[Juan Manuel Mialma afirma que el ECCI destaca por su calidad académica]
Juan Manuel Mialma Madariaga, estudiante de quinto semestre de Enfermería, realizó un semestre de intercambio en la Escuela Colombiana de Carreras Industriales (ECCI) ubicada en Bogotá, Colombia, experiencia que le dejó un mensaje muy claro que decidió compartirlo con toda la comunidad universitaria: el mundo tiene mucho que ofrecer y muchas veces lo que ofrece, está más cerca de lo que creemos.
¿Cómo surge la idea de irte de intercambio? Pocos chicos de tu carrera se deciden por esta opción.Todo comenzó desde el curso de inducción en primer semestre, donde vi que había muchas posibilidades de intercambio, y al comentarlo con mis papás, ellos únicamente me pidieron que yo avisara con tiempo si quería realizar uno, para que pudieran organizarse.
Sin embargo, después lo dejé de lado pues soy originario de Morelos y mi familia tuvo muchos gastos a causa del temblor así que no era un buen momento.
¿Cuál era el objetivo inicial?Originalmente mi plan era irme a Barcelona o Madrid, en España, por esta idea de que así podría conocer más, era también más viable pues no contaba con el certificado TOEFL, así que en mi mente únicamente estaba la posibilidad de irme a España.
Realmente nunca imaginé irme de intercambio a Colombia, creo que solemos tener esta idea errónea de que Latinoamérica no aporta en nada a nuestra educación, pensamos que está de cierta forma “subdesarrollado”, sin embargo, al escuchar el tipo de beca que ofrecían me hizo pensar en que era una buena oportunidad. Y así fue, me di cuenta que esta forma de pensar no podía estar más alejada de la realidad.
¿Recibiste apoyo financiero?Si, la ECCI me dio la oportunidad de recibir la beca de 400 dólares mensuales, me sentí feliz, ya que finalmente realizar un intercambio era el propósito que yo tenía, y el contar con un apoyo para ello, me hizo realmente decidirme. A su vez, UPAEP me ayudó con el costo de los vuelos, lo cual facilitó aún más mi situación.
¿Cuándo te haces a la idea de que el intercambio está por pasar?Al empezar el trámite no tenía mi pasaporte y el mismo día, con ayuda de una de mis maestras, realicé el trámite y me di cuenta de que en realidad todo el papeleo era muy sencillo y rápido. Sería la primera vez que saldría del país; me sentía muy nervioso y precisamente por la cuestión de la rapidez, no tuve tiempo de hacerme a la idea de que esto realmente iba a ocurrir.No fue sino hasta el 10 de diciembre, cuando recibo la carta de aceptación por parte de Colombia, que sentí la realidad del intercambio.
¿Tenías algún prejuicio?Un tema que pesó mucho en mi decisión fue que, tanto mi familia, como amigos, decían que Colombia era muy inseguro por temas como la violencia y el narcotráfico que siempre se ve en series de televisión, y aunque estos prejuicios que la gente cercana a mí tenía seguían latentes, me di cuenta de que es justo por ese tipo de razones que muchos extranjeros no se atreven a venir a México o nosotros ir a otros lugares, así que decidí ver más allá de lo que tenía enfrente.
¿Cómo fue tu experiencia en la universidad?Creo que mi llegada a la ECCI la definiría como extraña, ya que no conocía a nadie y el cambio de la moneda no lo dominaba muy bien, realmente me sentía fuera de mi elemento, pero poco a poco otros estudiantes me acogieron y me ayudaron a entender más de la cultura, los modos de pedir las cosas, entre otras cosas más.
También en términos de la relación maestro-estudiante, me di cuenta de que allá la relación era más cercana y exclusiva, pues como había pocos grupos los maestros te ubicaban y sabían tu forma de trabajar.
Estando allá tomé 7 materias porque en Enfermería tenemos muchas prácticas y no quería que por vivir esta experiencia tuviese que atrasarme en el plan de estudios, entonces me fijé la meta de adelantar lo más posible. Así, las materias que llevé fueron Fisiopatología, Cuidados de Enfermería, Pacientes con Alteraciones Quirúrgicas, Bioética, Psicología Clínica, Inglés y Medicina y Farmacología, la cual fue mi favorita debido a los conocimientos del profesor y su forma didáctica al transmitir el contenido.
También me di cuenta de que los estudiantes de la ECCI, son personas muy preparadas debido a la forma en que funciona su propio plan de trabajo dentro de la carrera; por ejemplo, cosas que yo sabía pero no dominaba al cien, ellos lo tenían clarísimo, y ahí nuevamente reafirmé que Latinoamérica había sido una excelente decisión por su nivel académico.
