No indiferencia
28/02/2024
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Vicerrector de Investigación

La oportunidad de pasar unos años de la vida en una Universidad seria, unos años cruciales donde se conseguirá una profesión a través del estudio de una disciplina y la adquisición de unas habilidades, es también –y en no menor grado– la oportunidad de afianzar convicciones y desarrollar una sensibilidad especial para introducirnos a la realidad cívica y ética en pleno ejercicio de derechos y responsabilidades. 

Hay una idea que el filósofo Emmanuel Levinas repitió a lo largo de muchas de sus obras: la ética se resume en la “no-indiferencia”. Me gusta su propuesta potente, aunque lacónica. ¿De qué hablamos cuando hablamos de la dimensión cívica y ética de nuestra formación integral? De cumplimiento de leyes, de solidaridad con los que menos tienen, de cumplir con los pactos, de participar en la construcción de un ambiente social sano, de generar condiciones de desarrollo económico para todos. Repare usted en que el listado anterior –que podríamos ampliarlo tanto como queramos– tiene algo en común: el sujeto se sabe no-indiferente a los demás, a la suerte de su pueblo, a la construcción de bien común, a la generación y distribución de riqueza…

¿Los buenos padres de familia qué son sino no-indiferentes a sus hijos, a sus problemas, a sus alegrías, a sus inquietudes, a sus sueños? ¿No acaso los buenos maestros lo son precisamente porque son no-indiferentes a sus estudiantes y colegas? 

Me gusta esta cita de Levinas en torno a los indiferentes: “los justos, antes que todos los demás, son responsables del mal. Lo son por no haber sido lo bastante justos para hacer brillar su justicia y suprimir la injusticia: es el fiasco de los mejores que dejan el campo libre a los peores.” La idea del pensador lituano es que no posemos tan pronto los ojos en los “malvados” y los responsabilicemos de la maldad en el mundo. Esa es la tentación ingenua cuando uno hace un juicio ético sobre el estado de cosas. Levinas nos advierte sobre el peligro de preparar el pliego de malvados-responsables: dictadores, narcotraficantes, fraudulentos, homicidas…  Esa posición ingenua la profesan los conspiranoicos, los que piensan que George Soros y Bill Gates (y otros del tipo) son los responsables del malestar de la civilización. 

Levinas no dice que no existan los malvados. Incluso en su momento no le tembló el pulso a la hora de señalar a Hitler o a Himmler. Lo que nos enseña es algo que, sin oponerse a lo anterior, es más importante que eso. Nos enseña a responsabilizar a “los buenos” y a “los justos” del mal. ¿A qué “justos” se refiere? A usted y a mí. Sí, a nosotros, los que somos medio-justos, justos mediocres, justos sin convicción, justos algo cobardes, justos de medio pelo. Porque de “justos” y “buenos” como los que señala Levinas está llena la sociedad. 

Justos que medio cumplen con su trabajo, medio cumplen con su jornada laboral, medio se informan a la hora de votar, medio preparan las clases que imparten, medio dicen la verdad, medio estudian, medio aman… Tan semijustos como semiinjustos. Henos aquí, tristes Janos bifrontes. Tan mediocres para hacer el bien como para hacer el mal. 

Los “buenos” que son “indiferentes” (semibuenos) son los culpables del mal. Son de quienes dice Levinas “fiasco de los mejores que dejan el campo libre a los peores”. ¿Cuántos de nosotros y de nuestros estudiantes somos indiferentes a…

el enorme nivel de endeudamiento que lleva la actual administración federal; 

la cantidad de feminicidios al día de hoy;

el desabasto de medicamentos en el sistema de salubridad pública;

las iniciativas enviadas a la Cámara de Diputados;

el aumento en el nivel de consumo de drogas “duras” y las edades de comienzo;

la cantidad de poder (y negocios) que poco a poco ha ido ganando el Ejército;

el puntaje de México en las últimas pruebas PISA;

el crecimiento económico real del país en los últimos dos sexenios;

el gobierno fáctico en grandes partes del territorio nacional por parte del narco…?

 

A quien sólo le importa lo “propio” le es “indiferente” el otro, le es indiferente lo “común”. Educar al bien común es, precisamente, enseñar a no ser indiferente ante los demás. Educar para el bien común es peinar a contrapelo el egoísmo.

Esta Universidad debe ser un bastión donde aprendamos a no ser indiferentes, a importarnos por el otro, por todos. Esta Universidad está llamada a abrir ojos y abrir oídos. Si sólo hubiera un par de palabras para enunciar el perfil de egreso de nuestros estudiantes me gustaría el de no-indiferentes. Porque la indiferencia es la forma más simple, cotidiana y sencilla de cooperar con la maldad.  Que no nos ocurra que sólo nos preocupe la Patria cuando ya el problema nos llegó a los bolsillos, o la violencia entró a nuestro hogar o el poder sometió a nuestros hijos, porque entonces y sólo entonces entenderemos que la maldad está tocando a nuestras puertas para exigir el impuesto que se cobra, tarde que temprano, a los cobardes e indiferentes.