Descanse en paz el gran Alexej Nawalny
22/02/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Pido a mis cuatro fieles y amables lectores me disculpen: hoy pensaba escribir unas reflexiones sobre las reformas constitucionales propuestas por el presidente López el 5 de febrero pasado, sin embargo, en la madrugada me enteré de la muerte del último opositor de peso que quedaba en Rusia. Así es: Alexej Nawalny falleció en prisión, en condiciones sospechosas, este viernes. Muy conveniente es esta muerte para Vladimir Putin, pues su principal crítico desaparece de la faz de la Tierra, pero quizá no sea tan bueno para el tirano ruso que esta muerte ocurra poco antes de las elecciones presidenciales del próximo mes de marzo, que serán un teatro muy bien armado para que vuelva a ganar Putin, el único aspirante. Es por eso que, en el último momento, me decidí a cambiar el tema de hoy para rendir un sencillo homenaje a Nawaly, un valeroso político y defensor de los derechos humanos, quien al parecer pagó con su vida su lucha por liberar al pueblo ruso de la tiranía y del terror del régimen de Putin.

Alexei Anatoljewitsch Nawalny (también puede escribirse Alekséi Navalni) nació el 4 de junio de 1976 en Butyn, en la región o provincia (“Oblast”) de Moscú. De origen ruso - ucraniano, Nawalny estudió Derecho y se especializó en finanzas y créditos; gracias a una recomendación del campeón de ajedrez Garri Kasparov, obtuvo una beca para cursar el programa “Yale World Fellows” para líderes emergentes en la afamada Universidad de Yale. Nawalny estaba casado con Julija Nawalnaja, una muy respetada economista e igualmente luchadora por la democracia y los derechos humanos; una hija (quien estudia con una beca en la Universidad de Stanford) y un hijo son el fruto de este matrimonio.

En 2011, Nawalny estableció una organización no gubernamental que pronto adquiriría mucha importancia: la “Fundación Anticorrupción”, con el claro objetivo de investigar actividades de corrupción tanto en el aparato gubernamental como en empresas rusas controladas por el Estado. Muchas de estas investigaciones se dieron a conocer por medio de informes y documentales, que alcanzaron a difundirse entre millones de personas, siendo célebres los informes que se referían al fiscal general Yuri Chaika y al primer ministro y cómplice de Putin Dmitri Medvédev. El gobierno ruso reaccionó declarando a la ONG como ilegal y prohibiendo sus actividades; el temor de Putin ya era evidente, pues Nawalny había logrado armar una estructura presente en gran parte del enorme país, y todo gracias a donativos voluntarios de mucha gente. Es por eso que el gobierno catalogó a la organización de Nawalny como “extremista” y terminó aplastando la red creada por la ONG.

La lucha contra una tiranía es muy peligrosa, particularmente en Rusia, en donde las autoridades policiacas no tienen miramiento alguno para arrestar con lujo de violencia a los opositores, en donde además el gobierno dispone de un amplio aparato de seguridad y de espionaje político, y en donde, además, la tradición de mandar envenenar a los opositores incómodos está bien anclada en la vida política nacional. Sobre los envenenamientos realizados por las diversas policías rusas hemos escrito ya anteriormente en esta columna. De hecho, Nawalny fue una de las víctimas más famosas de estos atentados. En un principio, este defensor de los derechos ciudadanos no estaba solo: recordemos, por ejemplo, al periodista Ivan Golunow (*1983), quien trabaja ahora en Letonia, o al activista Boris Nemtsow (político y doctor en física), asesinado a unos metros del Kremlin en 2015, opositor a la invasión disfrazada rusa en el sur de Ucrania. Ambos fueron apoyados por Nawalny en su momento.

El mismo Nawalny fue víctima de un atentado que casi le cuesta la vida y del que hemos escrito en esta columna: en agosto de 2020, durante un vuelo doméstico hacia Moscú, Nawalny cayó gravemente enfermo. Fue ingresado de urgencia en un hospital regional, después de un aterrizaje de emergencia, pero se hizo evidente que los “médicos” del lugar deliberadamente trataban de alargar los trámites y los procesos, además de que afirmaron que se trataba de un problema de baja de presión. Después de un incidente diplomático en el que otros países exigieron al gobierno ruso que aclarase las cosas, por fin, Nawalny fue trasladado en un avión especial a Berlín, en donde los médicos alemanes lograron, contra todos los pronósticos, salvarle la vida. Los estudios posteriores dieron el resultado que ya se sospechaba, pues no era el único caso con los mismos síntomas: el activista ruso había sido envenenado con una substancia desarrollada en la antigua Unión Soviética: el “Nowitchok”, de la familia de agentes nerviosos.

Una vez que salió del hospital, Nawalny cometió un error que fue fatal a los ojos de muchos: por querer dirigir la lucha contra Putin desde tierra rusa y no desde el exterior, el activista decidió regresar a Rusia en enero de 2021, a pesar de que había órdenes de aprensión en su país de origen. En ese mismo año, Nawalny recibió del Parlamento Europeo el premio “Sájarov”, que se otorga a quienes luchan por defender los derechos humanos y las libertades. Su hija Dascha recibió el premio en su nombre. Nawalny estaba consciente de que el encarcelamiento en un campo de trabajos forzosos, en donde muchas personas mueren en circunstancias poco claras, ponía su vida en serio peligro. Sus colaboradores acusaron constantemente al gobierno ruso de hacer todo lo posible por quitar de en medio al incómodo opositor, quien seguía denunciando, desde su prisión, los crímenes de guerra cometidos por los rusos en Ucrania. Por eso la vehemencia con la que instaba a sus compatriotas a no votar por Putin en las elecciones de este año.

Las condiciones penitenciarias eran terribles no sólo en lo físico, sino también en lo emocional: con su esposa sólo quedaba la comunicación por carta, y, en los últimos meses, ya ni eso: desde principios de diciembre de 2023, su vocera se quejaba ya de este ilegal aislamiento. En las fotografías más recientes que de él se tienen, se ve que físicamente estaba ya muy disminuido, pero seguía siendo un convencido opositor. Se tienen indicios de que fue torturado varias veces, pero nada lo hizo doblarse frente a la injusticia de la dictadura de Vladimir Putin.

Este viernes nos enteramos que el preso político más famoso de Rusia se había desvanecido después de un breve paseo, según las autoridades penitenciarias. Tenía sólo 47 años de edad. Su valentía, su voluntad inquebrantable de luchar contra un régimen dictatorial y asesino y, su lucha incansable por alcanzar, como él decía, “una Rusia sin Putin”, las pagó Nawalny con su vida.

El ejemplo de Nawalny debe enseñarnos que no podemos esperar a que los tiranos se afiancen en el poder para luchar contra ellos, pues entonces ya será muy tarde. Debemos darnos cuenta de la urgencia que existe para defender la democracia y los derechos humanos con toda energía y convicción. Si algo distingue al mensaje de Jesús, del que como católicos debemos ser herederos, es que nunca pide “medias tintas”, sino una convicción, una entereza y una voluntad a toda prueba. No podemos ser ingenuos ni inocentes para defender la dignidad humana y la democracia. Nawalny no fue ingenuo, sino valiente hasta la temeridad, valiente hasta el sacrificio.