Vacaciones, eso es todo lo que queremos…
En nuestra última semana de clases, estábamos cansados de venir todos los días a la escuela. En ese momento del periodo académico, la gran parte de nosotros solo asistió a la escuela con tal de no reprobar por faltas o solamente para ver a los amigos. Desde mediados de noviembre, el interés por aprender en la escuela desapareció, algo que se hizo notar en el ambiente escolar. En parte es normal porque, naturalmente, al final de cada semestre todos están cansados. Sin embargo, nunca antes presencié una actitud tan desgastada y nihilista de nuestra parte. Esto es, en mayor medida, consecuencia del confinamiento y la pandemia. Desde que regresamos a una modalidad presencial, hemos tenido problemas académicos severos. Esto es muy preocupante, pero parece ser que los profesores no entienden del todo el porqué de las cosas. Es comprensible, pues ellos también son humanos, sin embargo, el papel de las instituciones es fortalecer a sus miembros, cosa que no se está cumpliendo del todo. Por otra parte, hemos adquirido conciencia de esto, por lo que muchos de nosotros han potenciado las habilidades blandas. No todo es miel sobre hojuelas, pues resulta que estas nuevas habilidades blandas vienen con un toque de manipulación e individualismo.
Más que un virus
El origen del todo
Cómo olvidar cuando comenzó aquel cruel confinamiento. Recuerdo que, apenas una semana antes, estudiantes de distintas universidades en Puebla habían marchado para exigir una ciudad más segura. Eran estudiantes de todas las edades que visibilizaban sus necesidades, pero también eran maestros que no abandonaron a sus estudiantes por ningún motivo. Mis padres y mi hermano mayor tomaron parte en la marcha. Por un lado, dos maestros veteranos con más de veinte años de trayectoria cada uno, por el otro lado, un joven de apenas diecinueve años que estaba en segundo semestre, cosa que no lo detuvo para formar parte de algo grande. La marcha fue exitosa, y el gobernador se vio obligado a la apertura de un comité especial encargado de la seguridad universitaria. Sin embargo, una semana después comenzó el confinamiento en todo el país. Los profesores más antiguos tuvieron que dejar atrás su alma analógica y digitalizarse por el bien de la educación. Los alumnos se adaptaron fácilmente y lograron de cierta forma dominar las clases más que los profesores, no en términos académicos, pero sí en todo lo demás. Casi dos años después, todas las escuelas regresaron a una modalidad presencial. Algunos alumnos ya estaban adaptados para la modalidad híbrida, otros, apenas salían del confinamiento. El reencuentro final fue muy especial. La prepa más grande de la UPAEP al fin vió a sus quinientos y tantos alumnos reunirse. Las primeras semanas fueron de adaptación al proceso; mientras tanto, la alegría renacía parcialmente en los corazones de muchos.
Lo que yo viví
Primavera 2022, un semestre que jamás será olvidado por aquel bello reencuentro, sin embargo, también será recordado por cosas no tan gratas. El fracaso académico se disparó, pues muchos de nosotros buscamos llenar un vacío, un vacío que para ser llenado, requirió el sacrificio de lo académico. Personalmente, aquel fue mi caso. El semestre pasado llegué a la escuela con una sola cosa en mente: tener un grupo de amigos consolidado. El plan era ir paso por paso, después sería enfocarse en lo académico. Resultó que todo el semestre me quedé estancado en ambos pasos. Las primeras semanas, rápidamente consolidé mi grupo de amigos, después, lo académico comenzó a darme flojera de manera horrible. Me ví orillado a hacer lo mínimo necesario para mantener un promedio decente. Así, sobreviví todo el semestre. La rutina diaria era lúgubre y mis pensamientos solo funcionaban con temas triviales. Sentía un vacío enorme y no supe cómo llenarlo a tiempo. Conforme avanzó el semestre, me di cuenta de que no era el único alumno con un vacío motivacional. Más de media escuela estaba en la misma situación que yo. Era lógico suponer eso. El confinamiento recién terminaba totalmente, lo que forzó la salida de una generación incompleta. Mi generación quería su media secundaria de vuelta, quería todos los buenos momentos que se quedaron como hipotéticos. Las notas podían bajar lo necesario, solo nos importaba pasarla bien. Así fue, descubrí eso y comencé a llenar el vacío. Tuve conflictos con mis padres, pero no me importaron, mis metas eran claras. Para final de semestre, logré mantener la beca, así que fue exitoso, porque también llené parcialmente el vacío. Sin embargo, adquirí un toque de cinismo bastante peligroso en cuanto a lo académico. Esas últimas semanas, a duras penas logré salvar varias materias. Una profesora me llegó a decir que yo era bueno, me habló de mi potencial y me sorprendió su precisión, pues mencionó que el semestre anterior, yo era más responsable, pero que el regreso presencial me había desequilibrado. Mi respuesta no se hizo esperar: me sonrojé y, sonriéndole, dije: “pues ya qué, profa”. El último día de clases, dejé la escuela con ganas de llorar. No quería irme, pues sabía que al cruzar la puerta, los momentos tan especiales del semestre solamente serían un grato recuerdo. Camino a la oficina de mi padre, me pregunté si de verdad había valido la pena haber sacrificado la parte académica.
