Marco Sedas
Elías Trigo Slim nos cuenta su experiencia dentro del taller de Box.
¿Cómo iniciaste en el taller de boxeo?Porque mi padre me comentó que si la universidad me daba la oportunidad de hacer un deporte entonces la tomara e iniciara con una vida más saludable. Decidí el boxeo porque me ha llamado siempre la atención.
¿Qué es lo que más te gusta de ese taller?Porque tengo la posibilidad de ir cualquier día de la semana. Está muy bien organizado y el ambiente en el entrenamiento es siempre excelente.
¿Qué objetivos tienes al entrenar box?Tener una mejor condición física y adquirir habilidades propias de defensa personal. En los tiempos de inseguridad en los que vivimos pienso que es una característica muy necesaria para todas las personas.
¿Cómo combinas el entrenamiento con tu vida académica?Es importante para mí ya que me ayuda a mantenerme concentrado y tener una vida sana. Combinando con una alimentación saludable me ayuda a mantenerme fresco y a mejorar mi estado de ánimo.
¿Cómo es tu relación con tu profesor y tus compañeros de taller?Muy positiva, todos tenemos la intención de mejorar como estudiantes y también como deportistas. Creo que tenemos un buen grupo, en donde nos hemos conjuntado bastante. Estamos emocionados por el festival que se da cada año y entrenaremos fuerte para ello.
¿Harías la invitación al resto de la comunidad a unirse a boxeo?Por supuesto, porque nos divertimos, es un taller donde usas la mayoría de partes de tu cuerpo, y además sudas. Requiere un gran esfuerzo, necesitas poner todo tu empeño, pero siento que al final las recompensas son muy satisfactorias. Así que los invito a todos a que vengan, conozcan, y formen parte de este gran grupo.
¿Cuál ha sido tu mejor momento dentro de este taller?Probablemente mi primer entrenamiento, me sentía muy nervioso, pero con muchas ganas de demostrarme a mí mismo de lo que era capaz. Disfruté mucho de esa sesión, me esforcé al máximo, aprendí los fundamentos del boxeo y me sirvió como inicio para seguir creciendo y mejorando dentro de este rubro.
Recaditos
May: Le deseo a toda la comunidad UPAEP un excelente fin de mes, especialmentea los de la carrera de psicopedagogía.
Leire: Feliz inició de semana a los chavos que realizan servicio de beca en la clínicaUPAEP.
Kevin: Saludos a todos mis compañeritos de administración que van con laprofesora Librada.
Indy: Mucho éxito a todos los chavos que tendrán examen de métodoepidemiológico el próximo martes.
Amelia: Feliz cumpleaños a Diana Gordillo de la carrera de Medicina generación2016. La quiero mucho y le deseo lo mejor.
Brenda: Espero que todos tengan un frío y dulce día.
Victoria: Saludos a Norma Estela Ríos de la carrera de gastronomía generaciónotoño 2018.
Chava: Le mando un saludo a Héctor de la carrera de ingeniería Industrialgeneración otoño 2016.
Diana: Feliz día a todos los alumnos de la escuela.
Beto: Espero que a todos los alumnos que presentarán actividad intermedia deinglés le vaya muy bien.
Adrián: Saludos a mis amigos Miguel y Ricardo de la carrera de Arquitecturageneración otoño 2017.
Fanny: Éxito a todos los chavos que tendrán examen de cálculo diferencial elpróximo jueves.
Los barrotes de la cuna en la guardería fueron el presagio del triste futuro en la vida del condenado, que sigue teniendo frente a sí los barrotes, pero esta vez de la celda en aquella cárcel de la que no saldrá nunca.
Él era sordo y ella, ciega. Se casaron y vivieron felices para siempre.
Al entrar a una cafetería un joven apuesto vio a una hermosa mujer sentada sola en una mesa. -¿Me puedo sentar? – preguntó el joven a la mujer. -Disculpe, pero estoy esperando a alguien – contestó a dama. ¿Puedo preguntar a quién espera? – cuestionó el joven. -No lo sé – respondió la mujer. –La adivina me dijo que hoy conocería a quien me cambiaría la vida y no quiero perder esa oportunidad El joven, decepcionado, dio la vuelta y se fue.
