Ecos de los Reyes Magos
15/01/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Foto: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Saludo con alegría a mis cuatro fieles y amables lectores en esta primera contribución del año; el Cielo tenga a bien dotarlos de paciencia para seguir leyendo esta columna que perpetro cada semana.

En estos días aún recordamos algo de la reciente visita de los Reyes Magos a las casas de muchos niños. Todavía hay quienes seguimos comiendo lo que quedó de las “Roscas de Reyes”; habrá incluso quienes las compraron en reventa afuera del Costco, a precios exorbitantes, y siguen saboreándolas, aunque a sabiendas de que hay otras mucho mejores, pero más aburridas de adquirir.

Es por eso que hablaremos hoy acerca de algunos detalles poco conocidos de esos enigmáticos personajes: los tres Reyes Magos, llamados también Santos Reyes. Con estos nombres, tradiciones cristianas muy diversas se refieren a los magoi mencionados por el Evangelio de San Mateo; esa palabra griega (mágos, en plural magoi) se aplicaba para entender en épocas de Jesús que alguien era un estudioso de las estrellas, aunque también podía referirse a quien se ocupaba de cosas de magia más o menos en el sentido actual del término. En ninguna parte del texto evangélico se habla de la cantidad de sabios que visitaron al Niño ni de sus nombres. Mucho menos se habla de que fueran “santos” o “reyes”. Lo que sí es claro es que estas personas son los protagonistas no sólo de esa historia de la adoración del Niño Jesús –historia que, por cierto, no se menciona en ninguno de los otros evangelios canónicos-, sino de una tradición riquísima que se fue formando a lo largo de muchos siglos en diversos lugares de la geografía antigua y medieval.

A los tres, que pudieron haber sido magos, astrólogos o astrónomos, se les llamó reyes por primera vez en el siglo III. El doctor de la iglesia Origines (185-254) deduce el número tres porque fueron tres los regalos que llevaron: oro, incienso y mirra. Sin embargo, en las pinturas murales de las catacumbas de Domitila en Roma se representan cuatro sabios en lugar de los tres habituales; en otra catacumba sólo se representan dos reyes con gorros frigios (probablemente por razones de simetría). Según el escritor sirio Jacobo de Edesa (633-708) y otras fuentes sirias posteriores, hubo doce reyes persas que viajaron a Belén: Zarvandades, Hormisdas, Gusnasaphus, Arsaces, Zarvandades, Orrhoes, Artaxestes, Estunabudanes, Maruchus, Assuerus, Sardalachus y Merodaco, por lo que el número tres se remonta sólo a los tres regalos. Con estos doce reyes, dicen las fuentes, iba un gran contingente de más de 1 000 guerreros, de modo que toda Jerusalén quedó impresionada cuando llegaron allí y se mostraron con esta notable fuerza. Los Reyes Magos traen oro, incienso y mirra. Con el regalo del oro, Jesús es honrado con lo más precioso de la tierra y reconocido como Hijo de Dios. Por su amargura y su efecto curativo, la mirra se refiere al sufrimiento y la muerte de Cristo, pero también a la resurrección y a la vida nueva. El incienso, que se considera el aroma de Dios, indica la divinidad de quien lo recibe.

En la Iglesia Católica, la figura de estos personajes es muy importante, si bien quizá no corresponden a personajes que realmente hayan existido. Obviamente, como se trata de una historia tan antigua, no podemos esperar que haya habido un proceso formal de beatificación ni mucho menos de canonización: recordemos que los “santos” de los primeros siglos se hicieron santos por tradición, pues el primer proceso formal de canonización en la Iglesia romana tuvo lugar algunos siglos después. Hasta donde sabemos, el primer personaje elevado a los altares fue San Ulrico de Augsburgo, cuya canonización fue proclamada por el papa Juan XV el 3 de febrero del año 993. Poco después está documentado el primer proceso de canonización de una mujer, en el año 1047, de la mano del papa Clemente II. Se trata de la monja, anacoreta y mártir suiza Santa Viborada. Sin embargo, en la Edad Media no era importante para la piedad popular el que se celebrase o no un proceso oficial de canonización. Por eso es entendible que, cuando las supuestas reliquias de los tres magos de oriente fueron trasladadas en el siglo XII a Colonia, se desatara un inmenso movimiento de peregrinación, que trajo consigo, poco después, la construcción de la maravillosa catedral gótica de Colonia, orgullo de la arquitectura medieval.

