No recuerdo en qué momento de mi vida leí, me contaron, escuché; adopté un asombroso remedio para sentirme vivo. A veces, en el tumultuoso mar de incertidumbres que representa la vida, en medio de lo que pareciera ser caótico podemos llegar a contemplar la monotonía como el último bastión de conformidad. Adueñarse de por lo menos mis palabras en medio de la crisis es sin duda uno de los placeres más simples que tengo.

En este ámbito resulta indiscutible la presencia de los mantras en mi actuar cotidiano. Un mantra entiéndase como aquel juego de palabras, frase o sonido que al cabo de su repetición reconforma la conciencia de quién lo recita. El juego léxico motriz apacigua las ansias en tanto que por fin podemos escoger lo que muy posiblemente serán las últimas palabras que por de fallo nos acordaremos.

Y en mis no pocas ni muy pequeñas crisis ansiosas que suele tener salen de mis labios, como conjuro contra la vanidad del mundo, algunos extractos de mi poema favorito del gran José Emilio Pacheco. “De algún tiempo a esta parte” es el poema en cuestión.

Lo sorprendente de este poema es que nunca deja de maravillarme. A pesar de haberlo repetido en tantas ocasiones sigue siendo nuevo para mí. <<Comenzaste a morir y a darte cuenta de que el misterio no va extenuarse nunca. El despertar es un bosque de hallazgos>>.

Dudo mucho que algún nuevo integrante de la comunidad UPAEP me esté leyendo, posiblemente, al igual que 2/3 de la población en la universidad no sepa de la existencia de esta sección del periódico pero, me gustaría por mientras, en unas vagas patadas de ahogado dedicar estas letras a la contemplación de no un comienzo nuevo, sino del flujo repetitivo del esfuerzo humano.

Uno de los factores clave para no perdernos las maravillas de la vida es aferrarse a la capacidad de asombro. Sabernos infinitamente finitos y nuevos cada día. Heráclito, un filósofo que vivió antes de que se llamara filosofía a la filosofía veía al mundo como un flujo de cambio. Siempre en movimiento, nunca estático. En este sentido todo el universo día con día es otro al que conocimos, inclusive nosotros no somos los mismos de hace unas horas.

Sin nos pusiéramos a leernos, a saber quién es esta persona que está a punto de iniciar la vida universitaria, de acabarla o de recusarla veríamos con asombro personas totalmente distintas a las de hace unos días, semanas y años. No me refiere físicamente, el carácter, la madurez y nuestros propios gustan se han ido deformado o reformado o formado, nunca estancado en el tiempo.

Entrar a un semestre nuevo no son las dudas de siempre, son nuevas y más grandes. Sin duda el temor y la excitación por saber qué pasará más adelante nos ayudarán a despertar día a día y saber que todo es maravillosamente nuevo.