¿Cómo sentiste el choque cultural?Culturalmente extrañé muchísimo la comida de México; allá les asombraba mucho que siempre quisiera comer picante porque en Colombia no se come para nada. El transporte, por ejemplo, fue algo que me costó muchísimo porque había muchas líneas, tuve que descargar una aplicación para finalmente entenderle.
¿Alguna experiencia que quieras compartir?Algo un poco estresante que viví fue que con mis 9 roomies viajé en semana santa a Cartagena, Barranquilla y Santa Marta; nos fuimos 12 días, pero de regreso de Santa Marta hicimos el check-in en el aeropuerto un sábado como a las 5 am, veníamos cansadísimos y sin un peso encima, fue ahí cuando nos dijeron que nuestro boleto no cubría el peso de las maletas y que teníamos que pagar una tarifa extra; entonces todos llamamos a nuestras casas para pedir más dinero, pero al final nuestro roomie de Ecuador fue quien lo puso. Yo creo que la experiencia nos enseñó a leer más a detalle el tipo de boleto que tramitemos.
¿Te arrepentiste en algún punto de tu decisión?No, nunca. La razón por la que quería irme a España era porque quería viajar, pero en Colombia lo pude hacer, viajé muchísimo ya que en la escuela me contactaron con alguien que organizaba tours para los chicos de intercambio.
¿Qué les dirías a los chicos que ven España como la única opción para su intercambio?Lo que les diría es que hay mil lugares en el mundo que valen la pena conocer como para que cierren su visión a solo una pequeña parte, que es Europa. Volvemos al tema de los prejuicios, hay lugares que tienen mucho que ofrecer, pero solo lo sabremos si nos decidimos a tomar las oportunidades sin hacerles caras y tomar todo con la mejor actitud.
Yo me fui un poco con la mentalidad de “pues ya qué” y terminé enamorándome de la cultura colombiana; al terminar mi intercambio ya no quería regresar.
¿Recomendarías la universidad?Recomendaría totalmente la ECCI a las personas que estudian Enfermería, pues estando allá tuve la oportunidad de hacer prácticas en un hospital y de ver cómo se maneja el sistema en ese país; finalmente, es una experiencia en la que yo diría que solo puedes ganar.
¿Qué piensas de que UPAEP brinde este tipo de apoyos a los estudiantes para sus intercambios?Me parece muy bueno que UPAEP haga estos esfuerzos por llevarnos a otros lugares sin que el dinero sea un limitante, el abánico de opciones es muy amplio y finalmente es una inversión para que encuentres la opción que más se ajuste a ti.
Por ejemplo, contratamos un seguro (AssistCard) que aunque salió ligeramente elevado de precio, cada que tuve alguna necesidad de atención médica recibí toda la ayuda necesaria, inclusive en mi domicilio, cosa que no sucedió con una amiga que había contratado un seguro más barato, entonces sí, finalmente las inversiones lo valen totalmente, nunca sabes cuánto te pueden ayudar en situaciones que no controlas.
Finalmente, cierro diciendo que en serio busquen la oportunidad de irse de intercambio; uno realmente no se imagina cuánto es capaz de aprender y conocer estando en otro país: la gente, la comida, los lugares que un país nuevo te puede enseñar, es algo que todos tenemos que vivir como crecimiento personal.
Recaditos
May: Le deseo a toda la comunidad UPAEP un excelente fin de mes, especialmentea los de la carrera de psicopedagogía.
Leire: Feliz inició de semana a los chavos que realizan servicio de beca en la clínicaUPAEP.
Kevin: Saludos a todos mis compañeritos de administración que van con laprofesora Librada.
Indy: Mucho éxito a todos los chavos que tendrán examen de métodoepidemiológico el próximo martes.
Amelia: Feliz cumpleaños a Diana Gordillo de la carrera de Medicina generación2016. La quiero mucho y le deseo lo mejor.
Brenda: Espero que todos tengan un frío y dulce día.
Victoria: Saludos a Norma Estela Ríos de la carrera de gastronomía generaciónotoño 2018.
Chava: Le mando un saludo a Héctor de la carrera de ingeniería Industrialgeneración otoño 2016.
Diana: Feliz día a todos los alumnos de la escuela.
Beto: Espero que a todos los alumnos que presentarán actividad intermedia deinglés le vaya muy bien.
Adrián: Saludos a mis amigos Miguel y Ricardo de la carrera de Arquitecturageneración otoño 2017.
Fanny: Éxito a todos los chavos que tendrán examen de cálculo diferencial elpróximo jueves.
Los barrotes de la cuna en la guardería fueron el presagio del triste futuro en la vida del condenado, que sigue teniendo frente a sí los barrotes, pero esta vez de la celda en aquella cárcel de la que no saldrá nunca.
