Queridos estudiantes:
Los que saben de historia del arte, caracterizan al barroco como ‘horror vacui’, expresión latina que significa ‘horror al vacío’. En efecto, vayan ustedes a la Capilla del Rosario o a Santa María Tonantzintla y se darán cuenta que no existen espacios lisos, piedras sin esculpir o áreas sin adornar. El barroco ciertamente es un periodo, con estilos, reglas y rasgos característicos; pero también se le puede comprender como “sentimiento”, como “afección”. En este último sentido, el barroco es un miedo al vacío y a la desnudez.
Permítanme tomar esa idea y transpolarla a otro ámbito: el político. La democracia ciertamente es un sistema político; la democracia implica reglas y procedimientos; la democracia no existe sin instituciones; la democracia, por supuesto, es un estilo de vida. Pero hoy no quiero enfocarme en este tipo de aproximaciones maximalistas o minimalistas, prefiero acercarme desde los sentimientos y las afecciones, desde los ‘estados de ánimo’ y las ‘disposiciones afectivas’ (tal como nos enseñó Heidegger al hablar de la Befindlichkeit). La democracia es un miedo y un terror.
Sí, antes de hablar de sus bondades y de ser predicador de sus valores, quiero comenzar desde el más sincero patetismo: la democracia es un horror al tirano (horror tyranni).
Cuando uno ve la tortuosa vía para cambiar un artículo de la Constitución: mayoría cualificada (2/3 partes o más) de votos en cada Cámara (Diputados y Senadores), luego, mayoría simple de legislaturas de los Congresos de las Entidades de la República (al menos 17 Estados), entonces se comprende que tantas “trabas” son por algo: por miedo. Uno no pone 3 candados ni 4 cerrojos en su hogar más que cuando tiene miedo fundado en que le puedan robar.
Cuando uno ve el malabarismo complejo para hacer, aprobar y ejercer el presupuesto, es decir, de que una Cámara haga el presupuesto de ingresos, y la otra el de egresos, y la turnen a diversas instancias para su ejecución, y que juntas generen una Auditoría Superior para vigilar el correcto ejercicio del presupuesto, y que además, contemos con una Ley de Transparencia e instituciones como el INAI para que la información sea pública y los ciudadanos podamos convertirnos en potenciales auditores, entonces se comprende que tantas “reglas y procedimientos” son por algo: por miedo. Es bien fácil robar las arcas de la República, sobre todo, cuando uno tiene todo el poder.
Cuando uno lee algo de historia y ve lo que en su momento hizo Ahuízotl, famoso monarca azteca, con matanzas innumerables, sometimiento de pueblos enteros y cobrando tributos excesivos… cuando uno lee lo que hicieron López de Santa Ana y su populismo trágico que ‘cedió’ la mitad del territorio nacional, Porfirio Díaz y el clan de los terratenientes, las masacres estudiantiles en tiempos de Díaz Ordaz y su secretario de gobernación Luis Echeverría, entonces uno comprende que ponerle límite al tiempo en que nos gobiernan los Presidentes y no dejarlos reelegirse es por algo: por miedo. Es facilísimo caer en las artes de encantadores de serpientes, pero es dificilísimo salirnos de sus garras.
Porque la humanidad ha conocido múltiples formas de tiranía, que van desde las descaradas hasta las hipócritas, desde las populistas hasta las militares, desde las unipersonales hasta las de partido, desde las antipáticas hasta las más carismáticas… Pero todas las tiranías, pese a su variopinto ropaje, son veneno, son peligro, son riesgo.
Queridos Gera, Fede, Pablo, José Antonio, Basilia, Óscar… Queridas alumnas y alumnos todos, en este momento pido que paren la lectura para escuchar una interesantísima canción (espero que las “buenas conciencias” de la UPAEP no se molesten por mis recomendaciones). Es de Molotov, se llama Gimme tha Power / Dame el poder: https://www.youtube.com/watch?v=X_r8O1JhzWA (pongan atención a la frase: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a…” y al estribillo: “Dame, dame, dame, dame todo el power, para que te demos en la…”)
Los demócratas tienen miedo de la concentración de poder, de la ausencia de contrapesos, de los que dicen poseer la verdad y se autoconfirman en el bien. Los demócratas tienen miedo a los tiranos.
Por eso los protocolos, por eso los procedimientos y los partidos, por eso las “reglas del juego”, reglas que a muchos parecen complicadas, lentas y poco eficaces. Las democracias son más lentas que las dictaduras a la hora de resolver problemas. La democracia no se ha de juzgar por su eficiencia, eficacia, prontitud y ejecución implacable. Si esos fueran los valores últimos del gobierno, los dictadores ganarían en el ranking de mejores gobiernos. Pero las democracias no buscan como fin primordial la celeridad ni la eficacia.
Las democracias se caracterizan por el diálogo porque valoran la dignidad, respetan los derechos y confían en que el consenso es mejor que la imposición. Por eso son más lentas que las tiranías. Las democracias son costosas, precisan instituciones, piden colaboración y participación de todos, pero gracias a eso: tiempo, dinero, instituciones y participación, es que podemos evitar la tiranía. ¡Tanto vale la libertad y el derecho!, ¡tanto vale cada uno de nosotros y de nuestros hijos!, que nos dimos este sistema complicado que impide que la tiranía se instale en el poder.
Por eso…
- No le den “carro completo” al partido en el gobierno (esto lo he sostenido cuando gobernaba el PRI, el PAN y ahora MORENA). Lo advierte Molotov: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a…” Busquemos que la Cámara de Diputados y la de Senadores sean un real contrapeso y una oposición que exhiba, critique e impida toda potencial tiranía.
- ¡Aguas! cuando un gobierno comienza a desaparecer “instituciones” que vigilan, auditan y generan contrapesos, vendiéndonos la idea de que son “caras” o “lentas”. ¡¡¡Aguas!!! Eso es síntoma de potencial tiranía.
- Nunca crean a esos que en la calle venden gotas medicinales que alivian todo: artritis, glaucoma, mal olor de pies, dolores musculares, cansancio crónico y dolor de cabeza. ¡Te están mintiendo! Pues si eso es tan obvio, no creas tampoco a aquellos que en campañas electorales aliviarán todo malestar social: desempleo, inseguridad, salud, educación, baches en las calles y buenos policías en cada esquina. ¡Los tiranos también son buenos merolicos! Si te prometen felicidad a cambio de nada; si te prometen que todo sucederá sin esfuerzo, sin trabajo, sin tu colaboración… ¡te están mintiendo! Son viles populistas.
- Después de varias votaciones locales y federales te quiero compartir un tip, simple pero eficaz: ¡busca la alternancia! Enfócalo desde este punto de vista: si hasta para un buen trabajador, el hecho de moverse de posición en su empresa lo despabila y le hace aprender cosas nuevas, cuánto más no les hará bien a los partidos políticos que no son tan buenos. Buscar alternancia es buscar que los competidores tengan la oportunidad, y que ideas nuevas refresquen y abran nuevas sendas. La sana competencia es buena no sólo en economía (nos trae mejores precios, servicios, descuentos, productos…) también lo es en política.
Otro día nos tocará hablar de qué es el voto responsable e informado. Por ahora, basta con escuchar a Molotov, mientras recuerdan que el horror tyranni es de los sentimientos más básicos y saludables en materia política.