Las buenas citas casi siempre nos provocan incomodidad. Hoy quiero proponer dos: Séneca decía que “a quien desconoce el puerto al que se dirige, ningún viento le es favorable” (“Ignoranti, quem portum petat, nullus suus ventus est”). Por su parte, san Agustín decía: “corres bien, pero fuera del camino” (“bene curris, sed extra viam”). Ambos autores nos hacen reflexionar sobre los fines. Si no sabemos cuál es el “fin”, qué sentido entonces tiene todo lo demás; corremos el riesgo de no aprovechar las oportunidades que nos conducen rápido hacia él o, incluso, por ir de prisa, tomar el rumbo contrario.
¿Cuál es el fin de una universidad? ¿Cuál es el fin de una universidad católica? Esta es la cuestión. Si lo tenemos claro, sabremos cuáles vientos son favorables y cuáles contrarios; sabremos identificar los medios más adecuados. No sea que, ignorando el fin, coleccionemos un récord inmenso de numeralias, todas ellas fruto de un enorme esfuerzo que, tragicómicamente, conducen a una meta harto distinta de la que nos corresponde, y lo sabremos hasta que venga la desazón y la frustración.
Afortunadamente no estamos en un punto ‘0’ de desconcierto e incertidumbre respecto a los fines. Para los católicos hay Magisterio. El Magisterio significa sabiduría acumulada que se brinda como directriz y que se acoge con confianza y fidelidad; el Magisterio no es ni suplencia de creatividad ni son indicaciones puntuales y pormenorizadas que minan la autonomía, sino claridad en el rumbo de un camino que hemos de transitar libre y audazmente en cada época.
El 15 de agosto de 1990, san Juan Pablo II promulgó la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, sobre las universidades católicas: sobre su identidad, su misión, sus motivaciones, sus exigencias, su distinción… Ojalá desde la Cátedra de Teología o el área de Capacitación se pueda propiciar la reflexión en círculos de estudio de este documento. Para quien no lo conozca y quiera leerlo está disponible en:
En este momento sólo destacaré doce ideas que a mi juicio son centrales, potentes y bastante vigentes de esta magnífica Constitución Apostólica. Entrecomillo algunas frases que me siguen pareciendo provocadoras y que, lejos de eximir de la lectura del documento, buscan su lectura y reflexión.
- La universidad es ante todo un conjunto de maestros y estudiantes (“universitas magistrorum et scholarium”). Es encuentro de personas. Es comunidad. Es un nosotros.
- Las universidades católicas se caracterizan por una “alegría por la verdad” (gaudium de veritate), pues buscar la verdad, descubrirla y comunicarla causa un gozo enorme. La alegría profunda es todo menos accesoria, es el símbolo incuestionable de que se está cumpliendo con la misión.
- Uno de los objetivos de la universidad es “aprender a razonar con rigor”. Entrar a una universidad, como alumno, es aprender el arte de concatenar ideas válidamente, a presentar pruebas y garantías suficientes, a demostrar con precisión y elegancia, a dominar las diversas metodologías que las disciplinas solicitan para acceder a lo real. Pensar con rigor implica la adquisición y ejercicio de las competencias lógicas de validez, consistencia, pertinencia y relevancia.
- Las universidades católicas son un signo prometedor de la “fecundidad de la inteligencia cristiana en el corazón de cada cultura”. En efecto, las ciudades y poblaciones donde hay universidades católicas debieran reflejar una cultura distinta: cultura de la vida, del encuentro, cultura del diálogo, cultura ciudadana, memoria histórica agradecida, arraigo cultural, custodia y acrecentamiento del patrimonio artístico, literario, religioso, etc.
- En la universidad católica se da la “búsqueda de significado” a los avances y progresos, para que la ciencia y la tecnología estén hipotecadas al bien de la persona y de la sociedad. Dar sentido y significado es crucial, y en esto la teología, la filosofía y las humanidades tienen un rol insustituible en el concierto de los saberes.
- La Ex corde Ecclesiae hace suya una idea del Concilio Vaticano II, en torno a la misión universitaria de educar integralmente estudiantes para que lleguen a ser personas “insignes por el saber, preparados para desempeñar funciones de responsabilidad en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo”. Adquisición de saberes, habilitación profesional y fe testimoniada. He ahí el triple componente de un perfil de egreso de los estudiantes.
- Una universidad católica es “el lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cada disciplina académica”. Nunca se nos ha pedido ser muy píos, aunque mediocres en la investigación de nuestras disciplinas y profesiones; sino que se trata de ser verdaderas autoridades y referencias de nuestros saberes.
- Una universidad católica garantiza la “presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura”, es decir, somos, si se puede decir, una bocina del Evangelio en el mundo de las ciencias y las artes, en la tecnología y los desarrollos de punta; y no sólo somos voz, también somos manos para emprender la transformación de las realidades de este mundo y hacerlo, en la medida de lo posible, más humano, más vivible, más entrañable.
- La “comunidad universitaria está animada por un espíritu de libertad y de caridad, y está caracterizada por el respeto recíproco, por el diálogo sincero…”. Esos son los cuatro rasgos fundamentales del clima institucional de cualquier universidad católica: libertad, caridad, respeto y diálogo.
- “Los docentes cristianos están llamados a ser testigos y educadores de una auténtica vida cristiana, que manifieste la lograda integración entre fe y cultura, entre competencia profesional y sabiduría cristiana”. ¡Vaya que si aquí está delineado el perfil de ingreso de los académicos y una hoja de ruta en un plan de vida y carrera!
- “Se insta a los estudiantes a adquirir una educación que armonice la riqueza del desarrollo humanístico y cultural con la formación profesional especializada”. De esta armonía y equilibrio viene la experiencia de una formación integral: deporte, arte, espiritualidad, ciencia, práctica profesional…
- “Los dirigentes y el personal administrativo en una universidad católica deben promover el desarrollo constante de la universidad y de su comunidad mediante una esmerada gestión de servicio”. Dirigir, gestionar y administrar, todas estas actividades, leídas en clave de servicio.