El papel de la mujer en la agronomía: desafíos y oportunidades
08/03/2025
Autor: Daniela Reyes Ayala
Programa Académico: Estudiante Ingeniería en Agronomía

La participación de la mujer en la agricultura ha sido históricamente limitada por barreras sociales, económicas y culturales. En décadas recientes, su influencia y relevancia han crecido, abriéndose paso en diferentes áreas del sector agrícola y reduciendo así muchas de estas barreras. Sin embargo, esto no significa que la brecha en su participación haya desaparecido por completo.

A pesar de los avances, las mujeres en la agronomía aún enfrentan desafíos que les impiden su pleno desarrollo e integración. Uno de los principales obstáculos, tanto económicos como sociales, es el acceso desigual a recursos fundamentales para su incorporación al sector agrícola, como la propiedad de la tierra, la capacitación y el financiamiento. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), cerca del 70% de las mujeres que se dedican a labores agrícolas no cuentan con tierras propias, lo que las coloca en una situación de desventaja y dependencia.

Aun con estas limitaciones, se estima que las mujeres generan más de la mitad de los alimentos provenientes de cultivos a nivel global, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 2025). Muchas se dedican a la agricultura de manera independiente, enfocándose en la producción de alimentos para el consumo familiar. No obstante, la mayoría participa como fuerza de trabajo agrícola no reconocida o “invisible” en parcelas familiares.

Por otro lado, en el ámbito educativo ha persistido el estigma de que las carreras relacionadas con la agronomía son “solo para hombres”, bajo el argumento de que se trata de un trabajo pesado o que el perfil masculino encaja mejor con las actividades en el campo. Basta con mencionar que la primera mujer en graduarse como ingeniera agrónoma en México fue María Elena Jiménez Lozano en 1952, un logro tardío si lo comparamos con Matilde Montoya Lafragua, quien obtuvo el título de médico y partera en 1887, o con María Luisa Dehesa, la primera arquitecta mexicana en 1939. Resulta llamativo que no existiera una mujer con el título de agrónoma hasta mediados del siglo XX, a pesar de que las mujeres han trabajado en el campo durante siglos. Gracias a la perseverancia de María Elena en un ambiente hostil, se logró abrir la puerta para que las escuelas agropecuarias admitieran a mujeres, permitiendo que la mitad de la población, antes excluida de este conocimiento, pudiera estudiar carreras en agronomía.

Hoy en día, gracias a muchas mujeres que han luchado por la equidad de género en este sector, la brecha es menor que hace algunas décadas. Cada vez hay más mujeres que estudian o se han graduado como ingenieras agrónomas y, gracias a aquella primera pionera, yo también puedo estar escribiendo este artículo.

Si bien aún existen desafíos, el panorama es más alentador. Existen numerosas iniciativas que buscan empoderar a las mujeres en el ámbito agronómico. Un ejemplo destacado es la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), que durante más de dos décadas ha promovido la creación de cooperativas femeninas, impulsado avances normativos y desarrollado proyectos para la visibilización y profesionalización de las mujeres rurales, contando con historias de éxito que inspiran y empoderan a muchas más.

Además, algunas empresas privadas han comenzado a sumarse a proyectos que reconocen el valor de la diversidad de género en el sector agrícola. Por ejemplo, PepsiCo ha implementado diversos programas en Latinoamérica para involucrar a más mujeres en distintos puestos. En Colombia y Perú, la compañía lanzó el programa "Ella alimenta el mundo", cuyo objetivo es impulsar la economía de mujeres rurales y sus familias, abordando la seguridad alimentaria y la desigualdad de género a través de formación y acompañamiento para mejorar sus cosechas e ingresos (El País, 2024).

En conclusión, la integración completa de la mujer en la agronomía es esencial para el desarrollo sostenible del sector agrícola. Reducir, e incluso cerrar, la brecha de género no solo es una cuestión de justicia e igualdad social, sino también una estrategia clave para incrementar la productividad y garantizar la seguridad alimentaria. La promoción de políticas y programas inclusivos es fundamental para que más mujeres puedan acceder a recursos, financiamiento y educación en este ámbito, mejorando así su calidad de vida. No debemos olvidar que las mujeres han sido, son y seguirán siendo una parte fundamental de la producción agrícola.

Referencias

El País. (2024). PepsiCo: una visión con ADN femenino. El País México. https://elpais.com/mexico/branded/2024-10-23/pepsico-una-vision-con-adn-femenino.html

Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). (2025). El derecho a la alimentación. La mujer rural y el derecho a la alimentación. FAO. https://www.fao.org/4/W9990S/w9990s10.htm