Brasil, un destino que transforma la vida de los Ingenieros Agrónomos
20/06/2025

Con becas y mucha determinación, Ingrid realizó un intercambio académico en la Universidad de Passo Fundo, ubicada en Brasil, uno de los países más avanzados del sector.

Para Ingrid Velázquez Gil, estudiante de Ingeniería en Agronomía, irse de intercambio a Brasil fue más que una aventura académica: fue la oportunidad de cumplir un sueño que había guardado desde la infancia —conocer la selva amazónica— y al mismo tiempo, fortalecer su formación en uno de los países más avanzados en producción agrícola y ganadera del mundo. 

“La mayoría de los que se van de intercambio piensan en España o Canadá; casi nadie voltea a ver Sudamérica, y menos Brasil. Pero en mi carrera, Brasil destaca mucho más que otros países”, cuenta Ingrid, quien estudió un semestre en la Universidad de Passo Fundo, apoyada por becas como FEMSAC, Beca Complemento y su beca académica.

Su interés por el país no solo nació del gusto por la naturaleza —alimentado desde niña por documentales y películas como Río— sino también de una inquietud profesional por entender cómo funciona el sistema agrícola y de comercialización en América del Sur. “En México le compramos a Brasil, pero casi no le exportamos. Yo quería aprender sobre ese otro lado del mercado”.

Un salto al vacío: estudiar en otro idioma

Ingrid viajó sin saber portugués, pero eso no fue obstáculo. “Yo me aventé a la boca del león. Usé Duolingo, veía series y películas en portugués, grababa clases y las traducía. A los dos meses ya podía mantener una conversación básica”, recuerda. Aunque muchas veces se apoyó en traductores y mapas, aprendió rápido a moverse en la ciudad, a tomar el transporte público e incluso a hacer trámites oficiales, como el registro ante la Policía Federal.

Uno de los retos más grandes fue la obtención de la visa. “Tuve que viajar varias veces a Ciudad de México, cambiar formatos, pedir ayuda a mi abuelo, conseguir cartas, firmar papeles… fue muy complicado, pero gracias al apoyo de mi familia y del área de Internacionalización de la UPAEP, lo logré”.

Choques culturales… y académicos

Su llegada a Brasil estuvo cargada de emociones: entre los nervios, la euforia y la curiosidad por cada pequeño detalle —desde los snacks hasta el tráfico de motos en São Paulo— Ingrid recuerda con humor su primer hot dog brasileño, una mezcla de chícharos, elote, papas fritas y guacamole, que describió como  “un monstruo… pero sabía delicioso”.

Académicamente, tomó ocho materias, aunque lo usual era cursar cuatro. “No quería atrasarme. Me metí a todo lo que pude: Fruticultura, Ecotoxicología, Producción de Semillas, Bovinos de leche y carne…”, relató. Una de sus materias favoritas fue Control Químico de Plantas Dañinas. “El profesor Mauro me hizo amar esa clase. No solo decía ‘usa este herbicida’, sino que explicaba la molécula, el sistema de acción y cómo afectaba a la planta. Fue impresionante”.

Aunque al principio se sintió como un “bicho raro”, por no tener un rancho como sus compañeros brasileños, fue poco a poco integrándose. “En una exposición, hablé en español sin que supieran que era extranjera. Todos levantaron la cabeza y se sorprendieron. Al final me felicitaron”.

La vida cotidiana también trajo sorpresas. “Allá, si quieres cruzar, los coches se detienen. El respeto al peatón es increíble. Los camiones tienen plataformas para sillas de ruedas y reglas estrictas de subida y bajada. Son muy organizados”.

 

La selva, el jaguar y el deseo de quedarse

Una de las experiencias más intensas de Ingrid fue visitar el Amazonas. No eligió hoteles de lujo ni excursiones comerciales. Se fue a una zona protegida, custodiada por un español que dedica su vida a conservar la flora y fauna local. “Ahí vi garzas, tucanes, y escuché a un jaguar. Tuvimos que quedarnos quietos. Me impactó profundamente”, recordó. También fue testigo de los incendios en la zona sur de Bolivia, que afectaron a animales, ganado y a la salud de las personas. “Estar tan cerca de esa tragedia me dio un golpe de realidad”, reconoció.

Pese al calor y las incomodidades, Ingrid no quería irse. “Yo ya quería vivir ahí, en la selva incomunicada”, confesó entre risas. “Aunque lo más difícil fue justo eso: no haberme quedado más tiempo”.

Vivir con poco, aprender mucho

Con recursos limitados, Ingrid aprendió a organizarse. Rentó un departamento con la Beca FEMSAC, usó la Beca Complemento para transporte y comidas, y sus padres le ayudaron con gastos básicos como luz e higiene. “Me cocinaba un solo guisado para toda la semana. Fue un reto económico, pero valió cada esfuerzo”.

Al mirar atrás, Ingrid no duda en recomendar la experiencia: “Brasil es el destino si te interesa la agronomía, la zootecnia, el comercio agrícola. Las exposiciones, las razas de ganado, los híbridos… todo es impresionante. Si eres curioso y estás dispuesto a aprender, no te lo puedes perder”.

Y para quienes aún dudan en lanzarse al intercambio, deja un consejo claro: “Pónganse ese reto. Irse sin hablar el idioma da miedo, sí. Pero aprendes todos los días algo nuevo: en la escuela, en la calle, en el camión, en las personas. Y eso no se te olvida nunca”.