Respeto, el valor de reconocerte
26/01/2024
Autor: Ana Pilar Caballero Ibarra
Cargo: Egresada de Psicología

Todos tenemos esa anécdota o memoria de la infancia en la que recordamos una llamada de atención por “faltarle el respeto” a alguna persona. Desde pequeños, aprendemos que los valores son importantes, que los tenemos que practicar y vamos transitando la infancia encontrando y “mapeando” los límites en donde se sitúa el respeto hacia demás. Después llegan los años adolescentes y nos preguntamos: “¿Quién se merece mi respeto?”. Cuestionamos los límites que nos enseñaron en el pasado y los empujamos hasta donde nuestra fuerza nos permite, para llegar lo más lejos que nuestra conciencia e idealmente la guía de nuestros padres nos conceden.  Cuando llega la adultez, creemos haber encontrado la respuesta a la pregunta y constantemente escuchamos frases como: “El respeto se gana”, “Respeta a los demás si quieres que te respeten a ti” y “Si no te respetas a ti, nadie te va a respetar”. 

Entiendo el respeto como la aceptación incondicional de que los demás son dignos de amor, amabilidad, y reconocimiento solo por el hecho de ser personas. Vivir el respeto como hábito, implica ser paciente y ser tolerante ante las diferencias, aceptar y acoger esas disparidades que encontramos en los demás.  Cómo psicóloga, todos los días me enfrento a situaciones que me ayudan a practicar el respeto. Uno de los ejes rectores de mi profesión en cualquiera de los ámbitos o áreas de trabajo, es acompañar a las personas en su crecimiento personal, lo cual nos impulsa a reconocer su valor intrínseco y favorecer que ese crecimiento tenga un impacto positivo en los diferentes ambientes donde cada persona de desenvuelve. 

Como psicóloga educativa, trabajar en un colegio me presenta oportunidades interesantes para guiar a los alumnos a vivir el respeto entre ellos. Una práctica común es la mediación en los conflictos, donde los alumnos involucrados se sientan frente a frente y con amabilidades exponen sus diferencias, piden disculpas y yo los animo a reconocer aspectos positivos de ambos, para lograr ese aprecio. También es recurrente la necesidad de platicar con padres de familia para solicitar su apoyo en algún aspecto socioemocional o académico y esto puede llegar a generar inconformidad o disgusto, por lo que suelo intervenir en las reuniones para escuchar sus inquietudes, es así como el respeto se encuentra en reconocer el valor que tienen en la educación de sus hijos y hacerlos sentir que son parte fundamental del equipo al trabajar en sinergia con el colegio. 

Vivimos en una época donde los valores se hablan mucho, pero se viven poco. A nuestro alrededor todos piden respeto; a las ideas, al estilo de vida, a la libertad de expresión, a la individualidad. Pero ¿por qué parece que pedir respeto nos da el derecho de “calibrar” cuanto respeto otorgamos?

La incondicionalidad del respeto depende de que cada uno de nosotros sea plenamente consciente del valor intrínseco de los demás; podremos tener ideas, estilos de vida y perspectivas diferentes, pero encontrar el valor de la persona en sí misma será la única forma de reconocer y verdaderamente practicar el respeto como una virtud. Echemos un vistazo a nuestra forma de relacionarnos con los demás y reflexionemos sobre cómo podemos contribuir a crear ambientes donde el respeto permita el diálogo, la escucha activa y resolución de conflictos de manera armoniosa.