Él era sordo y ella, ciega. Se casaron y vivieron felices para siempre.
Al entrar a una cafetería un joven apuesto vio a una hermosa mujer sentada sola en una mesa. -¿Me puedo sentar? – preguntó el joven a la mujer. -Disculpe, pero estoy esperando a alguien – contestó a dama. ¿Puedo preguntar a quién espera? – cuestionó el joven. -No lo sé – respondió la mujer. –La adivina me dijo que hoy conocería a quien me cambiaría la vida y no quiero perder esa oportunidad El joven, decepcionado, dio la vuelta y se fue.
Por: Paco Rubín
("Les juro que esta historia en verdad es mentira") Se sentía frío por el calor que hacía. Esa noche en el día, eran demasiados los pocos que estaban dentro de la casa. Todos afuera. Nadie se reconocía porque ninguno iba disfrazado. Inés a la distancia, se le acercó a Ramiro y le dijo: -Hola Ramiro. Me gustaría saber tu nombre. Solo era un pretexto y empezaron a bailar los dos rígidamente con su cada cual. En uno de los rincones platicaban una muchacha muda con un extranjero que hablaba otro idioma, y se entendían perfectamente. En esa aburrida diversión, recuerdo haber visto a un enfermo muy sano, un glotón que no comía, un enfurecido alegre, un religioso sin Dios, un vanidoso modesto y un tipo con la rutina de no tenerla. También estaban un vividor desahuciado y aquel hombre apurado que se tomaba su tiempo. Había un gato que ladraba y una mujer caía de sueño por haber dormido tanto. De lo que no me acuerdo, es de aquel millonario que me pidió limosna. Y como no llovía, algunos sacaron sus paraguas. Una muchacha de ojos verdes contestó al teléfono que no sonaba. Regina sugirió bajarle el sonido a la música que no había. Qué lástima que no estaba el culto escritor analfabeta con el que estuve platicando abiertamente sin hacer mucho comentario. Y quedándome ahí, me retiré y suí las escaleras de esa casa de un solo piso.
De recorridos y tiempo
Vladimir Escalona Mexica
Mientras espero que salga de su trabajo, se me hace más fácil distinguir cómo transcurren los días. Antes de conocerla no podía; la noción de tiempo me era extraña. Aún recuerdo cuando entré en su existencia y ella me hizo consciente de la mía. Una tarde de primavera, sin tanto chiste como las anteriores, se acercaron dos personas al lugar en el que estaba, no entendí su plática. De repente, ella se dirigió hacia a mí y, por alguna extraña razón, dejé llevarme por sus palabras, desde ese momento, poco a poco, emergió mi noción del tiempo.
Acaban de salir sus compañeros de trabajo al almuerzo, todavía falta para nuestro encuentro. Al principio pensé que era una persona igual a mí, de esas que no saben si viven, ya que ella casi siempre hace la misma rutina. Siempre se levanta a la misma hora, hace el mismo recorrido de su casa al trabajo y viceversa. “¡No hay día que modifique su camino!”, me dije varias veces.
Con el paso de los días, me di cuenta de que, aunque el recorrido es el mismo, su actitud lo vuelve diferente. Unas veces va tranquila, contemplando el panorama, disfrutando al máximo cada detalle, se da cuenta de los diferentes autos que pasan a nuestro lado, las personas que nos encontramos; me dice sus impresiones y me cuenta cómo ha cambiado la ciudad. Otras ocasiones va como alma que lleva el diablo, le gusta sentir el aire friolento recorrer sus manos y su rostro, según ella, eso la hace sentirse viva. Hoy puedo decir que tengo la misma sensación.
¡Rayos! Acaba de salir con su compañero de trabajo, eso quiere decir que nos iremos más tarde. Debo reconocer que algunas veces me desconcierta. Hace un mes, después de dejar a su mamá, me dijo: —Quiero hacer un recorrido más allá de lo acostumbrado —y aceleró su paso, no como quien huye sino como quien quiere encontrarse.
Me dio gusto experimentar su goce en cada parte del recorrido. Aunque las cuestas eran muy empinadas y parecían imposibles, ella me transmitía su esfuerzo y esa sensación de que todo es posible. Una vez alcanzada la cima, se dejaba llevar por los tramos de bajada. Sentir cómo el aire atraviesa cada parte de tu ser es algo que aprendí de ella. Al final del recorrido me dijo: —¡Gracias Vicky, no sé qué haría sin ti! —y sus palabras me hicieron sentir viva. ¡Al fin llega! Es hora de ir a casa. Para algunas personas soy sólo un objeto con ruedas. Desde que estoy con ella, me siento viva y especial. Soy su bicicleta.