Por: Paco Rubín
("Les juro que esta historia en verdad es mentira") Se sentía frío por el calor que hacía. Esa noche en el día, eran demasiados los pocos que estaban dentro de la casa. Todos afuera. Nadie se reconocía porque ninguno iba disfrazado. Inés a la distancia, se le acercó a Ramiro y le dijo: -Hola Ramiro. Me gustaría saber tu nombre. Solo era un pretexto y empezaron a bailar los dos rígidamente con su cada cual. En uno de los rincones platicaban una muchacha muda con un extranjero que hablaba otro idioma, y se entendían perfectamente. En esa aburrida diversión, recuerdo haber visto a un enfermo muy sano, un glotón que no comía, un enfurecido alegre, un religioso sin Dios, un vanidoso modesto y un tipo con la rutina de no tenerla. También estaban un vividor desahuciado y aquel hombre apurado que se tomaba su tiempo. Había un gato que ladraba y una mujer caía de sueño por haber dormido tanto. De lo que no me acuerdo, es de aquel millonario que me pidió limosna. Y como no llovía, algunos sacaron sus paraguas. Una muchacha de ojos verdes contestó al teléfono que no sonaba. Regina sugirió bajarle el sonido a la música que no había. Qué lástima que no estaba el culto escritor analfabeta con el que estuve platicando abiertamente sin hacer mucho comentario. Y quedándome ahí, me retiré y suí las escaleras de esa casa de un solo piso.
De recorridos y tiempo
Vladimir Escalona Mexica
Mientras espero que salga de su trabajo, se me hace más fácil distinguir cómo transcurren los días. Antes de conocerla no podía; la noción de tiempo me era extraña. Aún recuerdo cuando entré en su existencia y ella me hizo consciente de la mía. Una tarde de primavera, sin tanto chiste como las anteriores, se acercaron dos personas al lugar en el que estaba, no entendí su plática. De repente, ella se dirigió hacia a mí y, por alguna extraña razón, dejé llevarme por sus palabras, desde ese momento, poco a poco, emergió mi noción del tiempo.
Acaban de salir sus compañeros de trabajo al almuerzo, todavía falta para nuestro encuentro. Al principio pensé que era una persona igual a mí, de esas que no saben si viven, ya que ella casi siempre hace la misma rutina. Siempre se levanta a la misma hora, hace el mismo recorrido de su casa al trabajo y viceversa. “¡No hay día que modifique su camino!”, me dije varias veces.
Con el paso de los días, me di cuenta de que, aunque el recorrido es el mismo, su actitud lo vuelve diferente. Unas veces va tranquila, contemplando el panorama, disfrutando al máximo cada detalle, se da cuenta de los diferentes autos que pasan a nuestro lado, las personas que nos encontramos; me dice sus impresiones y me cuenta cómo ha cambiado la ciudad. Otras ocasiones va como alma que lleva el diablo, le gusta sentir el aire friolento recorrer sus manos y su rostro, según ella, eso la hace sentirse viva. Hoy puedo decir que tengo la misma sensación.
¡Rayos! Acaba de salir con su compañero de trabajo, eso quiere decir que nos iremos más tarde. Debo reconocer que algunas veces me desconcierta. Hace un mes, después de dejar a su mamá, me dijo: —Quiero hacer un recorrido más allá de lo acostumbrado —y aceleró su paso, no como quien huye sino como quien quiere encontrarse.
Me dio gusto experimentar su goce en cada parte del recorrido. Aunque las cuestas eran muy empinadas y parecían imposibles, ella me transmitía su esfuerzo y esa sensación de que todo es posible. Una vez alcanzada la cima, se dejaba llevar por los tramos de bajada. Sentir cómo el aire atraviesa cada parte de tu ser es algo que aprendí de ella. Al final del recorrido me dijo: —¡Gracias Vicky, no sé qué haría sin ti! —y sus palabras me hicieron sentir viva. ¡Al fin llega! Es hora de ir a casa. Para algunas personas soy sólo un objeto con ruedas. Desde que estoy con ella, me siento viva y especial. Soy su bicicleta.
Café con leche
Itzel Arroyo
La mañana era fría y el cielo estaba nublado, parecía que en cualquier momento caería una tormenta, como todas las mañanas decembrinas. Por suerte, si eso llegaba a pasar, yo estaría a salvo en la cafetería, eran mis primeros días trabajando y aunque todavía le tenía miedo a la máquina de capuchinos, todo marchaba bien. Las horas pasaban lentas. Clientes entraban y salían. Siempre la misma rutina, tomar la orden, preparar las bebidas, limpiar. —Alicia, ¿puedes atender la barra? Debo reponer los panqués de la vitrina. —Claro.
