La Sífilis es una infección de transmisión sexual que se produce precisamente al contacto con personas infectadas.
Y aunque hace algunos años los índices habían bajado en forma importante debido al cuidado de la gente, evitando la promiscuidad. Actualmente la infección ha aumentado en forma alarmante en nuestro país debido al descuido y desatención hacia la misma infección.
La ciudad de México, Jalisco, Sonora, Tamaulipas, Nuevo León, Baja California y Veracruz, son los estados que han sufrido el mayor repunte, aunque en general el aumento en el país es generalizado.
La Secretaría de Salud publicó que los casos se incrementaron 21.6% al pasar en 2017 de 3 mil 157 casos a 3 mil 839 casos en 2018, siendo en mayor porcentaje para los hombres, aunque cabe destacar que la infección también se puede transmitir de madres infectadas a sus hijos durante el embarazo. En este caso ha incrementado también en un 19.7%, situación por demás alarmante.
Por su avance en el organismo, la sífilis puede clasificarse en tres etapas: primaria, secundaria y terciaria.
La Sífilis primaria se incuba de 14 a 21 días. Aparece como una llaga o úlcera indolora en genitales, boca, piel ano y sana por si sola en 3 a 6 semanas. Hay inflamación de los ganglios en la zona de la llaga. Posteriormente la bacteria se sigue multiplicando en todo el cuerpo pero hay pocos síntomas hasta la segunda etapa.
La Sífilis secundaria empieza 4 a 8 semanas después de la Sífilis primaria. Los síntomas son erupción cutánea en plantas de pie y palmas de manos, úlceras alrededor de la boca, vagina o pene, verrugas o condilomas en genitales y pliegues de la piel, fiebre, falta de apetito, dolores musculares y articulares, cambios de visión y pérdida de cabello.
La Sífilis terciaria se presenta en pacientes que no han recibido tratamiento y depende de los órganos que ya han sido afectados como el corazón con daños a las válvulas, trastornos del sistema nervioso central (Neurosífilis), y tumores de la piel, los huesos o el hígado.
El diagnóstico se realiza mediante examen clínico, exámenes de sangre, punción lumbar y tomografías.
Cabe destacar que el tratamiento es a muy largo plazo, con diferentes medicamentos, y el mismo no garantiza la erradicación de la bacteria y en los neonatos la infección puede dejar huellas o secuelas de por vida.
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