Café con leche
Itzel Arroyo
La mañana era fría y el cielo estaba nublado, parecía que en cualquier momento caería una tormenta, como todas las mañanas decembrinas. Por suerte, si eso llegaba a pasar, yo estaría a salvo en la cafetería, eran mis primeros días trabajando y aunque todavía le tenía miedo a la máquina de capuchinos, todo marchaba bien. Las horas pasaban lentas. Clientes entraban y salían. Siempre la misma rutina, tomar la orden, preparar las bebidas, limpiar. —Alicia, ¿puedes atender la barra? Debo reponer los panqués de la vitrina. —Claro.
Me dirigí a la barra, a tomar órdenes. En las mesas había un par de ancianos con las narices pegadas en periódicos, un par de policías tomando café y donas, varias personas de traje impacientes, ordenando shots de espresso, como si no estuvieran lo suficientemente estresados ya…
—Un café con leche por favor.
El que pedía era un joven de rizos chocolate, ojos verdes e intensos con una camisa de cuadros y una chamarra café que se veía algo pesada.
—¿Para aquí o para llevar?
—Aquí, por favor —me regalo una sonrisa muy cálida, de esas que son familiares por lo que te brindan en tu interior.
Pagó y me dispuse a preparar su orden. Lo observé hasta que se sentó. Le llevé su café. Mientras limpiaba las mesas, lo miraba de reojo, había dejado de leer y solo miraba por la ventana, como si esperara a alguien.
—¿Le puedo retirar? –le dije después de mucho rato. Su taza estaba completamente llena. Me pregunté por qué haría eso, si quiere café frío simplemente pudo haber pedido un café helado.
—No, gracias, así estoy bien. Solo una cosa, ¿ya vas a dejar de espiarme? –me puse rojísima y me reí. Avergonzada, huí de la escena.
Cuando se fue y tuve que limpiar su mesa, me percaté de que la taza continuaba intacta. “¿En serio?”, pensé, molesta, pues solo había desperdiciado producto y dinero.
Al día siguiente regresó. Me vio tomando las órdenes en la barra y me sonrió.
—Un café con leche, por favor –pagó su orden y se sentó en el mismo lugar que el día anterior. Chico raro. Después se fue, dejando la taza llena.
Lo mismo ocurrió por varios días. El misterioso chico entraba, siempre a la misma hora, pedía su café con leche, se sentaba, pero jamás lo bebía. Ya me había hartado su teatro. Pero no podía negarle la entrada: el jefe me mataría si descubría que había perdido un cliente. Si pagaba, para él no había problema.
Así que he decidido confrontarlo. Sé que sus asuntos no son de mi incumbencia, pero realmente quiero saber qué significa pedir su café con leche y jamás tomarlo. Aprovecho que hay pocos clientes y que no tengo a nadie en la barra. Pretendo limpiar unas mesas cerca de él, siento su la mirada penetrante, entonces me acerco y lo encaro:
—¿Por qué siempre pides una taza de café y jamás la bebes? —él se sonríe.
“¿Acaso este tipo se estaba burlando de mí?”, pienso, y sin sentir arqueo una ceja.
—No tienes idea de quién soy, ¿verdad?
—¿Cómo lo voy a saber? Jamás nos han presentado, obviamente, no te voy a conocer…
—Ay, Alicia, eres la misma de siempre —“¿cómo sabe mi nombre?, no tenemos plaquitas en el uniforme”, me pregunto, mientras él nota la incomodidad y el miedo en mi mirada.
—Tranquila. Tú y yo nos conocíamos, bastante bien de hecho. Vengo aquí todos los días, a la misma hora y ordeno el mismo café y lo dejo intacto porque tú lo hiciste, el día en que nos conocimos. Lo hiciste hace 3 años, antes del accidente, antes de que olvidaras todo. ¿Ahora sí me recuerdas?
Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación InternaGrecia Juárez Ojeda, DirectoraCristhian Adal García Hernández, Subdirector, Jefe de InformaciónJesús Del Pozo Sotomayor, Jefe de FotografíaEric Contreras Santos, Jefe de Fotografía DeportivaArlette Sánchez Santos, Editora
ReporterosDafne Ixchel Agüero Medina, Jefa de Sección/CulturaGibsy Sagrario Gonzalez Garcia, Reportera de Proyectos de Impacto Social
OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
Diseño y Edición GráficaMa. Fernanda Bretón Vega, CoordinadoraMayra Renne Beltrán Garay, Jefa de DiseñoAmanda Jimenez Cardenas, Jefa de DiseñoMaria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de DiseñoAzalea Hernandez Morales, DiseñadorAzalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores
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