Consideraciones sobre la situación militar en Ucrania, tercera parte
25/03/2022
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Foto: Decano de Ciencias Sociales

Bien dicen que, para decir mentiras y comer pescado, hay que tener mucho cuidado. Esto vale también para la guerra, en donde la mentira y el engaño son importantes para conseguir los objetivos que se han planteado. La mentira, ya lo hemos visto en este espacio, sirve también para fingir la existencia de motivos lícitos para justificar una agresión, es decir, para iniciar una guerra. En el caso de la invasión a Ucrania, muchos son los pretextos que Putin ha esgrimido para justificarla, así que ahora no debe extrañarnos un giro en estas explicaciones provenientes de Rusia: hace unas horas, según el Ministerio de Defensa en Moscú, las fuerzas armadas rusas se están concentrando en la "liberación" completa del Dombás. Ya no se habla más de que el objetivo es “desnazificar” a Ucrania, ni detener el “genocidio”, ni acabar con las armas de destrucción masiva que Ucrania estaría fabricando. En general, según el Ministerio de Defensa, no se puede descartar el asalto a ciudades ucranianas sitiadas. Para la "operación especial" en Ucrania, se consideran dos opciones: ya sea dentro de las áreas separatistas en Dombás o bien en todo el territorio de Ucrania.

Cuatro semanas después de la invasión, el ejército ruso parece tener muchas dificultades en algunos frentes, pero está progresando en otros, aunque lentamente. Según información británica, las tropas ucranianas han recuperado ciudades y posiciones defensivas hasta 35 kilómetros al este de Kiev. Parece que las líneas de abastecimiento logístico de los invasores siguen fallando penosamente. Según información estadounidense, Rusia también tiene problemas masivos con sus misiles guiados de precisión. Las armas de alta tecnología utilizadas en el ataque a Ucrania han mostrado una tasa de fallas de hasta el 60%, dijeron funcionarios estadounidenses, citando información de inteligencia. Hay que decir que tener cuotas de fallas en dichos sistemas de armas es normal, pero las armas rusas tienen tasas demasiado altas, como ya se vio cuando las emplearon en Siria, por ejemplo. Una tasa normal ronda el 5%, y aquí estamos hablando de un altísimo 60%.

Uno de los elementos más importantes al analizar lo que ocurre en una guerra es el de la capacidad de conducción de las operaciones, debido a que el contexto del conflicto armado está caracterizado por la dinámica, la impredecibilidad y la complejidad. En el caso del ejército ruso, parece ser que los comandantes siguen el principio del comandante presente en el frente. Es decir, en el frente de batalla encontramos a oficiales de alto grado, incluyendo a generales. Esto es positivo, si pensamos que en esos lugares están los problemas, el mayor peso de las tropas y las necesidades de tomar decisiones rápidas y efectivas, además de que puede ser motivante para los soldados. Sin embargo, la desventaja de esta presencia, tan cerca del enemigo, es evidente: esos altos oficiales corren peligro, por lo que no es de extrañar que alrededor de 10 de ellos hayan encontrado la muerte en un mes de combates. No es fácil saber por qué esta presencia en el frente de batalla. Un indicio podría ser que, ante el desastre de la ofensiva rusa, a excepción del sur de Ucrania, los altos oficiales tengan que moverse hacia el frente. También puede ser que esta presencia cerca del peligro trate de motivar a soldados con una moral de combate que está, literalmente, por los suelos. O que los altos oficiales ya no tengan confianza en los oficiales de rangos más bajos que están encargados de la conducción operativa en el campo de batalla. Todos estos intentos para explicarnos la aparición personal de estos oficiales en la línea de fuego apuntan, realmente, a que hay severos problemas en la conducción de la guerra en el ejército invasor.

Esto significa, entonces, que se ha reconocido, en el campo ruso, la necesidad de generar una relación confiable y segura entre los comandantes, los puestos de combate y otras instancias militares. Esto explicaría también la necesidad de emplear incluso teléfonos celulares para la transmisión de órdenes, lo que los hace vulnerables a que los ucranianos intervengan esas comunicaciones, como al parecer lo hacen con singular alegría.

Veamos ahora la situación en el ejército defensor. Lo primero que hay que destacar es la magnífica visión del campo de batalla que tienen los comandantes ucranianos. Además de que lógicamente conocen mejor su propio territorio que los invasores, y que están peleando por la existencia misma de su país, los comandantes ucranianos tienen a su disposición muy buena información satelital y aérea, que el ejército ucraniano obtiene por sus propios medios y que recibe de los miembros de la OTAN. Parece que los Estados Unidos nutren a los militares ucranianos con muchísima información en tiempo real. Aquí radica la virtud ucraniana: la maestría con la que han logrado volcar esta información en acciones exitosas en el campo de batalla, a pesar de su clara desventaja material frente a los rusos. El ejército ucraniano también tiene la capacidad de detectar las comunicaciones enemigas, de intervenirlas, de detectar a los comandantes enemigos en el campo de batalla, perturbar o incluso interrumpir dichas comunicaciones, etc.