Un toque más académico
Durante el confinamiento, todos sufrimos de mucho estrés y ansiedad. Las consecuencias tuvieron efectos inmediatos, pero por lógica, los efectos también se hacen notar a mediano y largo plazo. Estas afecciones no perdonaron a nadie. Tanto adultos como adolescentes, se vieron afectados, pero el efecto en el cerebro juvenil fue más notorio. Recientemente, un estudio realizado por un miembro de la universidad de Stanford, puso fin a esto. Este nuevo análisis muestra los efectos directos que han tenido el estrés y la ansiedad de la pandemia en nuestro cerebro. En un resumen de los resultados finales, el autor nos dice que además de replicar los hallazgos anteriores (cómo la pandemia ha afectado negativamente la salud mental de los jóvenes), descubrimos que los adolescentes evaluados durante la pandemia tienen características neuroanatómicas que son más típicas de los individuos mayores o que experimentaron adversidades significativas en la infancia. En comparación con los pares cuidadosamente emparejados evaluados antes de la pandemia, los adolescentes estudiados durante la pandemia, mostraron signos de adelgazamiento cortical avanzado y tenían mayores volúmenes bilaterales de hipocampo y amígdala. Dado que el volumen en estas estructuras suele aumentar durante la adolescencia, estas alteraciones neuronales pueden reflejar la maduración cerebral acelerada en el contexto de la pandemia. De hecho, los adolescentes evaluados durante la pandemia también tenían estimaciones positivas más altas de la brecha cerebral de edad, indicativas de cerebros que aparecen más viejos (Gotlib, 2022). El hipocampo y las amígdalas controlan el acceso a varios recuerdos, pero también ayudan a controlar las emociones. Por su parte, el tejido cortical está involucrado en el funcionamiento ejecutivo humano. Es natural que el hipocampo y las amígdalas aumenten su volumen conforme crecemos, como también es natural que el tejido cortical adelgace. Sin embargo, los resultados del estudio son concluyentes: el ambiente pandémico generó un desarrollo anormal para estos componentes cerebrales.
Las consecuencias
El desarrollo anormal del cerebro tiene consecuencias en nosotros. Las emociones son más difíciles de expresar y nos cuesta más trabajo hacer las tareas; la procrastinación es la ruta más fácil. La escuela se lleva la consecuencia más grande de este desarrollo anormal. Sin embargo, no somos totalmente inocentes. Ciertamente quedamos en una posición vulnerable, pero esta posición no es una excusa total para ciertas cosas, aun así, las generaciones jóvenes fuerzan un modo de vida donde sí lo es. ¿Reprobado o extraordinarios?; “profe, no sea malito, casi no anduve en mi casa y llegaba muy tarde”; “profe, déjeme un trabajo para subir un punto” o “profe, ayúdeme a pasar, que en pandemia no aprendí nada”. Eso se dice cuando uno todavía es educado, pero gracias al testimonio de mi madre, me he enterado de que algunos alumnos ya ni siquiera piden un favor con educación. Ahora resulta que los alumnos exigen que los profesores les aumenten décimas inmerecidas o que revisen trabajos con más de tres semanas fuera de tiempo. La vulnerabilidad ha mejorado nuestra habilidad para victimizarnos a nuestro antojo, apelando a que la gente se quede con el contexto más superficial posible del problema. Un docente tiene problemas para diagnosticar el problema, pues en algunos casos las emociones, de verdad, desbordan al estudiante, ¿pero cómo se pueden distinguir emociones verídicas a emociones falsas? Eso queda al criterio del docente, por lo que casi siempre será un dilema decidir qué hacer con las notas académicas y la relación que el alumno entreteje con sus emociones.
¿Qué podemos esperar para el próximo semestre?
Nada muy diferente al que recién concluyó. Es de esperarse que sigamos con una fuerte tendencia a la manipulación para buscar las soluciones más fáciles a nuestros problemas. Al menos eso viene de parte de los alumnos. Sin embargo, las instituciones sí pueden reforzarse. Buscar y recomendar más cursos al profesorado, no es algo que los alumnos obstaculicen, por lo que es deber de cada institución académica el propiciar las mejores herramientas para situaciones complejas relacionadas con las emociones y el desempeño académico de los alumnos. Es triste llegar a este punto, pues ciertamente no debería ser responsabilidad plena de las instituciones, ya que el sistema familiar también debería verse involucrado. Pero ahí hay otro problema; la crisis pandémica debilitó fuertemente la dinámica familiar. Si no se puede contar con el sistema familiar, lógicamente la carga aumenta para las instituciones. Por eso recalco el valor de las instituciones. No sólo las escuelas deben otorgar más herramientas, sino que también es deber de los diferentes niveles gubernamentales establecer un sistema educativo más fuerte. Lamentablemente, estas soluciones son a largo plazo, tal vez a mediano plazo viéndolo con optimismo. En conclusión, nos toca ser más conscientes, usar nuestras potenciadas habilidades blandas para bien y evitar el sendero de la manipulación.
Lista de referencias
Gotlib, I. H. (2022, 1 de diciembre). Effects of the COVID-19 Pandemic on Mental Health and Brain Maturation in Adolescents: Implications for Analyzing Longitudinal Data. [Efectos de la pandemia de COVID-19 en la salud mental y la maduración cerebral en adolescentes: implicaciones para el análisis de los datos longitudinales.] Biological Psychiatry: Global Open Science. https://www.bpsgos.org/article/S2667-1743(22)00142-2/fulltext