Fue el arzobispo Rainald von Dassel quien llevó los huesos de los Reyes Magos a Colonia en 1164, después de que el emperador Federico I “Barbarroja” arrasara con la ciudad de Milán, en donde hasta entonces habían descansado los restos mortales de los magos orientales, y se los entregara al arzobispo. Este gesto es político: el emperador, cuya autoridad los italianos se negaban a acatar, se lleva los restos de los “Reyes” y los hace descansar en su territorio, en el Imperio Romano Germánico, para subrayar su poder y su autoridad y para fundamentar sus pretensiones sobre la Italia del norte. Vale también mencionar que Federico se valió también de este traslado de los restos a Colonia para mostrar fuerza frente a los intentos del emperador de Constantinopla, Manuel I, quien, modestamente, se creía un segundo Jesucristo e Hijo de Dios, y que tenía la firme intención de aislar políticamente a Federico. Los restos de los “Tres Reyes”, entonces, se convirtieron en un instrumento de la política imperial, pues habrían sido los primeros monarcas que adoraron a Jesús. El hecho de que sus reliquias reposaran ahora en el Imperio Germánico daba a Federico nuevas bases religiosas y teológicas para cimentar su reinado.Ningún gobernante del Sacro Imperio ocultó su aprecio por las reliquias de los Reyes Magos. Desde 1164, año en que los restos fueron trasladados a Colonia, hasta 1531, cuando un rey alemán fue coronado por última vez en Aquisgrán, el imperio tuvo 28 gobernantes, 13 de los cuales visitaron Colonia después de su coronación en Aquisgrán. Maximiliano I (emperador de 1493 a 1519, coronación en 1486) y Fernando I (emperador de 1531 a 1564) estuvieron en Colonia antes y después de su coronación en Aquisgrán. Sin embargo, a pesar de su evidente peso en la política imperial, los Reyes Magos nunca fueron considerados como “santos imperiales” o como patrones del imperio.

La fecha en la que recordamos a los Tres Reyes Magos es el 6 de enero, cuando se celebra la festividad de la Epifanía, es decir, de la “manifestación” de Jesús. Estrictamente hablando, podemos hablar de tres epifanías: la de Jesús ante los magos de Oriente (Mt 2: 1-12), ante San Juan Bautista (Mt 3: 13-17) y ante sus discípulos en las bodas de Caná (Jn 2: 1-12). También las iglesias luteranas recuerdan el 6 de enero a los tres “astrónomos” que visitaron al Niño, mientras que algunas de las iglesias ortodoxas los conmemoran en esa misma fecha y otras en la Navidad del calendario juliano (25 de diciembre). Las iglesias coptas ortodoxas lo hacen el 26 de ese mismo mes.

La difusión de la festividad de la Epifanía recibió un apoyo sostenido a través de la “Leyenda de los Reyes Magos” (“Historia Trium Regum”), que el monje carmelita Johannes von Hildesheim (alrededor de 1310/1320-1375) escribió con motivo del ducentésimo aniversario de la llegada de las reliquias a Colonia. El gran eco en Europa convirtió el lugar de descanso de los huesos de la Epifanía en un lugar de peregrinación muy visitado. En los misterios de la Epifanía de la Edad Media, la leyenda de la Epifanía se desarrolló aún más, especialmente en lo que respecta a sus orígenes: en un misterio alemán del siglo XIV, Melchor era rey de Arabia, Baltasar de Saba y Gaspar de Caldea. En algunos misterios franceses, a partir del siglo XI, esta asignación de los Tres Reyes a los entonces conocidos tres continentes de Europa, Asia y África encontró su expresión literaria.La referencia de los tres reyes magos a los continentes ya era conocida por Beda Venerabilis en el siglo VII, quien decía en su interpretación del Evangelio de Mateo: “En el sentido místico de la escritura, los tres magos se refieren a las tres partes del mundo - Asia, África y Europa - o también la raza humana, que comenzó con los tres hijos de Noé”.Cuando hablamos de estos “magos” venidos de Oriente (Mágoi apò anatolôm, como expresa Mateo) hay que tomar en cuenta que el término mágos (del persa antiguo maguš) se usaba generalmente en griego para referirse a un mago y astrólogo, pero especialmente para la casta sacerdotal zoroástrica, que originalmente se remontaba a la tribu meda de los Mager, mencionados por Heródoto, Estrabón y Filón de Alejandría. En el Imperio Arsácida o Parto (c. 250 a. C. a 224 d. C., en el territorio del actual Irán), todos los sacerdotes zoroástricos eran llamados “magos” (moġ), que entre los griegos y romanos gozaban de la buena reputación de ser particularmente buenos adivinos y astrólogos. Por lo tanto, en el texto bíblico se podría hacer referencia a los astrólogos persas o caldeos. Hasta hace un tiempo, a veces se expresaba la opinión de que estos magos podrían haber recibido la influencia de la comunidad judía de Babilonia; aunque, según algunas conclusiones de la exégesis teológica moderna, representan el mundo de los gentiles y buscan al recién nacido "Rey de los judíos", término que en Mateo sólo es utilizado por los gentiles, mientras que los judíos, en cambio, utilizan exclusivamente el término “Rey de Israel”.Para terminar, algunos detalles sobre los nombres tradicionales de los sabios de Oriente. Los nombres Melchor, Gaspar y Baltazar aparecen por primera vez, hasta donde sabemos, en el siglo VI. Según la tradición más difundida, Gaspar es el rey de mayor edad, Baltasar es el rey adulto y Melchor es el rey más joven; así, representan las tres edades: el hombre joven, el adulto y el anciano. Los nombres provienen de diferentes idiomas. Gaspar es posiblemente una antigua formación de palabras de origen iraní: ganzabara ("portador del tesoro"), Melchor proviene probablemente del hebreo malkī 'ōr ("mi rey es luz"), y Baltasar puede ser una traducción de Bēl-šar-uṣur, un nombre neobabilónico que significaría “Baal/Señor protege al rey”. En algunas tradiciones sirias, sin embargo, los nombres son Larvandad, Gushnasaph y Hormisdas. Entre los armenios se les llama Kagba y Badadilma; entre los etíopes llevan los nombres de Tanisuram, Mika, Sisisba, Awnison, Libtar y Kasad.