Esto se refleja en el campo de batalla: hasta donde sabemos, se calcula que hasta una cuarta parte de los altos oficiales rusos ha caído en el campo de batalla, es decir, de aproximadamente 20 generales presentes en el ejército invasor en Ucrania, por lo menos cinco o seis han muerto. Algunos parece que han sido literalmente “cazados” por los francotiradores y los vehículos aéreos no tripulados de los ucranianos, como parece indicar el ejemplo del comandante y del jefe del Estado Mayor del 41° Ejército, cuyas muertes dejaron a esta poderosa unidad militar literalmente sin cabeza. Este ejército es el que opera en el norte, en torno a la ciudad de Járkov (Kharkiv). También han muerto en acción los comandantes del 29° Ejército, de la 150° División (frente a Mariupol), el del 8° Ejército, el vicecomandante de la Flota del Mar Negro, entre otros, así como numerosos oficiales de menor rango. Esto es un verdadero desastre.

¿Qué significa todo esto para el ejército invasor? En primer lugar, que un principio básico de toda fuerza armada, que es el de proteger a sus comandantes, no puede garantizarse. Y del lado ucraniano, esto significa que un principio básico de la conducción de la guerra, que es el de estorbar en todo lo posible la conducción por parte del enemigo, ha sido aplicado con todo éxito. Así que la muerte de tantos oficiales rusos de alto rango no es, de ninguna manera, casualidad. Esto deja ver que el mando militar ucraniano ha sido muy profesional en la fijación y destrucción de sus objetivos prioritarios, lo cual se lleva a cabo mediante un proceso llamado “Targeting”, en cuatro pasos: 1) fase verde (“decide”): se escogen los objetivos prioritarios, por ejemplo, los comandantes enemigos; 2) fase amarilla (“detect”): detectar en dónde se ubican dichos objetivos, e iniciar la persecución; 3) fase azul (“deliver”): se realiza la misión para atacar al objetivo; 4) fase roja (“asses”): examinar si el objetivo fue alcanzado. En caso de que la respuesta al punto 4 sea negativa, se regresa a la fase 1, y el ciclo comienza de nuevo. Todo parece indicar que los ucranianos han sido muy efectivos a la hora de emplear este ciclo para operar contra el ejército enemigo.

Las consecuencias de esta exitosa forma de operar saltan a la vista: por un lado, los rusos no solamente han perdido a muchos oficiales de alto rango, sino que con ellos han perdido muy valiosa experiencia de combate. Además, han visto destruidas muchas de sus instalaciones de mando. Esto provoca que la capacidad de conducción de la guerra se vea fuertemente reducida, lo que en parte explica el fracaso de la aventura militar rusa, pues, aunque siguen avanzando, lo hacen lentamente y con muchísimas pérdidas. También se observa una disminución en la calidad de las decisiones, que ahora recaen en comandantes con menor experiencia; hay así mismo una reducción en la velocidad con la que deben tomarse las decisiones. Habrá que esperar a ver si los rusos, ante esta sangría en los altos niveles de la conducción militar, deciden cambiar la forma de ejercer la conducción de las campañas, las medidas para proteger a sus comandantes de alto rango y la adopción de mecanismos para neutralizar estas operaciones “quirúrgicas” de los ucranianos.   

Así que los rusos, otra vez, tendrán que modificar su manera de continuar esta “operación militar especial”, después de que su inicial “guerra relámpago” fracasara estrepitosamente. Por eso es que su logística no funciona: fue planeada para una guerra de unos cuantos días, y ya vamos pasando las cuatro semanas desde que comenzó la invasión: el aprovisionamiento con parque, alimentos, atención médica, refacciones, etc., es totalmente insuficiente. Además, las pérdidas rusas en material y en soldados son enormes, sencillamente enormes. Algo tendrán que hacer los rusos, pues los ucranianos, según los servicios de inteligencia británicos, han comenzado a atacar objetivos militares de gran importancia en los territorios controlados por los rusos, como ocurrió al parecer en el puerto de Berdiansk, en donde cuatro buques de desembarco de tropas fueron atacados por las fuerzas ucranianas, causando grandes pérdidas a los invasores. Un depósito de municiones fue también alcanzado, según las mismas fuentes. Sin embargo, a Ucrania le falta mucho material bélico y personal militar para lograr emprender una verdadera contraofensiva.

Es difícil evaluar cuántos civiles han fallecido en esta invasión: Ucrania habla de alrededor de 3 000, la ONU de alrededor de 1 000. El ejército invasor debe haber sufrido aproximadamente entre 7 000 y 9 000 muertos, según el Pentágono (otras fuentes hablan de alrededor de 12 000) y unos 18 000 heridos, mientras que el ucraniano lamenta la muerte de unos 4 000 soldados; se habla de unos 12 000 heridos. Una vergüenza, en vista de estos números y del sufrimiento de personas inocentes (incluidos los soldados rusos, que han sido empleados como carne de cañón), es que en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión se haya formado un “Grupo de amistad México – Rusia”. Apoyar a un criminal como Putin es verdaderamente injustificable.