Se acerca la temporada de premiaciones, y eventos como los Golden globes o los Óscares se vuelven el tema de conversación más popular. Haciendo alusión a estos eventos, una de las películas imperdibles para cualquier verdadero cinéfilo es BABYLON.
Escrita y dirigida por el reconocido cineasta Damien Chazelle, quien obtuvo el reconocimiento a nivel global por sus obras whiplash y LaLaLand, presenta esta vez una obra muy poco convencional pero increíblemente alucinante.
Se puede decir que esta nueva obra tiene toques similares a LaLaLand, ambas están situadas en la ciudad de Los Ángeles California y ambas suceden alrededor de lo que es la industria del cine, específicamente en estados unidos. A diferencia de LaLaLand, esta es una película de época, sucede en la década de los 20´s, y no es un musical. Aunque es necesario aplaudir una vez más el increíble talento del compositor Justin Hurwitz, que además de poseer dos óscares por su trabajo en dicho musical, solía ser compañero de cuarto de Chazelle. La sinergia de trabajos que realizan es apasionante y conmovedora, logran crear nuevas sensaciones con dichas canciones que potencializan la narrativa.
Otro departamento que se encuentra nominado a un premio de la academia es el de diseño de producción, a cargo de Florencia Martin y Anthony Carlino. Es absolutamente impresionante ver cómo en los primeros 30 minutos de la película están sucediendo tantas cosas y aún así, cada elemento se siente tan orgánico en ese ambiente. Es hasta cierto punto abrumador para el espectador, pero aún así, es una sensación que respalda la narrativa. Desde la ambientación, los props, todo es visualmente necesario y verosímil.
Cabe mencionar que este es un guion muy poco convencional, posiblemente no sea del agrado para todo el público ya que hay secuencias que a algunos espectadores les podrían parecer quizá demasiado grotestas o crudas. Hay que tener en mente que lo que se muestra es posiblemente una realidad a la que no estamos expuestos y por lo tanto, como espectadores, llegan a alterar nuestra paz. El caos, la ansiedad, el miedo, la pasión, la desesperación, la depresión , la frustración, son algunos de los puentes que utiliza Chazelle para llegar a ese momento tan crudo y humano de su película.
Lo que más se debe resaltar de esta película no son las actuaciones, que quizá no sean las mejores que podemos ver de los protagonistas, sino es el hecho que Chazelle nos recuerda que las películas que vemos no son solo el trabajo de una persona (por lo general el director, que es a quien más reconocimiento se le da) sino que hay un ejército de personas talentosas dando lo mejor de sí mismas y haciendo sacrificios inimaginables para poder ser parte de algo tan grande y maravilloso como lo son las películas. Es una crítica a la industria cinematográfica y el reconocimiento de cada persona que la hace posible.
Definitivamente se debe entrar a la sala de cine con una mente muy abierta y dispuesta a ver una obra que sale mucho de los cánones de contenido que generalmente se nos ofrece. Además de mucha paciencia, ya que es una película que algunos considerarían larga con sus 189, pero cada uno de ellos vale la pena por el buen sabor de boca que deja al final la cinta.