La Pluma
Una vida en Brasil
01 February Por: El Universitario

Por: Karina Itzel León Martínez

Hace un año con cinco meses que decidí vivir la aventura de mi vida y viajar al extranjero gracias al Rotary Club International, una organización impulsora de cambios y transformaciones para la mejora de no solo la localidad, sino del mundo entero, una organización que busca dar, antes de pensar en sí. El proceso no fue sencillo pues, a pesar de contar con las cualidades de embajadora de buena voluntad, pasé por diversos exámenes como, conocimiento generales, psicométricos, entrevistas, para poder ser parte de aquella inmensa lista de aspirantes que, así como yo, buscaban cumplir su sueño. Todos nosotros estamos dispuestos a lograr un cambio en la vida de las personas y, a través de ello, en las nuestras. En particular yo quería vivir nuevas experiencias y descubrirme a mí misma. 

La espera y la documentación fue larga, más de lo que pudiera explicar, a veces sentía que nos llenaban de obstáculos y acumulación de estrés para poder ver quiénes serían los últimos que soportarían el proceso, ya que siempre faltaba o había que corregir algo. Mis amigos intercambistas decían que era duro, pero que debía continuar. Al final de todo sería recompensada con la maravillosa experiencia de viajar a otro país y así fue. 

Tras meses de espera, una noche me llamaron por teléfono y me dijeron que había sido aceptada. Los oragnizadores me dijeron que se había abierto un lugar para mí. Era un lugar tropical y en Sudamérica. Yo me soprendí porque en mis planes estaba algún país en Asia. No fui la única: muchos –más de la mitad de aspirantes– nos fue arrebata la esperanza de escoger el país que quisiéramos debido a la falta de extranjeros que llegarían a nuestro país, ya que de eso de trata el intercambio, de una convivencia entre culturas: mientras tú te vas, alguien viene a tu lugar. En mi caso mi única opción fue Brasil. No fui la única. Algunos compañeros se decepcionaron y salieron del programa de intercambio. Sin embargo, lo pensé bien, y dije: ¿por qué no? Y acepté. No puedo considerar que yo escogí a Brasil como país de residencia durante un año, sino que él me escogió a mí y fue hasta el final que yo lo comprendí. 

Sin duda, mi viaje a Brasil fue una experiencia larga, te llena y enriquece como persona, abre tus puertas y tu mente de una manera que no imaginas y dejas de pensar como solías hacerlo. Te libera de la costumbre y monotonía de tu entorno. Además, expande tus horizontes culturales. En un viaje cambias, cambian tus ideas y tu cuadrada forma de ver el mundo. También te independizas. A veces te adaptas con un poco de dificultad a costumbres nuevas, comida y lenguaje diferentes a los tuyos. 

Antes de llegar al Aeropuerto Internacional Galeão de Río de Janeiro, tenía una idea vaga sobre lo que era Brasil. No quería saber mucho para que el país me sorprendiera. Mis ideas estaban basadas en los estereotipos que se han hecho de Brasil, difundidos por los medios: las playas, el calor insoportable, las personas hermosas y bronceadas; las favelas, el Cristo Redentor y la samba. Pensaba que todo brasileño debía tener estas cualidades: bailar samba, estar bronceado y por lo menos haber visitado al Cristo unas diez veces. Sin embargo, la realidad fue diferente a la esperada, como siempre, ¿no? La mitad de estas características las pude encontrar en la ciudad donde viví: numerosas playas a tan solo cinco minutos de mi nuevo hogar, favelas por doquier, vivir a 35 grados, la moda por la piel bronceada y la samba tocando en el centro de Río hasta el amanecer. Lo menos que esperé fue que la mayoría de cariocas (personas nacidas en Río), a pesar de tener al Cristo Redentor frente a sus narices, nunca lo han visitado y esto se basa en su idea de “cualquier día voy”. 

