La Pluma
La pregunta por el quehacer del hombre
26 August Por: R.C.P.H.

Sin duda, todos en algún momento de nuestra vida, nos hemos llegado a topar con lo que quizá sea el detonante para la acción humana. ¿Qué debo de hacer con mi vida?

Para Kant, el hombre a pesar de caracterizarse por la racionalidad cargaba cual condena la imperfección de sus inclinaciones. Su debilidad por seguir sus inclinaciones mundanas lo ataban al mundo de los fenómenos.

Antes de continuar creo conveniente explicar un poco de la filosofía de Kant. Existen dos realidades: la nouménica y la fenoménica. Lo nouménico es lo perfecto, se encuentran ahí las ideas puras. Vemos a través de una contemplación eterna la verdad. ¿Podemos comprender lo que esto significa?

A veces, a error de equivocarme, imagino estos postulados como si tuviésemos unos lentes que escanean las cosas y nos dicen todo sobre ellas. Desde el material de fabricación, su historia, por quién ha sido usado, su propósito de existir etc. conocer la verdad de las cosas se resume en poder abstraer lo más puro y hasta sagrado: su esencia.

En cambio, en el mundo fenoménico, vemos apariencias de esa verdad. En este sentido se retoma el sentido griego de fenómeno como “aquello que sale a mi encuentro/se me aparece”. De modo tal que nunca puedo llegar a conocer la totalidad de las cosas (los noúmenos) tan solo puedo distinguir ciertas características que mi sensibilidad puede conocer.

Ahora bien, en un mundo de apariencias ¿Cómo he de comportarme? ¿Qué puedo saber cómo cierto o correcto?
Uno de los peligros de malinterpretar la ética kantiana es caer en un asqueroso nihilismo es decir, si todo es una aparente ilusión ¿qué más da vivir como yo quiero? ¿Qué repercusiones tienen mis acciones si, al fin y al cabo no son reales? Llegamos pues a una confrontación muy usual en el hombre ¿Qué valor y sentido tienen mis actos?

Kant defiende la moralidad de dos maneras: existe una Ley Moral por sobre todas las cosas. No existen las casualidades, si conocemos las matemáticas del mundo descubriremos que todo sigue una secuencia lógica por lo que, en ese instante, podemos descubrir una ley que rige todo el cosmos. La ley moral es aquella que por las que el hombre no entra en el mundo de la casualidad, no está arrojado a una desgarradora condena de vivir, tiene un sentido de vida al menos en esa ley.

Que sea racional le permite distinguir entre lo bueno (lo que ley dicta) y lo malo. Más aún, Kant no se conforma en decir que existe una Ley Moral Universal, nos incita que nuestra acciones sean tan apegadas a la Ley Moral que sean referente para toda la humanidad.

Aquí podemos encontrar una primera respuesta ¿Qué debo hacer? Kant nos diría, actuar de tal forma que seas un ejemplo de moralidad. Dentro de varios sistemas filosóficos la moralidad cumple el papel primordial de la vida humana. Nuestra vida gira en torno del actuar, de nuestras relaciones con los otros y con nosotros mismo.

La malo no es malo porque vaya contra alguna ley o norma moral, es malo porque nos destruye por dentro, ciega nuestra racionalidad y llegamos ni siquiera a un estado animal: nos envenenamos de la maldad que nos volvemos maldad misma. Del mismo modo con el bien. El bien no es bueno porque algo o alguien diga que es bueno. Lo bueno nos hace buenos, nos alimenta interiormente y esto se ve reflejado en el actual cotidiano.

De la moral se entiende entonces que lo bueno habita en nosotros. ¿Qué sentido tiene mis actos? Esta pregunta tan importante para buscar nuestra auténtica existencia la podemos tener en diferentes momentos de nuestra vida. Quizá, dentro de los estudiantes sea muy común sobre todo en las temporadas de exámenes, de tesis en cualquier situación que nos genere estrés. El sentido de nuestra vida lo podemos hallar en nuestras acciones pasadas, presentes y futuras. El hombre son sus actos y sus circunstancias. Lo que hacemos en cierto sentido nos define, dice que tenemos interiormente. Nuestras circunstancias, nuestro contexto de vida le da sentido a nuestros actos.

Paradójicamente en nuestros actos encontramos su sentido. Nadie actúa sin conocer lo hace bueno, al menos nadie actúa conscientemente sin conocer lo hace (de lo cual podemos hablar más adelante).

Así que, para concluir, Sería importantísimo preguntarnos por nuestros actos. ¿Qué sentido tiene mis actos? La respuesta mediata es, el sentido que nosotros queramos darle. ¿Qué valor tienen mis actos? Lo bueno y lo malo de ellos está en cuanto hemos decidido seguir la Ley Moral. No solo lo que la sociedad nos dice que está bien o mal, lo que interiormente conocemos como bien y mal.

Parece ser entonces que el hombre son sus actos pero ¿Esto será cierto?

 

DIRECTORIO

Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación Interna
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