Antes que nada, quiero ofrecer una disculpa por la pobreza y falta de imaginación para el título de esta columna. Si leyeron el artículo del número anterior, se dieron cuenta que en mi escrito enaltecí la iniciativa del gobierno federal por la distribución de la llamada “Cartilla Moral”, lo que en realidad es un texto filosófico sobre ética. Ahora bien, creo necesario aclarar algunas cuestiones y agregar otras tantas.
Primero. No he dicho que los ensayos de Alfonso Reyes sean los más óptimos para "moralizar" una nación. Alabo la iniciativa de llevar un texto filosófico a la mano de todos. Un texto que, parece romper por completo con la filosofía partidista de MORENA. Lo cual me hace pensar a) no tienen idea de qué va el texto, o b) el que está a cargo de este proyecto es un genio.
Pasa que la “Cartilla Moral” es un texto, por decirlo así, neutral ya que no define ni da poder para decir qué es el bien o el mal. Es más, hasta aclara que instituciones como la Iglesia se encargan de eso. Lo único que hace es, parafraseando "crea en lo que crea póngalo en práctica".
De igual forma, el escrito que nos ocupa llega a hacer una reflexión primordial, muy socrática: conocerse a sí mismo. Dominarse, reconocer las virtudes que poseo y cómo ponerlas en práctica. Una vez que se ha dado el autodescubriento se puede comenzar a "trabajar con los demás". La familia como núcleo social, la sociedad en sí, la nación y por último la naturaleza. En ningún momento menciona qué hacer y no hacer (es decir definir el bien y el mal).
Segundo. Las últimas preguntas que lanzo justamente cumplen un papel provocativo. A principios del siglo XX varios filósofos mexicanos se cuestionaron el devenir del pueblo de México. Paz retoma en su "Laberinto de la Soledad" la antigua tesis de Samuel Ramos sobre <<el peladito>> sólo que ahora en la figura del <<Pachuco>> haciendo alusión a una desmedida muestra de euforia o mejor dicho de histeria. Dicha histeria proveniente de un sentido de inferioridad el cual se origina en una problemática de manipulación histórica, es decir, en una falta de auto-descubrimiento, en una ausencia de identidad o, mejor dicho, en una imposición de identidad. ¿Qué tiene que ver con esto? en que no hay una maduración en el <<Yo>>. El comportamiento "aventado" es la falta de un dominio de sí. La maduración es de corte espiritual. No se ha sabido acallar los apetitos. Esto es, por lo menos algo que he estado pensando pero aún es una idea vaga, no he sustentado bien esta idea debido a que se me vino en el momento en que escribía la columna. Lo ligué con mis investigaciones anteriores. Me falta abordar más el tema pero por tiempos será para el próximo semestre.
Tercero. Esto último va relacionado con la primera cuestión. Abraham Martínez López me preguntó qué hubiese pasado si en lugar de estos ensayos se hubiese repartido, digamos, un libro religioso como la biblia (igual aplicable al Corán, Torá o cualquier otro libro religioso).
Con la biblia ya es complicado pues ya interfiere un Credo. Ahí si existiría manipulación o ideologización. La diferencia entre la Biblia y el ensayo de Reyes es que representa una Autoridad. Es “Palabra de Dios”, la Biblia sí dicta qué está bien o qué está mal. Dicta una serie de leyes y principios, en tanto, la Cartilla es en realidad una invitación a cumplir esa serie de leyes y principios.
De la misma manera un viejo amigo llamado Raúl, quien es de Monterrey me hizo ver un factor importante y hasta cierto punto preocupante.
Hasta ahora no se han hecho una maroma extraña para definir Moral. Si el Estado quisiera definir el Bien o el Mal entonces entraríamos en conflicto pues el Estado sólo tiene poder, más no autoridad, autoridad para poder emitir un juicio de valor. Así pues, a pesar de que el Estado apruebe una ley (como el permitir la esclavitud) no significa que esto sea “bueno”. Sabemos que existe una dignidad per sé en el hombre, lo que podríamos llamar derecho natural. Ante esto el Estado no tendría por qué querer modificar la naturaleza de las cosas.
La autoridad moral sólo la poseen instituciones que se encargan de resolver las grandes preguntas del hombre: ¿de dónde venimos, hacia dónde vamos, para qué estamos aquí? Que el Estado quiera tomar una postura así, significaría que se está posicionando al grado de una deidad que puede cambiar la naturaleza de las cosas a su conveniencia. Aquí ya existe un riesgo latente pues ¿para qué se quiere realizar una “constitución moral”? ¿Acaso nuestro amado líder quiere tomarse el papel correspondiente a otras instituciones para dictar lo que está bien o mal? En realidad ya lo está haciendo, con sus cariñosos consejos de “pórtense bien”.
Debemos estar al tanto de las próximas jugadas, no convendría que el Estado tomara esta posición pues, realmente, se convertiría en una manipulación dictatorial.
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