Una de las características más típicas de los zombis, es la voz que emiten y que algunos cazadores hemos tenido a bien identificar como “gruñido”. Los zombis gruñen. Otros dirían que en vez de gruñido, la voz es más una especie de quejido, pero si es así, cabe la pregunta ¿y de qué se quejan? De nada. ¡O de todo! No lo sabemos, pero para el caso da igual.
El tema de fondo, estimados y contadísimos lectores, es que ya sean gruñidos o quejas, la voz zombi es un rasgo inconfundible de las desdichadas criaturas no-muertas que deambulan en este páramo post-apocalíptico. ¿No me cree, amable lector? ¡Haga la prueba! Inténtelo con sus amistades y conocidos la próxima vez que se quede sin tema de conversación en una reunión. Pregúnteles “¿sabes cómo hacen los zombis?” o “¿puedes hacer como hacen los zombis?” y verá cómo los pocos que se quedan a su lado en la reunión serán capaces de reproducir ese gruñido o quejido zombi.
Pensándolo bien, entrañables aprendices de cazador, ambas alternativas nos vienen bien para el análisis de los zombis del siglo XXI, pues ellos también, al igual que sus contrapartes de la ficción, gruñen y se quejan.
Gruñen, porque esa voz es la mejor forma de expresar su furia contra los vivos, contra el error, contra el humor y contra las diferencias. Sus gruñidos son la violenta reacción ante una realidad que desprecian, la del pensamiento vivo que no pueden atrapar, que se les escapa porque es más rápido que ellos y que no pueden comprender. Y también se quejan. Lo hacen porque son unos egocéntricos sin remedio, creen que el mundo gira a su alrededor, que todo lo que ocurre les ocurre a ellos y, en esa fantasía narcisista que ocupa su mente, nada puede salir bien, y de eso se quejan, precisamente: de lo mal que está todo, de lo mal que la pasan, de lo mucho que sufren por estar rodeados de gente que sencillamente no les profesa la admiración y atención que ellos merecen.
Independientemente del término que cada quien prefiere para referirse a esta peculiar voz zombi, una cosa es universalmente aceptada: los zombis no hablan, han perdido esa facultad del todo, son incapaces de proferir palabra alguna, de comprenderlas, inclusive, de comunicarse a través del habla.
Es curioso porque los dos órganos instrumentales para la civilización como la conocimos antes del apocalipsis zombi, son también los responsables de que, a través de la deformación de sus facultades, haya ocurrido el fin del mundo. Esta idea es compleja, así que vale la pena explicarla.
Las manos son instrumentos indispensables para la civilización, responsables de la fabricación de herramientas, pero también de la producción de las más sublimes obras de arte, las más mundanas tareas del hogar y del trabajo, y también de procurar las más tiernas caricias y mimos a nuestros seres amados. Esas mismas manos son las que ahora, a través de los arañazos, agarres y estrujadores apretones de los zombis atrapan a las víctimas y acaban por contagiar la infección.
La boca, instrumento de la voz y, a través de ella, de las palabras, es la responsable de producir el lenguaje que igual sirve para conversar que para cantar, para dar instrucciones y que para declamar poesía, para llamar a los nuestros, reconocer a los amigos y educar a los hijos, para seducir, para conducir multitudes, para convencer y advertir del peligro. Esa misma boca es ahora la que gruñe, se queja y muerde a los vivos, devora sus cerebros y propaga la infección.
Que mi selecto grupo de lectores no vaya a creer que encontrará a los zombis de la vida real gruñendo y quejándose igual que los zombis de ficción. Recuerden, amigos míos, que los zombis existen, pero no son idénticos a los de la televisión. Los de verdad se presentan con los rasgos modificados.
La pérdida del lenguaje, en este caso, se presenta como la deliberada deformación, torcimiento y destrucción de las palabras. Se destruye la lengua para destruir la verdad. La destrucción de las palabras es especialmente frustrante porque destruye el suelo común sobre el que construimos la certeza, hace imposible que los vivos nos pongamos de acuerdo. Cuando se destruye el lenguaje, se destruye la historia, la ciencia y los hechos. Se utiliza desvergonzadamente una neolengua (hay que leer a George Orwell, amigos cazadores) cuyos términos significan por igual y al mismo tiempo lo que todos creíamos que significaban y su exacto opuesto. Corrupción significa a la vez corrupción y honestidad, se les llama canallas por igual a los canallas y a los justos, se dice moral lo que es a la vez moral e inmoral, se señala de traidores a los más traidores y también a los más fieles, ladrones a los que roban y también a los que denuncian, etc. En este escenario, ya lo vio usted, no es posible ponerse de acuerdo.
Así operan los zombis de la vida real, y hay poco que hacer contra ellos, si no comenzamos por hablar como es debido.
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Seguimos avanzando, un zombi a la vez.