Me dirigí a la barra, a tomar órdenes. En las mesas había un par de ancianos con las narices pegadas en periódicos, un par de policías tomando café y donas, varias personas de traje impacientes, ordenando shots de espresso, como si no estuvieran lo suficientemente estresados ya…
—Un café con leche por favor.
El que pedía era un joven de rizos chocolate, ojos verdes e intensos con una camisa de cuadros y una chamarra café que se veía algo pesada.
—¿Para aquí o para llevar?
—Aquí, por favor —me regalo una sonrisa muy cálida, de esas que son familiares por lo que te brindan en tu interior.
Pagó y me dispuse a preparar su orden. Lo observé hasta que se sentó. Le llevé su café. Mientras limpiaba las mesas, lo miraba de reojo, había dejado de leer y solo miraba por la ventana, como si esperara a alguien.
—¿Le puedo retirar? –le dije después de mucho rato. Su taza estaba completamente llena. Me pregunté por qué haría eso, si quiere café frío simplemente pudo haber pedido un café helado.
—No, gracias, así estoy bien. Solo una cosa, ¿ya vas a dejar de espiarme? –me puse rojísima y me reí. Avergonzada, huí de la escena.
Cuando se fue y tuve que limpiar su mesa, me percaté de que la taza continuaba intacta. “¿En serio?”, pensé, molesta, pues solo había desperdiciado producto y dinero.
Al día siguiente regresó. Me vio tomando las órdenes en la barra y me sonrió.
—Un café con leche, por favor –pagó su orden y se sentó en el mismo lugar que el día anterior. Chico raro. Después se fue, dejando la taza llena.
Lo mismo ocurrió por varios días. El misterioso chico entraba, siempre a la misma hora, pedía su café con leche, se sentaba, pero jamás lo bebía. Ya me había hartado su teatro. Pero no podía negarle la entrada: el jefe me mataría si descubría que había perdido un cliente. Si pagaba, para él no había problema.
Así que he decidido confrontarlo. Sé que sus asuntos no son de mi incumbencia, pero realmente quiero saber qué significa pedir su café con leche y jamás tomarlo. Aprovecho que hay pocos clientes y que no tengo a nadie en la barra. Pretendo limpiar unas mesas cerca de él, siento su la mirada penetrante, entonces me acerco y lo encaro:
—¿Por qué siempre pides una taza de café y jamás la bebes? —él se sonríe.
“¿Acaso este tipo se estaba burlando de mí?”, pienso, y sin sentir arqueo una ceja.
—No tienes idea de quién soy, ¿verdad?
—¿Cómo lo voy a saber? Jamás nos han presentado, obviamente, no te voy a conocer…
—Ay, Alicia, eres la misma de siempre —“¿cómo sabe mi nombre?, no tenemos plaquitas en el uniforme”, me pregunto, mientras él nota la incomodidad y el miedo en mi mirada.
—Tranquila. Tú y yo nos conocíamos, bastante bien de hecho. Vengo aquí todos los días, a la misma hora y ordeno el mismo café y lo dejo intacto porque tú lo hiciste, el día en que nos conocimos. Lo hiciste hace 3 años, antes del accidente, antes de que olvidaras todo. ¿Ahora sí me recuerdas?
Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación InternaGrecia Juárez Ojeda, DirectoraCristhian Adal García Hernández, Subdirector, Jefe de InformaciónJesús Del Pozo Sotomayor, Jefe de FotografíaEric Contreras Santos, Jefe de Fotografía DeportivaArlette Sánchez Santos, Editora
ReporterosDafne Ixchel Agüero Medina, Jefa de Sección/CulturaGibsy Sagrario Gonzalez Garcia, Reportera de Proyectos de Impacto Social
OpiniónGrecia Juárez Ojeda, ColaboradoraCarolina Méndez, ColaboradorItzel Reyes Camargo, ColaboradoraRoberto Carlos Pérez Hernández, ColaboradorCristhian Adal García Hernández, ColaboradorJesús Del Pozo Sotomayor, ColaboradorRocio García González, ColaboradoraDiego Efrén Torres Fernández, Colaborador
Diseño y Edición GráficaMa. Fernanda Bretón Vega, CoordinadoraMayra Renne Beltrán Garay, Jefa de DiseñoAmanda Jimenez Cardenas, Jefa de DiseñoMaria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de DiseñoAzalea Hernandez Morales, DiseñadorAzalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores
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