostrar que cuando se quiere, definitivamente, se puede.
Por: Paco rubín
Era pez y quería ser hombre para amarla.
Para tenerla, para respirarla con sus branquias.
Quería ser tantito nada más, aunque fuera un segundo hombre, cuerpo de hombre, para amarla mujer.
Se enamoró de la sirena.
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OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
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