“El costo de tener irrenunciables”
23/02/2023
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Director General de Innovación en Modalidades Educativas

¿Puede uno ser “amado” por todos? ¿Es válida y es sana esa pretensión? 

Toda ideología imita, a su modo, a la religión. Si usted lo considera con detenimiento, la ideología tiene un cuerpo de ideas a ser creídas (dogmática), tiene rituales personales o sociales (liturgia), tiene normas que distinguen lo correcto de lo incorrecto (moral) e incluso pretende una suerte de mística, poesía y valores entonados por un colectivo (espiritualidad). Pensemos en el capitalismo voraz en que vivimos, también tiene esos cuatro componentes. Sólo por poner unos ejemplos: el dogma del hiperconsumo como fuente de felicidad, la liturgia de los centros comerciales y del café de Starbucks, el declarar políticamente incorrectos a los que aún prefieren tener hijos en vez de perros y la espiritualidad de hacer yoga dos veces a la semana para relajarnos de tanto estrés padecido.

Y así como el capitalismo voraz, otro tanto debemos decir de la ideología de género, el relativismo o el populismo. Casi cualquier posición ideológica es una pseudorreligión, y por eso la remeda en una suerte de caricatura grotesca. 

Pues bien, la búsqueda frenética de aceptación, el afán de medir nuestro impacto por la cantidad de likes es también una pseudorreligión. Ciertamente también puede juzgarse como un problema psicológico: una mostración de los momentos agradables y un ocultamiento de nuestras limitaciones, y todo por ser aceptados y aplaudidos por un número cada vez más creciente de personas que, paradójicamente, se convierten en un número siempre insuficiente de admiradores. 

Pero, ¿cómo ser amado y admirado por todos, si cada uno de los que admira es distinto en jerarquía de valores al resto? El admirado tiene que ser un sujeto camaleónico, que tan pronto se encuentra con unos, coquetea y se muestra afín a sus ideas, y tan pronto recibe a los opuestos, iza otra bandera bien distinta. Y así, el mimetista en cuestión, al paso del tiempo, termina claudicando a sus ideales y a profesar convicciones. 

Ahora no pienso en individuos, pienso en instituciones, específicamente, instituciones educativas. Ser una universidad mimética es una tentación siempre presente. ¿Carecer de identidad nos tornaría en un envidiable espacio neutro, aséptico y acrítico que sería el nodo de confluencia de masas ingentes de estudiantes? No. Me parece contraintuitivo. Uno siempre hospeda en ‘casa propia’. No se puede ser hospitalario en la calle o en la plaza pública. Tener identidad es la primera condición del acoger genuino. Si queremos ser realmente hospitalarios el huésped debe ser consciente de dónde se hospeda. Sobra decir que por ‘tener identidad’ no comprendo cerrazón, intolerancia o estrechez mental. Tener identidad es ser honesto con los demás. Habrá algunos a quienes esa honestidad, incluso siendo cortés y abierta al diálogo, nomás no la tolere. ¡Es normal! Que no nos sobrevenga el complejo del adolescente que quiere que todo mundo dé like a sus posteos. 

Tener identidad es tener irrenunciables. Pienso que los irrenunciables deben ser más bien pocos, un puñado de ideas eje, de convicciones profundas, de ideales por los cuales uno daría su vida, más aún, por los cuales se gasta, día a día, la vida. 

Los irrenunciables son ‘los amores’, son aquello que realmente pesa. Son la clavis aurea, la piedra angular. Los irrenunciables son ese puñado de ‘ideas madre’ (nuestro ideario) del resto de ideas y proyectos. 

El número 1 del Ideario de la UPAEP dice así: “El Ideario es la síntesis de los principios más relevantes que inspiraron la fundación de la UPAEP y que desde entonces ha venido sosteniendo; es también manifestación abierta y clara de su identidad, para ser fuente de inspiración y criterio de discernimiento; para orientar y regir el quehacer cotidiano en orden al cumplimiento de su misión.”  ¡Los irrenunciables son fuente de inspiración y criterio de discernimiento!

La ideológica búsqueda de aceptación de todo potencial público es un peligro para las universidades. Esa ideología tiene su dogmática: claudica a tus dogmas y recluye al ámbito privado toda opinión que pueda provocar malestar en los demás; tiene su liturgia: muéstrate aprobador y amistoso (friendly) ante cualquier diferencia; tiene su moral: haz lo políticamente correcto, evita lo políticamente incorrecto; tiene su espiritualidad: expresa validación emocional ante cualquier conducta ajena. Pero me parecen costos muy altos, más altos que los costos de tener irrenunciables.