No sé si sea la única o a muchas mujeres que hoy son madres les haya pasado, pero yo desde pequeña soñaba con tener una familia, es decir, mi instinto maternal estuvo presente desde pequeña, pues siempre me vi siendo madre.
La maternidad en algunas ocasiones tiene procesos complejos y desafiantes pues no es fácil, en primera instancia, formar a un hijo o hija que en un futuro puede ser el o la que cambie, si no es el mundo al menos su comunidad. Es una gran responsabilidad.
Ser madre se vuelve desafiante por todos los peligros que existen afuera; uno quisiera protegerlos y evitarles todo tipo de sufrimiento; desde que son pequeños, cuando enferman y uno no sabe lo que tienen porque aún no saben decir qué les duele, corremos al doctor y éste nos dice que es una infección, nos desespera que la fiebre no pase. Cuando están jugando y se caen, uno ve esas heridas o raspones a la décima potencia; más grandecitos, cuando ya están en la escuela y recibe uno la llamada de la maestra se nos acelera el corazón solo de imaginar que algo malo pudo haberles sucedido.
No obstante de estos momentos desafiantes y agobiantes, la maternidad también es muy gratificante. Al menos yo he aprendido a disfrutar y valorar esta faceta de mi vida, porque es muy real lo que se dice “los hijos crecen y lo hacen muy rápido”.
Y sí, lo acepto, no es fácil ser madre y ser la cabeza de la familia que está integrada por mí y mi hija Daphne, pero siempre trató de dar lo mejor de mí en cada momento que estoy con ella.
El regalo de presenciar su crecimiento es indescriptible, desde verla reconocerme con sus pequeñas manitas por primera vez, cómo reaccionaba a mi voz, cómo cerraba sus ojitos cuando la arrullaba, cuando dio sus primeros pasitos, cuando dijo sus primeras palabras, ver sus primeros dibujos, verla disfrutar la vida y cómo se relaciona con los demás. Es toda una experiencia que como nos decían nuestras mamás, solo cuando se es madre se entiende.
El gran reto como madres es educarlos con amor para que al crecer sean seres humanos de bien y con valores, que sus acciones no afecten a los demás, que sean empáticos, que si tienen la oportunidad de ayudar a alguien lo hagan desinteresadamente, que transforme algún modo su entorno.
Recordemos que los hijos son una copia de sus padres, en este caso es una versión pequeña de mí, y sería grandioso que todos estemos orgullosos de esos grandes seres humanos en que se convertirán, gracias a nuestro labor de guiarlos de la mejor manera para que hagan realidad sus sueños.
Ser madre, también es aprender de ellos, porque muchas veces nos enseñan a disfrutar de las cosas más simples, ver el mundo con su inocencia y su chispa para olvidarnos, al menos por un instante, de todo eso que nos preocupa: el trabajo, el dinero, el qué voy a hacer hoy de comer, etcétera.
Felicito pues a todas las mamás este día, que disfruten cada una de las facetas que les toque vivir y las invito a cuidarse para estar bien para sus hijos o hijas, porque si estamos bien nosotras, ellos también lo estarán.