Otra cosa que descubrí es la hetereogeneidad de Brasil debido a que es una tierra que dio hogar no solo a una cultura, sino a muchas. Pero entonces, ¿qué es Brasil? Brasil es tierra de caipirinhas, cachaça, catuaba, corote, churrascos, pão de queijo, brigadeiro, feijoada, strogonoff, guaraná, açaí y, por supuesto, como plato diario arroz blanco, frijoles negros y farofa. También es tierra de capoeira, samba, pagode, forró, frevo; MPB y funk. Brasil es una tierra que, a pesar de sus múltiples diferencias, sabe cohabitar con la diversidad de culturas que presenta. También es un país donde la vergüenza no existe y andar de chanclas el día entero inclusive para ir a la universidad puede ser de lo más casual. También Brasil es un lugar donde el extranjero es muy bien tratado. Y a pesar de ser nuestro rival en fútbol, es amante de nuestras novelas como La Usurpadora, Rebelde, María la del Barrio o series como la de El Chavo del Ocho, entre otras. Otro recuerdo inolvidable es el carnaval. Es la temporada más “fodase” y libre de todo brasileño. Todo turista recorre las calles que se inundan de alegría, música y baile hasta el amanecer.

También descubrí que Brasil es un país en el que, por desgracia, aún hay muchas diferencias entre las clases sociales y en donde el color de tu piel en muchos casos define tu estatus. También comprobé que sobrevive el racismo a pesar de que más del 60% de su población sea de color. Otra cosa que me llamó la atención fue que, a pesar del futbol y de otros fenómenos nacionales, no podría definir a Brasil como un país patriota. Siempre al hablar con brasileños de mi edad sobre su país me contaban con gran detalle lo decepcionante que era a veces ser brasileño. No tenían muchas esperanzas en su futuro y tenían la esperanza de ir al extranjero en busca de mejores oportunidades. Incluso se soprendían de que yo estuviera ahí como residente temporal. Por supuesto, entendí que el país no tiene la culpa, sino las malas decisiones del gobierno y las consecuencias de las políticas implementadas en los últimos años.

Sin embargo, a pesar de todo esto, los brasileños no pierden el orgullo por su país. Algunos son muy conscientes de sus problemas y buscan soluciones para tener una mejor nación. Por supuesto, en medio de todo esto estaba la política: durante toda mi estadía en Brasil ocurrieron protestas a favor y en contra del gobierno. Escuchaba los gritos y veía las pintas de “Fora Temer” y “Lula Livre”. Brasil, como pueden ver, tiene muchas cosas qué decir. A pesar de tener innumerables problemas sociales, su gente hace que puedas saborear y disfrutar la belleza de su cultura, biodiversidad y alegría. Sin duda alguna, mi experiencia en brasil fue inolvidable, llena de “saudades” y alegrías que espero algún día poder revivir. Podría resumir mi año en Brasil en este dicho popular: “no fue un año en una vida, sino una vida en un año”. 

 

 

DIRECTORIO

Publicación a cargo de la Lic. Yolanda Jaimes Vidal, Coordinadora de Comunicación Interna
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Arlette Sánchez Santos, Editora

Reporteros
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Grecia Juárez Ojeda, Colaboradora
Carolina Méndez, Colaborador
Itzel Reyes Camargo, Colaboradora
Roberto Carlos Pérez Hernández, Colaborador
Cristhian Adal García Hernández, Colaborador
Jesús Del Pozo Sotomayor, Colaborador
Rocio García González, Colaboradora
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Diseño y Edición Gráfica
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Amanda Jimenez Cardenas, Jefa de Diseño
Maria Teresa de Jesus Guendulain, Jefa de Diseño
Azalea Hernandez Morales, Diseñador
Azalea Hernandez Morales, Maria Jose Guitierrez Arcega, Miguel Lopez Rosete, Aldo Arturo Gonzalez Ávalos, Rose Mary Susana Figaredo Ilustradores

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