Por: Ilse Vanessa Arizmendi Laguna
Han pasado más de 30 años desde que un misterioso suceso ocurrió en una zona que ahora se conoce como el “Área X”, un lugar remoto y escondido de Estados Unidos. A esa zona es enviado un grupo de mujeres; su misión es desentrañar los secretos de ese paraje. Esta síntesis es la trama de Aniquilación, una obra de ciencia ficción escrita por el autor Alex Garland que nos sumerge en el misterio. El filme está basado en el bestseller Aniquilación de Jeff VanderMeer, primer volumen de una trilogía que ha cosechado buenas críticas. Esta adaptación es uno de los proyectos más ambiciosos de la plataforma Netflix. Por supuesto, hay que reconocer que la leyenda: “Una película original de Netflix” da algo de miedo, por algunos proyectos fallidos en el pasado, pero esta apuesta es, a mi gusto, todo un acierto.
La paradoja de Teseo cuestiona hasta qué punto un objeto debe ser reemplazado en sus partes para dejar de ser considerado el mismo. El historiador griego Plutarco cuenta que el barco en el que Teseo volvió a Atenas desde Creta, era conservado desde épocas remotas mediante el reemplazo constante de tablas estropeadas. Llegado un punto, el material del barco había sido cambiado en su totalidad, por lo que había una disputa entre algunos filósofos que consideraban que continuaba siendo el mismo y otros que creían que su identidad era otra.
Aniquilación se apoya en la paradoja de Teseo para hacer una continua reflexión acerca del sentido de la vida. Se nos hablará de cómo todo cambia, muta, se transforma y fluye; incluso de lo que nos define como seres humanos. Otro tema importante que muestra el filme es cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro entorno, a través, tanto de la destrucción como de la creación. Se podría decir, en líneas generales, que Aniquilación podría ser un ensayo sobre la propia raza humana.
Otro concepto que entra en juego es el de la autodestrucción ya que todas las protagonistas de la película están dirigidas a una especie de abismo, sobre todo cuando se internan en lo más profundo del “Área X”. Esta idea trasciende a la película cuando pensamos en la innata capacidad de los seres humanos para acabar con ellos mismos, no importa el cómo (alcohol, tabaco, entre otras drogas), por mucho que las intenciones no sean las de un suicidio consciente.
El carácter autodestructivo está presente en todas las exploradoras y se manifiesta a raíz de diversos motivos: cáncer en la psicóloga; el cortarse a sí misma con el objetivo de sentirse viva de la física; remordimientos por el adulterio de la protagonista; frustración por la muerte del hijo de la geóloga, las adicciones de la paramédica. Aniquilación nos muestra que la autodestrucción puede llegar de muy diversas formas: el odio a una misma, una pérdida inconsolable.
Estos elementos ocurren en un ambiente onírico que sólo podría construir el cine, con elementos poéticos de gran belleza como un faro, una playa y el cielo cubierto de estrellas. Los personajes deben enfrentarse a sus propios fantasmas mientras descubren criaturas imposibles como un horrible oso que, al abrir su hocico, emite los gritos de auxilio de sus víctimas.
En Aniquilación vemos paisajes que, al mismo tiempo, atraen y ponen los pelos de punta por su estética que mezcla lo amenazante y lo onírico. Toda la atmósfera del filme está encaminada a seducirnos, incluso en los títulos de crédito finales, también muy cuidados y bien trabajados. La película recalca, en varios momentos, que los seres humanos nos empeñamos en buscar explicaciones para cosas que ni la tienen ni la necesitan, que se limitan a ser así.
Por supuesto, estamos ante una obra muy compleja: los diálogos son interesantes, al igual que las acciones y los símbolos que se pueden extraer de ellas. Esta es una de esas películas en las que todo, incluidos elementos en apariencia intrascentes como un faro en una playa, tienen un significado, así que hay que poner mucha atención, seguir a los personajes e interpretar lo que les está sucediendo. Esto, finalmente, es lo que busca generar el buen cine.
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